Una española de 22 años denuncia que fue drogada y violada por al menos dos individuos en Ankara. La fiscal ha desestimado su caso mientras el abogado de la joven intenta que sea de nuevo examinado.
Hay respuestas tan dolorosas como un tortazo. A.G.R., una española de 22 años, estudiante de intercambio en el departamento de Econometría de la Universidad de Ankara, había salido de fiesta con sus amigas el seis de mayo pasado cuando, según denunció a la Policía turca, fue drogada y violada por al menos dos individuos, que fueron sólo brevemente detenidos. La fiscal – una mujer – desestimó el caso con una reprimenda para la joven: “Saliendo a esas horas de bares y bebiendo todo puede ocurrir”.
Así lo explica a EL MUNDO Kemal Ulusoy, el abogado que atendió a la joven junto con un traductor enviado por la embajada española en la capital turca. La chica, relata, había salido de fiesta con siete compañeras más al Eski Yeni, uno de los típicos bares frecuentados por jóvenes en el centro de Ankara. Un grupo de cinco chicos turcos, en una mesa cercana, trató de establecer una conversación con ellas con la excusa de querer practicar inglés.
A.G.R., precisa Ulusoy, los rechazó. “En un momento concreto, se volvió hacia una amiga para hablar con ella y dejó su cerveza sobre su mesa durante quince o veinte segundos. Poco después la recogió, salió afuera y empezó a vomitar”. Empezó a sentirse mal. “Dice que no podía controlar su cuerpo”. Más tarde, a las cinco de la madrugada, momento de cierre del bar, los individuos antes mencionados aprovecharon un momento en el que la joven se quedó sola para captarla, llevarla a un domicilio y, según ella ha denunciado, violarla.
Al día siguiente, una vez pudo regresar a su casa con la ayuda de otros estudiantes españoles de intercambio, A.G.R. decidió denunciar lo ocurrido. Contactó con las autoridades consulares españolas, trató, inicialmente sin éxito, de que un hospital la explorase y acudió a la Policía. Al poco, dos individuos, T.B. y H.I.K., quedaron bajo custodia. “Se les prestó declaración. También a la chica y a algunos de sus amigos, que explicaron cómo habían estado solamente en el bar, de risas entre amigos. Asimismo, se le hizo una exploración médica y se le tomaron muestras de sangre”, recuerda Ulusoy.
Aunque el fiscal de guardia requirió su arresto, el juez 6º del tribunal penal de Ankara los puso en libertad, con obligación de firmar y de no salir del país. Con el informe en la mano, Ulusoy trató de recurrir la decisión acudiendo a la Fiscalía de Ankara. “La fiscal, una mujer muy conservadora, empezó a proferir cosas como “¿qué teníais que hacer a esas horas por ahí?” o “si bebes, estas cosas pasan””, lamenta. Su demanda fue rechazada, sin ampliar la investigación y sin atender a más pruebas.
El abogado critica que la fiscal “no mostró la diligencia requerida para tales crímenes, ni tomó en petición nuestras demandas, además de que hizo prevalecer su opinión”. Es por eso que ha tratado de que otro letrado de la Fiscalía examine su caso. Tarea difícil, a tenor de casos anteriores similares que, por pocos, pero sonados, logran conmocionar a la opinión pública turca. No es habitual que las extranjeras sufran este tipo de violencia en sitios céntricos, y menos en las principales ciudades.
Contactada por este periódico, la Oficina de Atención Diplomática del Gobierno de España ha dicho que la embajada española en la capital turca ha seguido el caso “prestando la oportuna asistencia consular a la ciudadana española en todo momento”. Asimismo, añade, “continúa haciendo seguimiento del caso con las autoridades turcas”.