La historia de las estadounidenses Amanda Berry, Gina DeJesus y Michelle Knight recuerda mucho al caso de la austriaca Natascha Kampusch. Las semejanzas entre los casos de Cleveland y Viena son evidentes y están en el recuerdo de muchos.
Al igual que Natascha Kampusch, las jóvenes estadounidenses fueron secuestradas en su ciudad y encerradas en una casa de esa misma localidad, a pocos kilómetros de sus donde vivían padres. Y con un final casi parecido, ya que Gina DeJesus se escapó en el trayecto al colegio.
Las madres de las cuatro niñas sabían que sus hijas estaban con vida, e incluso las sentían “cerca”. La madre de Michelle Knight siguió empapelando Cleveland con fotografías de su hija; la de Amanda Berry murió asegurando que sentía que su pequeña “estaba viva”; y la de Natascha Kampusch no cambió nunca la cerradura de su casa ni el modelo de su coche.
En ambos casos, los secuestradores se presentaban ante la sociedad como hombres “normales” que vivían en casas “normales”. Wolfgang Priklopil, el secuestrador de Kampusch, era un trabajador de Siemens. Ariel Castro, quien secuestró a Berry, DeJesus y Knight, conducía un autobús escolar. Por suerte, en una distracción, tanto a uno como a otro se les escaparon sus víctimas. Priklopil se suicidó al darse cuenta de lo que hizo y Castro fue detenido en un McDonald’s.
En el desenlace, Amanda Berry tuvo más suerte que Natascha Kampusch a la hora de encontrar ayuda. La estadounidense pidió socorro a gritos, un vecino la oyó y tiró la puerta abajo para que pudiera huir. Por su parte, la austriaca se escapó de la casa hasta que vio a una mujer que le dijo “¿qué hace usted en mi jardín?”. “¡Por favor, llame a la policía! ¡He sido víctima de un secuestro!”, le respondió la joven. “Espere junto a la valla. ¡Y no me pise el césped!”, le contestó la mujer.
De todas maneras, ambas pudieron llamar a la policía y en sus palabras también hay similitudes: “mi nombre es Natascha Kampusch. Tiene que haber oído hablar de mi caso”, escuchó un agente austriaco; “soy Amanda Berry. Me han secuestrado y llevo desaparecida 10 años”, dijo la estadounidense al llamar al 911.
Sin embargo, la historia no termina aquí. Las jóvenes estadounidenses podrían sufrir la misma presión mediática y social que la austriaca, quien tuvo que “recordar lo que había querido olvidar” y escribir un libro, llamado “3.096 días”, para responder a todos aquellos que cuestionaban por qué no se había escapado antes o incluso hasta qué punto había estado confabulada con Priklopil.
De hecho, Natascha Kampusch ha reconocido que tiene “fobia social, al contacto con los demás”. A su paso por Madrid, en 2011, con motivo de la presentación de su libro, apenas miraba a la cara de los periodistas, hablaba muy bajo e iba acompañada en todo momento de su psicólogo. De acuerdo a la opinión los expertos, la reinserción social de este tipo de víctimas es muy dura.
Otra pregunta es qué ocurrirá con la “casa de los horrores” de Cleveland. ¿Se convertirá en un lugar de peregrinaje de morbosos, como ocurrió con la de Viena? Natascha Kampusch, consiguió que le adjudicaran la vivienda unifamiliar. La exigió como “indemnización por daños y perjuicios”.