El opioide mata a miles cada año. El flujo que cruza el Pacífico y llega hasta México y cruza a los Estados Unidos pareciera no poder frenarse.
En junio de 2017, Sarah Wakeman decía esto en una entrevista publicada en The Harvard Gazette: “Si es 100 veces más potente que la heroína, significa que necesita 100 veces menos cantidad de volumen para obtener el mismo tipo de beneficio, por lo que las personas lo mezclan con otras sustancias de relleno y luego lo venden como heroína”.
Wakeman -quien es una de las máximas especialistas la adicción a los opioides y al fentanilo de los Estados Unidos- sigue enfrentando a diario la epidemia que golpea a todo el país, pero que también se desató en Canadá y amenaza con hacerlo con la misma intensidad en naciones como Australia, Reino Unido y Alemania. Su agenda está completa y ya no puede atender nuevos pacientes. Junto a Anna Lembke, de la Universidad de Stanford, son dos luchadoras infatigables en esta desigual lucha.
Esa simple relación de volúmenes y dosis de la que habla la médica dedicada a todo tipo de adicciones es la misma que permite que ese potente opioide sintético sea traficado en simples y diminutos envíos que llegan como pequeñas olas y que unidas tienen el mismo efecto devastador que un tsunami. Su tamaño, su empaquetado y su similitud con otros medicamentos legales facilitan que millones de correos lleguen hasta domicilios en todas partes del mundo desde China. “Es como una guerrilla urbana, muy difícil de combatir”, explica un analista canadiense que eligió no dar a conocer su nombre.
Pero los envíos no llegan únicamente a través de paquetes FedEx o DHL adquiridos gracias al anonimato de las criptomonedas en el laberíntico mundo de la darknet. Los grandes carteles de la droga mexicanos -sobre todo el de Sinaloa y el Jalisco Nueva Generación (CJNG)- han construido megalaboratorios escondidos -y no tanto- donde producen millones de comprimidos por día. Los precursores y la maquinaria llegan en contenedores -sin vigilancia por parte del régimen- desde China: Wuhan y Shanghai son los epicentros de esta epidemia.
Infobae se comunicó con Wakeman para que actualizara un panorama de cómo se estaba viviendo día a día la epidemia del fentanilo en los Estados Unidos y los efectos que esta droga de moda ocasionaba en las verdaderas víctimas de este tráfico: sus consumidores, personas aisladas, sin motivaciones y con serios problemas económicos y sociales. Su experiencia y su curriculum impresionan: es Directora Médica de la Iniciativa de Trastorno General por el Uso de Sustancias del Hospital General de Massachusetts y Profesora Asistente de Medicina en la Facultad de medicina de Harvard. También es la Directora Médica del Equipo de Consulta de Adicciones del mismo centro médico y una Líder Clínica de la Iniciativa para el Trastorno del Uso de Sustancias de Healthcare Partners.
¿Cuáles son las diferencias entre un adicto al fentanilo y uno que prefiere la cocaína o el cannabis o incluso el alcohol? ¿Requieren del mismo tratamiento?
La adicción se define como el uso compulsivo de una sustancia a pesar de las consecuencias negativas. La enfermedad general y los criterios de diagnóstico son los mismos independientemente de la sustancia. Sin embargo, existen características y tratamientos únicos que dependen del tipo de sustancia. Para el trastorno por uso de opioides, por ejemplo el uso de fentanilo, el tratamiento más efectivo que tenemos son medicamentos como la metadona o la buprenorfina.
¿Son efectivos? ¿Qué tipo de medicamentos son y qué provocan?
Son medicamentos de acción prolongada que previenen los síntomas de abstinencia y reducen la necesidad de usar opioides. Cuando se toman regularmente, estos medicamentos reducen el riesgo de muerte y mejoran la probabilidad de remisión. Para el trastorno por consumo de alcohol, también existen tratamientos útiles con medicamentos, como la naltrexona o el acamprosato. Sin embargo, no son tan efectivos como los tratamientos con medicamentos para el trastorno por uso de opioides. Desafortunadamente, no hay tratamientos de medicamentos aprobados para el trastorno por consumo de estimulantes o cannabis.
Algunos tipos de drogas, como la cocaína, el cannabis o el éxtasis, se llaman “recreativas”. ¿Cuál es el deseo o la meta de un adicto que busca fentanilo? Me refiero a que es una droga que originalmente debe usarse para aliviar el dolor…
Todas las personas usan drogas porque traen algún tipo de efecto positivo o alivio. Los opioides proporcionan alivio del dolor, euforia, relajación y placer. Algunas personas pueden comenzar a usar opioides para aliviar algún dolor, pero no siempre.
El fentanilo es una epidemia con brotes en todo Estados Unidos. Pero en el caso de esta droga no hay cuarentenas ni distancia social posibles para combatirlo, como con otras epidemias. ¿Cuál cree que es la mejor manera de acabar con esta enfermedad? ¿Es posible?
Para abordar la crisis de sobredosis, y la crisis de sobredosis relacionada con el fentanilo fabricado ilícitamente en particular, necesitamos expandir drásticamente el acceso a un tratamiento efectivo con metadona y buprenorfina, servicios de reducción de daños para prevenir la muerte por sobredosis con naloxona o sitios de consumo supervisados. Pero también abordar los problemas subyacentes: desesperación por pérdida de oportunidades económicas y experiencias adversas de la infancia que ponen a las personas en riesgo de desarrollar esta adicción en primer lugar.
Parecería haber un patrón en la epidemia de fentanilo en todo el mundo: impacta en países desarrollados. ¿Por qué cree que está sucediendo esto?
Creo que la creciente desesperación, el aislamiento social, la pérdida de oportunidades económicas y la falta de conexión juegan un papel importante. En los Estados Unidos, las personas más vulnerables a la pérdida de oportunidades económicas han experimentado los mayores aumentos en las tasas de mortalidad y los aumentos en las tasas de mortalidad se han concentrado en áreas con un desafío económico significativo.
Algunos investigadores académicos creen que la epidemia es causada en parte por la proliferación de recetas de fentanilo y opioides. ¿Está de acuerdo con eso? ¿Cuál es la forma más efectiva de ganar esta batalla?
Creo que los cambios en las tasas de prescipciones de opioides fueron un factor en el inicio de la crisis, pero que también estuvo en correspondencia con la creciente ola de desesperanza en todo el país. Lo que está muy claro es que los opioides recetados ya no impulsan la crisis y que la reducción en las tasas de prescripciones de opioides no ha reducido el total de muertes, y que más bien al contrario, la gente está muriendo a un ritmo más rápido a medida que el número de recetas se ha reducido y las personas pueden haber pasado al abastecimiento ilegal de drogas.
Desde hace tiempo, Wakeman también advierte sobre un derivado del fentanilo. Se trata del carfentanilo, un opioide extremo y que está ganando cada vez más preocupación ante las autoridades. “Es 10.000 veces más potente que la heroína. En realidad, se usa como un gran tranquilizante para animales: ese es el único uso práctico para el que se diseñó el carfentanilo”.
El consumo de este opioide sintético puede conducir a una muerte segura. Nunca fue destinado para humanos. Sin embargo, tiene una oscura historia de muertes involuntarias: fue utilizado por las fuerzas de seguridad rusas el 23 de octubre de 2002 en forma de aerosol. El objetivo era poner fin a la trágica y prolongada toma de rehenes en el Teatro Dubrovka de Moscú.
Los agentes especiales ingresaron para reducir a los terroristas chechenos que habían tomado cautivos a 850 espectadores y empleados. Las autoridades rusas creyeron que sería buena idea rociarlos con carfentanilo por los ductos de ventilación del edificio para dormirlos y poder reducirlos fácilmente. Lo hicieron. Como consecuencia murieron 170 personas: 116 eran rehenes. Tal la letalidad del derivado del opioide sintético.
Por el momento, este narcótico no está tan extendido, aunque la comunidad médica ya comienza a encender focos de alarma. El fentanilo continúa siendo la principal preocupación. China todavía no muestra la suficiente eficiencia en la prohibición y el control de los laboratorios clandestinos que producen sin descanso las pastillas que exportan como simples chips. La falta de reacción lastima la imagen de algunos miembros del régimen y del Partido Comunista Chino (PCC), el órgano que todo lo sabe en aquella riquísima nación.
México tampoco consigue frenar el flujo que cruza el Océano Pacífico con toneladas de precursores y de maquinaria para la producción. Esto pese a que los carteles de la droga podrían ser declarados por Washington como organizaciones terroristas en un futuro cercano. Esta posibilidad está latente e implicaría un duro golpe al gobierno de Andrés Manuel López Obrador.