Se trata de una práctica ilegal en este país desde hace 12 años, pero aún vigente y extendida entre su población. Esta nueva tragedia ha resucitado el debate público sobre la ablación.
Nada Hasan tenía 12 años. Falleció a última hora del jueves tras ser sometida a la mutilación genital femenina, una práctica ilegal en Egipto desde hace 12 años pero aún vigente y extendida entre su población. La tragedia de Nada ha resucitado el debate público sobre la ablación.
Según la Fiscalía general egipcia, que ha abierto una investigación, los padres y una tía llevaron a Nada a una clínica privada, propiedad de un médico jubilado, en la provincia de Asiut, a unos 600 kilómetros al sur de El Cairo. Fue allí donde tuvo lugar la mutilación.
“Después de abandonar el lugar, la menor sufrió complicaciones. El doctor intentó salvarla pero falleció”, señala el comunicado de las autoridades. Los parientes de Nada que asistieron a la cirugía y el galeno que la realizó han sido arrestados este viernes por un periodo de cuatro días, a la espera de los resultados de las diligencias abiertas para esclarecer la muerte.
Tras el fallecimiento, el padre informó del óbito a través de una línea de atención telefónica a la infancia. Las autoridades ordenaron entonces una autopsia. “La Fiscalía general garantiza que los responsables de este horrible crimen serán castigados con firmeza”, señala la nota. Según las primeras informaciones, la pequeña fue sometida a la mutilación si ni siquiera recibir anestesia.
El drama de Nada ha provocado indignación entre quienes luchan desde hace décadas para erradicar la práctica. Egipto encabeza la clasificación mundial de población sometida a ablación por delante de Etiopía, Nigeria o Indonesia. Una de cada cinco mutiladas reside en la tierra de los faraones, según Unicef. En total, 27,2 millones de mujeres mantienen fresco el recuerdo de la jornada en el que se convirtieron en víctimas.
“Estamos indignados de que muertes como ésta se produzcan aún en 2020 a pesar de los progresos realizados para eliminar esta práctica violenta a través de la reforma de la legislación, las campañas de sensibilización y el contacto directo con las comunidades locales y los líderes religiosos”, ha denunciado la delegación de las Naciones Unidas en Egipto.
“Esperamos que su trágica muerte arroje luz sobre la necesidad de proteger a las menores de esta práctica dañina y que se considere un asunto urgente”, agrega la ONU. El comité nacional para la erradicación de la mutilación, un organismo estatal establecido el año pasado, ha exigido el máximo castigo para los responsables del homicidio.
La práctica fue ilegalizada en 2008 a través de la reforma del Código Penal y la ley protección del menor pero su prevalencia obligó al Gobierno a enmendar la norma hace cuatro años, multiplicando las penas de cárcel por efectuar la ablación.
La reforma elevó el castigo, de los entre tres meses y dos años de prisión previos a los entre cinco y siete años. En el caso de que la operación conduzca a la muerte, la pena puede llegar hasta los 15 años de cárcel. Una de las últimas tragedias que impulsaron la reforma legislativa se produjo en 2013 cuando Soheir, una niña de 13 años perdió la vida tras someterse a la ablación. Por primera vez desde la prohibición, el doctor fue juzgado y condenado a dos años y tres meses de prisión.
PROHIBICIÓN Y CAMPAÑAS EDUCATIVAS
Según datos estatales, el 92,3% de las egipcias casadas con edades comprendidas entre 15 y 49 años ha sufrido la práctica. La encuesta de demografía y salud de 2014 desveló una caída en la prevalencia entre los 15 y 17 años de edad del 13% respecto a la de 2008.
La práctica está más extendida en las zonas rurales, donde -según un estudio del ministerio de Salud- el 96% de las menores de edad ha sufrido la ablación frente al 85% de las zonas urbanas. A pesar de la prohibición y las campañas educativas, aún existen muchas voces que siguen justificando una práctica que ha sido medicalizada. Ocho de cada días operaciones se llevan a cabo por profesionales del sector sanitario.
En 2016 el médico Ahmed el Tahawi, por aquel entonces miembro del comité de Sanidad del Parlamento egipcio, defendió la necesidad de la ablación. El diputado aseveró: “Cuando dejamos a la mujer sin circuncisión, esa zona de su cuerpo se contamina además de causar un estado no deseado de excitación sexual que podría originar graves problemas”.
En el enésimo intento de detener la práctica -común entre musulmanes y cristianos en Egipto-, en 2018 Dar el Ifta -un organismo oficial responsable de publicar edictos religiosos- declaró que la ablación no está mencionada en la legislación islámica y que se trata de “un deber religioso” erradicarla por “su impacto negativo en el bienestar físico y psíquico” de la población femenina.
Los valedores de la mutilación -que, entre los países musulmanes de la región, solo está arraigada en Egipto y Sudán- aseguran que se trata de una practica religiosa que reduce la libido de las mujeres, preserva su virginidad hasta el matrimonio y elimina cualquier tentación de adulterio. La ONU recuerda que la mutilación “es una violación de los derechos humanos y constituye una forma de violencia contra las mujeres”.