Conocer más sobre el mecanismo neuronal de los psicópatas es uno de los retos fundamentales de la psiquiatría. De acuerdo al resultado de un nuevo estudio, diferencias en determinadas zonas cerebrales podrían explicar por qué ciertas personas son incapaces de sentir el dolor ajeno.
Para los autores del estudio, esta enfermedad mental “está caracterizada por la falta de afectividad interpersonal, así como por problemas de socialización y de comportamiento”. Jerónimo Saiz, jefe del servicio de Psiquiatría del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, señaló que los sociópatas “no aprenden de la experiencia, no reconocen ninguna autoridad, no respetan las normas; de hecho, suelen trasgredirlas. Y sobre todo, se caracterizan por su falta de empatía con el dolor de los demás. Es precisamente esta frialdad la que les permite hacer daño a otros sin ninguna repercusión emocional”.
El principal autor de este trabajo, Jean Decety, asegura que “en comparación con los delincuentes no psicópatas, los psicópatas son responsables de una cantidad desproporcionada de delitos repetitivos y actos violentos en la sociedad”.
Un grupo de neurocientíficos de las universidades de Chicago y Nuevo México está realizando un análisis del tema con presidiarios. El 20% y el 30% de los individuos estudiados presentó esta alteración psiquiátrica. Sin embargo, en la población general sólo el 1% está afectada.
Participaron de forma voluntaria 80 reclusos cuyas edades oscilaban entre los 18 y los 50 años y con diferentes grados de psicopatía: alto, medio y bajo. A través de la resonancia magnética funcional, los investigadores observaron que en aquellos con mayor grado de psicopatía, determinadas zonas cerebrales (corteza prefrontal ventromedial, corteza orbitofrontal, la amígdala y sustancia gris periacueductal ) mostraban menor actividad que quienes poseían niveles de psicopatía más bajos. Y lo más novedoso es que aumentaba la actividad en la corteza insular. “Esta región está implicada en el comportamiento, en la valoración de las consecuencias y en la incorporación del aprendizaje emocional en la toma de decisiones morales”, señalan los expertos.
Los resultados “ayudan a conocer mejor el sustrato neurológico sobre el que se sustenta la empatía para, en un futuro, quizás poder diseñar medicación que corrija”. El tratamiento de este trastorno de la personalidad es bastante complejo, e incluye terapia psicológica y rehabilitación, pero no hay medicación específica.