Un estudio de fase I prueba que esta terapia individualizada con antígenos del gliobastoma de cada paciente activa al sistema inmune contra las células tumorales.
En la guerra que se libra contra el cáncer, todos los soldados son bienvenidos en la trinchera. Reforzar las propias líneas defensivas del organismo (el sistema inmunitario) con herramientas para reconocer y combatir al enemigo —inmunoterapia— es una de las líneas estrategias en la actual batalla contra el cáncer, pero los científicos se han encontrado con que ningún tumor es igual al del vecino y tampoco responde de la misma manera a las terapias. Esta particularidad que comparten de ser tan distintos ha obligado a la comunidad científica a ir un paso más allá y diseñar un arsenal terapéutico cada vez más dirigido para cada paciente, tratamientos a la carta trazados al dedillo para cada tumor. La llamada medicina personalizada de precisión está cada vez más instalada en la lucha contra el cáncer. Precisamente, una investigación publicada este miércoles en Nature ha abierto la puerta a encajar una inmunoterapia de precisión en pacientes con glioblastoma, un tumor cerebral de muy mal pronóstico (la supervivencia a cinco años es menos del 10%). El tratamiento es una vacuna personalizada, formada por los antígenos del tumor del propio paciente, que consiguen reactivar el sistema inmune para que combata las células cancerígenas.
“Es la primera vez que se trata a pacientes con glioblastoma con vacunas personalizadas específicas para el paciente”, sintetiza el doctor Fran Martínez Ricarte, neurocirujano e investigador del Vall d’Hebron Institut de Recerca (VHIR). La vacuna funciona como la inmunización que se pone cada año para combatir la gripe, solo que, en este caso, en lugar de fabricarse con las cepas del virus, se diseña a partir de los antígenos del propio tumor. Esto es, con las moléculas que están en las células tumorales y que funcionan como una especie de DNI, identificándolas cuando el sistema inmune, ejército defensivo del organismo, pasa revista. Si los linfocitos no reconocen ese antígeno, lo eliminan. Con la vacuna, diseñada a partir del carnet de identidad de células tumorales del propio paciente, se provoca una respuesta inmunitaria contra esas moléculas, de forma que los linfocitos las reconocen y las matan.
La investigación, en la que han participado seis centros europeos (de España solo el hospital Vall d’Hebron de Barcelona), es un estudio de fase I en el que se reclutó a 15 pacientes con glioblastoma. “El estudio se realizó en dos fases. En una primera se analizó el tumor de 30 pacientes y se creó como una librería general en la que se eligieron las mutaciones más frecuentes en todos los tumores y más inmunogénicas y se generaron vacunas específicas para este pull de pacientes”, explica Martínez Ricarte. En la fase clínica, los investigadores intervinieron a los pacientes para extirpar el tumor y comenzaban a administrarle el tradicional tratamiento con radioterapia y quimioterapia. Al inicio de los ciclos de quimio, los científicos administraron a cada uno de los 15 pacientes una vacuna genérica, la realizada con los antígenos seleccionados entre los 30 pacientes. Tras el tercer ciclo de quimioterapia, se le añadió al paciente la vacuna específica hecha con los antígenos presentes exclusivamente en el suyo.
“Lo novedoso de este estudio es que al paciente se le generaban vacunas que atacaban a los antígenos más inmunogénicos de su tumor, no de cualquier tumor. Este estudio es la prueba de concepto de que las vacunas personalizadas para glioblastoma son factibles, útiles y abren una vía de tratamiento novedoso que no se había probado”, apunta el neurocirujano de Vall d’Hebron. La mediana de supervivencia, que está en los 14,6 meses, alcanzó los 29 meses en los pacientes tratados.
Con todo, Martínez Ricarte celebra el hallazgo pero pide cautela y prudencia. Se trata de un estudio en fase I, aún con pocos pacientes y en un tipo de tumor de elevada agresividad y pronóstico muy malo. Hasta que este tratamiento llegue a la práctica clínica —si llega— todavía pasarán “unos cuantos años”. Además, desde el punto de vista logístico, diseñar y fabricar vacunas personalizadas no es barato ni rápido. Por lo pronto, esta investigación, que estaba financiada por la Unión Europea con seis millones de euros, ha llegado a su fin y no se contempla ningún ensayo que avance al siguiente paso, los estudios de fase II. En cualquier caso, el neurocirujano insiste en que este estudio ha abierto una puerta a ampliar el arsenal terapéutico contra los glioblastomas y la comunidad científica no perderá ese tren.