Semanas después de que un juez despenalice la convivencia de los matrimonios plurales en Utah, que practican algunos mormones fundamentalistas, viajamos al corazón de la poligamia. Se calcula que unos 38.000 estadounidenses la practican.
En casa de los Cawley, el padre, Michael, juega con su hija de dos años a adivinar quién es quién ante un retrato familiar:
.- “¿Quién es mamá Teresa?”
.- “Esta”, balbucea la niña, en brazos de su padre.
.- “¿Y mamá Rose? ¿La encuentras?”
.- “Mmmmm…”, titubea la pequeña, paseando el dedo en círculos por los 18 rostros de la imagen. Señala a una de las tres esposas y Michael aplaude.
Es una fotografía reciente pero ya desfasada. En la actualidad, son 24 miembros en casa: Michael, las tres mujeres (Rose, Connie y Teresa) y sus 19 hijos (20 si contamos el que nacerá el mes que viene). Pertenecen a la comunidad polígama de Centennial Park, Arizona (EEUU), en la frontera con Utah, residencia de unos 1.500 mormones fundamentalistas.
El tamaño de las familias en este municipio de EEUU se adivina por la envergadura de las viviendas y por el número de bicicletas que se apilan junto a las puertas de las casas. Siete dormitorios, cinco baños, dos lavaderos y dos salones se reparten a lo largo de los 300 metros cuadrados del domicilio de los Cawley. Cada cuarto para una de las esposas, otro para el marido y el resto para los niños. A la entrada, hay al menos ocho bicis y un triciclo.
Se calcula que unos 38.000 norteamericanos son polígamos. La mayoría residen en Utah y el Oeste de EEUU, según ‘Principle Voices’, la principal organización de defensa de la poligamia. Al ritmo de los habitantes de Centennial, las cifras se multiplicarán en cuestión de meses.
“Una cosa interesante de nuestro estilo de vida -presume Michael- es que la familia continúa creciendo. Ahora tengo 45 años y espero seguir teniendo hijos durante los próximos 15 o 20 años”. Sonríe. Así hizo su padre, que actualmente tiene 11 esposas, las cuales le dieron a Michael 36 hermanos. Utah cuenta con la población más joven de todo el país (29,2 años de media, según el censo de 2010), un 22% menor que la media nacional, de 37,2 años.
La sentencia de Utah
El pasado 14 de diciembre, un juez del Tribunal de Utah falló una decisión histórica que despenaliza la convivencia para este tipo de familias en el estado. Fue tras la demanda presentada por la familia Brown -formada por el marido, sus cuatro esposas y 17 hijos- que protagonizaron el ‘reality show’ ‘Sister Wives’, sobre su día a día en poligamia. El juez, Clark Waddoups, amparó su decisión en que la sección de la ley que prohibía la “cohabitación” violaba las garantías constitucionales sobre la libertad religiosa.
Como reza la propia sentencia, un documento de 91 páginas en el que se utiliza 37 veces el término ‘privado’ y en 14 ocasiones la palabra ‘libertad’, “esta decisión está cargada de significado tanto religioso e histórico para el estado de Utah, porque tiene que ver con la cuestión de la poligamia, un tema que ha desempeñado un papel central en el desarrollo del estado y el de su religión dominante, la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (mormones)”. Un 79% de la población de Utah se identifica como religiosa, comparada con el 49% de media nacional; de ellos, un 69% son mormones, según el censo de 2010.
La sentencia solo se refiere a la “cohabitación” (convivencia), pero la poligamia, en el sentido literal del término -si el esposo adquiriese varias licencias de matrimonio a la vez- sigue siendo ilegal, como en el resto de EEUU. Como estos maridos, por lo general, se casan oficialmente con la primera esposa y después se “unen espiritualmente” con las otras, la sentencia supone un guiño a las familias polígamas, muy perseguidas anteriormente.
Priscilla Hammon, vecina de Centennial, considera que la sentencia apela a su derecho “a vivir de la manera que consideramos que tenemos que vivir”. Esta esposa polígama, de 56 años, supo que quería “traer a otras chicas a la casa” desde que conoció a su marido. “Ambos habíamos crecido en familias polígamas y sentíamos que esta era la manera en la que queríamos educar a nuestros hijos”, explica a El Confidencial. Llevan 40 años casados y bromea sobre el hecho de convivir con otras esposas: “La diferencia con el estilo de vida monógamo es que aquí las cosas se magnifican, tenemos fiestas de cumpleaños más grandes, coladas gigantes y cuando hacemos una ensalada, usamos 14 platos”. Reconoce que existen los celos, “por supuesto, somos humanas; pero tenemos que aprender a vivir con ellos, si no lo hiciéramos, no estaríamos aquí”.
Un mandato divino
Estas familias continúan las enseñanzas de Joseph Smith, que escribió, en 1843, que el matrimonio plural era un mandato de Dios. En 1890, la corriente principal de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días abandonó la poligamia, pero algunas sectas continuaron esta práctica, incluido el bisabuelo del candidato republicano a la presidencia Mitt Romney, que abandonó EEUU para eludir las leyes contra la poligamia. El padre de Romney nació en México por este motivo.
En la actualidad, tres sectas de mormones fundamentalistas abrazan los matrimonios plurales en EEUU, principalmente: los Hermanos Apostólicos Unidos (AUB, por sus siglas en inglés), los polígamos independientes y la Iglesia Fundamentalista de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (FLDS). La FLDS es la secta más conocida y también la más hermética. Saltó a la fama por los escándalos de su líder, Warren Jeffs, acusado en 2006 de incesto, violación, abusos emocionales y psicológicos. Por aquel entonces ya contaba con cerca de 90 esposas, varias de las cuales eran sus madrastras cuando su padre aún vivía. Las pruebas en el juicio incluían el audio de una grabación mientras violaba a una niña de 12 años, entre gemidos y rezos: “Una buena mujer está preparada para acoger a su marido y sigue el espíritu de la paz”, imploraba. Terminó con un: “En el nombre de Jesucristo. Amén”.
Varios de los seguidores de Warren Jeffs residen en Colorado City e Hidale, las comunidades contiguas a Centennial Park, justo en la frontera entre Utah y Arizona. Los dos grupos se separaron en la década de 1980, tras una disputa de liderazgo, y uno de ellos abandonó Colorado City, Arizona, para instalarse en Centennial Park, Utah. Cruzar los metros que dividen ambos municipios es como retroceder varias décadas en el tiempo. Si en Centennial Park las familias polígamas hablan abiertamente de su estilo de vida, en Colorado City, reina el silencio.
En la tierra del profeta de las 80 esposas
Una camioneta, con una mujer al volante y siete niños en su interior se detiene frente a uno de los pocos establecimientos de Colorado City, una tienda de globos. La mujer luce su larga melena rubia recogida en una elegante trenza y un vestido de manga larga, hasta los tobillos, en azul oscuro. Pasan unos minutos, y se repite la misma escena: media docena de niños desciende del vehículo que conduce su madre, de extensa trenza y largo vestido. Esta vez se dirigen a Craigo’s, una tienda de comida para llevar, en la que varias mujeres de camisa de flores y moño preparan pasteles de limón en forma de flor. Las mujeres de la comunidad FLDS no se cortan el pelo porque creen que con él lavarán los pies de Cristo. En su atuendo tienen prohibido el color rojo. Todas declinan hablar con una desconocida. La visita termina con la advertencia del sheriff, que patrulla la zona y se despide con un “espero que no quebrantéis la ley”.
“Me gustaría que la gente supiese que en las culturas plurales no todo somos FLDS. Me pone muy triste que hoy su rostro (el de Warren Jeffs) sea el de la poligamia, porque sabemos que ha hecho cosas que no son correctas y ni creemos ni apoyamos eso”, lamenta la señora Hammon, que alza la voz para puntualizar: “No soy ninguna víctima ni necesito que me rescaten, estoy aquí porque lo he elegido”.
Confesiones de una expolígama: “Elegí el cielo”
“¿Sabes cuál es la única elección que tienen esas chicas? Entre el cielo y el infierno: vas al cielo si lo haces y al infierno si no… si eso es elegir”, cuestiona la expolígama Kristyn Decker. Ella tenía cinco o seis años cuando su hermanastro Rick le pidió, en el baño, jugar a un juego en el que tenía que estar muy quieta. “Sé una buena chica y déjame hacerlo. Te compraré una chocolatina cuando vaya a la tienda”, le susurraba.
Otro día, un primo mayor llamado Graig la acorraló en la cocina y le metió las manos por debajo de la blusa. Sintió asco, pero se sentía obligada a respetar a sus mayores. Craig abusó de ella durante años, pero nunca se lo dijo a nadie: “Sentía que era una especie de lección, que era la voluntad de Dios, que teníamos que sufrir y ser serviciales”, recuerda, en su luminosa casa en New Harmony, donde ha rehecho su vida con un nuevo marido.
“Cuando animé a mi primer esposo a que trajera a otra mujer a casa, yo también pensaba que era mi elección. Tenía 25 años -enfatiza Decker-; ahora sé que no lo era, porque no tenía nada más en mi vida entre lo que elegir”. En su libro narra cómo fue el primer día en que compartió a su marido: “Me estremecía por dentro y sentía náuseas al imaginar su cuerpo y el de Diana entrelazados (…), no solo esa noche, en su romántica luna de miel, sino cada mañana, una y otra vez, durante el resto de nuestras vidas”. Recuerda que se despertó a media noche y le parecía escucharlos jadeando en la habitación de su hotel, mientras las palabras de su madre bombardeaban su cabeza: “Así lo quiere Dios”.
Su vida se convirtió en una lucha constante entre los deseos divinos y el rostro cotidiano de la poligamia. Al principio, se turnaban. Cuando era “la noche de Diana”, escuchaba ruidos en la casa y le pedía a Dios que no fueran jadeos. Cuando el médico le diagnosticó una infección vaginal, al poco de que llegara la segunda esposa, se dio cuenta de que a partir de entonces, tendría que compartirlo todo. Enfermó del estómago y varias veces pensó en quitarse la vida.
“Pero tenía que hacer como hizo mi madre: estírate, pon una sonrisa en tu rostro y compórtate”, recuerda, una década después de aquello. Del porche de su actual vivienda cuelga un cartel en el que se lee ‘Paraíso Decker’; unas regaderas que penden de la puerta chocan por el viento y ponen música a la escena. Su esposo, LeRoy, prepara café. Kristyn mira al horizonte y afirma: “Ahora tengo muchas amigas maravillosas que vienen a mi casa y pasamos el rato juntas, pero sé que son invitadas, que no tendré que compartir a mi marido con ellas en ninguna relación sexual”. Kristyn Decker abandonó la poligamia hace 11 años. Dice que, esa vez, sí eligió el cielo.