Histórica defensora de las mujeres, los ultras la acusan de contradecir el islam.
¿Importa el sexo a la hora de dictar una sentencia? En Irán, sí. La ley considera a la mujer demasiado sentimental para desempeñar el cargo de juez. “Sus emociones podrían interferir en el veredicto final y fallar un dictamen injusto”, explica a EL MUNDO la vicepresidenta para los Asuntos de la Mujer y la Familia de Irán, Shahindokht Molaverdi.
Histórica defensora de los derechos de la mujer, desde su cargo político trata ahora de luchar contra la discriminación de las iraníes. “Las mujeres prestan más atención a los sentimientos, eso las invalida para ser jueces, aunque pueden asistir al magistrado en algunas materias”, señala, haciendo referencia a lo que dice la ley, y no a su opinión personal. Su cargo no es fácil.
Ella lo sabe y lo sabía el presidente Hasan Rohani cuando la fichó para llevar a cabo uno de sus principales compromisos electorales: mejorar los derechos de las mujeres en Irán. “La situación de las iraníes es mejor que la de sus vecinas árabes en cuanto a salud y educación. Aún así, tenemos problemas con su participación en el Gobierno, en el Parlamento y en el mercado laboral. Las mujeres sólo contribuyen a la economía un 16%. Si tenemos en cuenta que más de la mitad de los universitarios son mujeres, su participación en el crecimiento del país es totalmente insuficiente”, reconoce.
En el Parlamento, de 290 diputados, sólo nueve son mujeres. “He pedido al Majlis que dedique más atención y más presupuesto a los asuntos de la mujer”, anuncia, deslizando las dificultades que afronta para que sus demandas sean escuchadas en una Cámara de mayoría conservadora. Y puntualiza: si la presencia femenina en el Parlamento es tan mísera se debe a que en las listas de los partidos las candidatas o no existen o están en los puestos inferiores.
Molaverdi, ataviada con chador, obligado para las mujeres que desempeñan cargos de responsabilidad en el Gobierno, hace hincapié nada más comenzar la entrevista en que las leyes en Irán, incluidas, y muy especialmente, las que hacen referencia a la mujer, emanan del islam.
Con ello, deja patente que su margen de maniobra es limitado, y no oculta su malestar con aquellos que cuestionan su labor. El ala más conservadora del régimen la acusa de promover políticas contrarias al islam. “No es cierto. Todas las medidas que promovemos las tiene que aprobar el Parlamento y sus legisladores se basan en los mandatos del islam”, esgrime. La diferencia, precisa, “es que mientras que los diputados conservadores creen que esas leyes son intocables, nosotros creemos que deben adecuarse a los tiempos”.
Esta postura la enfrenta a clérigos y halcones, que ven peligrar el sistema cada vez que el Gobierno intenta ganar nuevas cotas de libertad y derechos para las mujeres. Una controversia reciente recuperó el debate sobre si éstas deberían acceder a los eventos deportivos masculinos. “Estamos haciendo lo posible para que puedan entrar en los partidos de algunos deportes”, remarca, en referencia al voleibol y al baloncesto. Pero en los partidos de la Liga Mundial de voleibol que se han disputado este verano en Teherán las mujeres se han quedado en la puerta, pese a que Molaverdi pidió expresamente que se les permitiera entrar.
¿Y el fútbol? Desde que Jafar Panahi reflejó en 2006 en su célebre Fuera de Juego las peripecias de un grupo de chicas que se vestían de chicos para entrar en un partido de fútbol, nada ha cambiado. “El ambiente en los estadios de fútbol es inadecuado para las mujeres. Es rudo y se gritan palabrotas. Deberíamos adecuarlos para ellas”, asegura, si bien admite que no está de acuerdo con que se les prohíba su entrada. Tampoco comparte la segregación de sexos que se produce en universidades y entornos laborales.
La oficina que dirige trabaja en un plan global que incluye áreas como la lucha contra la violencia de género, la planificación familiar o su promoción en el mercado laboral. Preguntada por los dos proyectos de ley que tramita la Cámara que, en aras de aumentar la natalidad, prevén prohibir la esterilización voluntaria y priorizar a mujeres casadas frente a solteras en los puestos de trabajo, Molaverdi recalca que “el Gobierno está en contra de estos proyectos de ley y los ha criticado en numerosas ocasiones en el Parlamento”. Aún así, comparte la preocupación por el envejecimiento de la población, debido a la tendencia creciente de las mujeres a no tener hijos. Sin embargo, dice, “primero hay que mejorar la economía y luego impulsar la natalidad. La sociedad debe evolucionar. No necesitamos más leyes, sino más cultura”.