Los manifestantes quemaron carros y tiendas, por lo que la policía desplegó cerca de 1.900 agentes antidisturbios.
Varios cientos de personas se manifestaban de forma violenta este viernes por la noche en el centro de Berlín para protestar contra la evacuación de un inmueble de la ciudad, uno de los últimos vestigios libertarios de la capital alemana.
Esos manifestantes, muchos de ellos vestidos de negro y con mascarillas, desfilaban bajo la lluvia por la noche desde el barrio central de Mitte con una pancarta en la que se podía leer “Defender los espacios libres, seguir en la ofensiva”.
Se incendiaron escaparates de tiendas y coches, según la policía, contra quienes se arrojaron botellas. También se lanzaron petardos y fuegos artificiales en calles del centro, rodeadas de una espesa humareda. Una parada de autobús fue destruida.
La policía de Berlín anunció el despliegue de 1.900 agentes antidisturbios para contener esta manifestación. Los manifestantes protestan contra la evacuación el viernes por la mañana del edificio “Liebig34”, espacio activista ubicado en el este de la ciudad.
Los cuarenta residentes, que se habían atrincherado en el interior, abandonaron el lugar en relativa calma, lejos de las reyertas callejeras temidas por las autoridades, recordando los tormentosos desalojos de los años 1990.
Unos 1.500 policías fueron movilizados desde el amanecer, algunos encapuchados y apostados en el techo del edificio y alrededores, apoyados por vehículos lanzagua. El barrio de Friedrichshain, donde se encuentra el edificio “Liebig34”, estuvo acordonado durante varios días.
Un símbolo de Berlín
Las fuerzas del orden sacaron a los activistas uno por uno, ante los abucheos de centenares de manifestantes. Llegaron para mostrar su apoyo a este lugar y a sus ocupantes, un símbolo de Berlín, “pobre, pero sexy”, un lema de la década de 2000 acuñado para la capital europea de la cultura alternativa.
“¡Dejen las viviendas para quienes las necesitan!”, “Todos juntos contra la evacuación”, “No porque sea legal es legítimo”, se podía escuchar entre la muchedumbre.
Ese espacio “anarco-queer-feminista”, con la fachada cubierta por grafitis y pancartas, ofrecía desde 1999 refugio a unas cuarenta mujeres, personas trans e intergénero. Un bar y centro cultural autogestionado permitía al colectivo recaudar parte de los fondos necesarios para pagar el alquiler de este sitio ‘ex okupa’.
Tras la caída del muro en 1989, manzanas enteras que habían sido abandonadas en el este de la capital fueron ocupadas por estudiantes, jóvenes creativos, artistas o activistas llegados desde Berlín oeste. En algunos edificios ocupados luego se legalizó la situación.
Pero, bajo la presión inmobiliaria, muchos de estos lugares alternativos han ido desapareciendo en los últimos años, despojando a Berlín de una parte de su identidad bohemia y de moda.
Los alquileres se duplicaron en diez años en Berlín, metrópolis de cuatro millones de habitantes donde, pese a la gran superficie y el frenesí de la construcción, la falta de viviendas accesibles es flagrante.