El representante de la Iglesia Siriana Ortodoxa en el país, con sede en La Plata, estuvo hace poco en regiones de Irak que luego fueron tomados por el grupo ISIS, que atemoriza al mundo y se populariza con sus terribles degüellos a periodistas. El horror contado en primera persona.
Abre grande los ojos y habla fijo, sin pestañear: “Estamos frente a un genocidio. Más de cien mil personas ya huyeron de sus aldeas. Hay muertes, decapitaciones, salvajismo. Y todo con la misma idea: eliminar a los cristianos, borrarlos del mapa”.
La voz de Crisóstomo Juan Gassali, representante local de la Iglesia Siriana Ortodoxa, es un lamento que parece no encajar en la tranquilidad de su templo platense, en 48 entre 16 y 17. Parece formar parte de otro mundo, de otro tiempo. Pero no: este año, Gassali viajó a Siria e Irak para visitar amigos y recorrer templos.
El año recién empezaba y las noticias de extremistas islámicos amenazando con atacar la zona eran parte de un rumor creciente. Poco después de abandonar Mosul, una de las ciudades más importantes de Irak, el religioso local regresó a La Plata y supo que lo que era un rumor de pesadilla se convirtió en realidad: actualmente Mosul es la capital del califato establecido por ISIS, el grupo extremista que conmovió al mundo luego de sus degüellos televisados.
“Mosul fue la escuela del cristianismo por sus iglesias y monasterios desde los primeros siglos -cuenta el religioso-. Hoy está vacía de la presencia cristiana, y donde había una catedral levantaron ahora una mezquita. Cuando las fuerzas extremistas entraron en Mosul predicaban la convivencia. Pero después empezaron amenazar a los cristianos con la conversión al islam o con pagar una indemnización para evitar que los mataran. Nadie se imaginaba semejante barbarie. Han matado, torturado, violado. Han dejado nuestro suelo sembrado de cadáveres. Hoy mismo tengo religiosos amigos que fueron secuestrados y no se dónde ni cómo están”.
Las tierras que describe Gasalli son parajes que supieron ser, hace ya siglos, parte del legendario imperio Asirio, convertido al cristianismo durante los siglos I y II. Aunque sin remontarse a esos tiempos iniciales, la vida en el Mosul actual bien parece sacada de la edad media: cien años después de que se aboliera el último califato, y luego de casi mil de que en sus propias tierras hubiera un califa, las imágenes recientes que llegan de los territorios tomados por los extremistas del Estado Islámico de Irak y el Levante -también conocidos como EI- impresionan y causan espanto.
Y asombran: “Este crimen es la mayor mancha que tiene que asumir la humanidad. El silencio internacional que ha habido hasta ahora en favor de este acto es un crimen humanitario”, dice Gassali. califato en el siglo XXI Mientras más de mil familias cristianas ya fueron obligadas a desplazarse de Mosul hacia diferentes regiones de Irak como el Kurdistán, el mundo no deja de sorprenderse ante la aparición de este grupo y, sobre todo, de su lider: Abu Bakr al Bagdadi, una suerte de Jim Jones musulmán autoproclamado Califa tras separarse de la rama iraquí de Al Qaeda.
Actualmente, Bagdadi comanda un ejército disciplinado y motivado hasta el extremo, compuesto por casi 100 mil combatientes, según estima el Observatorio Sirio de los Derechos Humanos. Y lo dicho: se ha proclamado califa del territorio que ha conquistado en el norte de Siria y de Irak. Es un califato que busca sintonizar con el Islam más puro y medieval en su fase de expansión guerrera, y sugiere que los fieles contarán por fin con un territorio delimitado y unas ciudades y un pueblo (algo que lo diferencia de Al Qaeda). Como dice Gassali, el terror es primordial para conseguirlo. Al enemigo extranjero se le amedrenta rebanando cuellos de periodistas y a los enemigos de adentro con exterminaciones masivas de los creyentes de otras religiones, cristianos, yazidíes y también chiitas, y con la antiquísima técnica de no hacer nunca prisioneros ni dejar heridos: a los enemigos se los mata y se los decapita. Y punto. Conocedor de la región, tanto de Mosul como de la también afectada ciudad siria de Alepo, Gassali no duda en señalar que la comunidad internacional vio cómo se desarrollaban los acontecimientos “y no reaccionó ni se movilizó para evitarlos. Cuando yo estaba en Mosul, los extremistas qusieron entrar pero no pudieron. Eran 148 grupos, y cada grupo tenía 200 personas. Huyeron para Siria pero era lógico que iban a seguir intentando tomar el territorio. Cuando yo me volví, al poco tiempo, Mosul cayó en sus manos”. Para Gasalli, lo que se está viviendo es una película de terror. “Pensemos que esos cristianos que debieron huir pertenecen a pueblos originarios y, pese a tener toda una vida allí, debieron dejar sus empleos, sus hogares y sus bienes en busca de seguridad”. Puede parecer una película de terror, como dice Gassali desde su templo de la calle 48, pero no lo es. Lo prueban las imágenes de estilo gore que los extremistas decidieron mostrarle al mundo, con periodistas norteamericanos como principales víctimas. Su mensaje parece claro: si no acaban con nosotros, sepan que estamos dispuestos a acabar con ustedes.
La sharia
Desde que tomaron el poder de distintas regiones de Siria e Irak, los extremistas de ISIS buscan imponer una estricta ley islámica expulsando o castigando a todo aquel que no cumpla con los preceptos de la sharia, que no es más que un riguroso código de conducta que no admite objeciones.