La destitución de Vilma Baragiola. Montajes torpes, violencias anunciadas y maniobras solapadas fueron los ingredientes de una jornada en la que todo estaba previamente cocinado
Una de las frases más escuchadas en la sesión especial del HCD que culminó con la destitución de Vilma Baragiola de su cargo al frente de la presidencia del cuerpo estuvo vinculada a la necesidad de preservar “la institucionalidad”
Pero esta aparente preocupación de nuestra clase política pareciera tener muy poco que ver con la realidad que día a día observamos los ciudadanos.
De hecho, la sensación generalizada de la población es que esos mismos dirigentes se han abstraído en un mundo propio, cerrado al común de los mortales, en el que lo que dicen defender sólo responde a sus propios intereses cada vez más alejados de los del hombre común.
Ese día en Mar del Plata hubo tres movilizaciones convocantes.
La primera de ellas en el propio Concejo en la que la violencia, la presencia de barras movilizadas por los sectores en pugna y la reiteración de un debate de sordos en el que cada uno dice lo que fue a decir sin importarle y ni siquiera escuchar lo que el otro pueda opinar fueron la triste constante de una jornada doblemente triste.
Sin embargo allí en ese recinto, se supone, estaba en juego la institucionalidad.
Algo que no pareció quedar muy en claro ni siquiera con los encendidos discursos de indignación de los ediles por la presencia de Carlos Pampillón y sus “neuro-boys” al que juraron no dejar entrar más al edificio…mientras el susodicho “espiaba” desde el sector más privado de las dependencias y se reía de semejante pirotecnia verbal en su contra.
Con lo que al papelón… se le suma el ridículo.
A pocas cuadras otra expresión de la misma cuestión –el gremio de Luz y Fuerza- elegía autoridades en medio de un estruendo que duró cuatro días enteros y que obligó a que cientos de alumnos marplatenses se quedaran sin clases, miles de vecinos vivieran en zozobra y la población se preguntase si había estallado alguna guerra debido al estruendo de kilos y kilos de pirotecnia que acompañaban un supuesto festejo(¿¿??).
¿Y no es la educación o no son las normas de convivencia parte de la institucionalidad?; ¿no lo es también el ordenamiento sindical?.
Frente al municipio un grupo de organizaciones sociales autoconvocados pedían que no se votara el aumento del boleto, algo que ciertamente le importa a la gente.
Pero ocurre que mientras los dirigentes, la prensa y la atención se centraban en el Concejo y sus trompadas o el caso sindical y sus bombas de estruendo, nadie prestaba atención a quienes planteaban algo de tanta importancia social como es el precio del transporte público.
Con lo que concluimos que quienes dicen defender y representar la institucionalidad hacen todo lo posible por humillarla mientras quienes plantean cosas de la gente quedan en la más absoluta intemperie.
Cosas de un país que dice una cosa…y hace otra totalmente distinta.
Aunque nos duela.
Una sesión signada por el escándalo
La jornada había comenzado bajo el signo de la tensión. Los cruces entre los concejales Abud (UCR) y Rosso (AM) fueron subiendo de tono y enfervorizando a una barra notoriamente compuesta por seguidores de uno y otro bando de los que se enfrentaban por la continuidad de Vilma Baragioila en la presidencia del cuerpo.
Quienes asistieron a la sesión especial convocada para destituir a Vilma de su cargo fueron testigos de un montaje muy lejano a lo que debe ser un debate público y, sobre todo, a un intercambio básico de ideas en el que se supone que el otro debe ser escuchado.
Los diferentes bloques fueron a sostener sus posiciones en forma cerrada y definitiva. Tanto es así que nadie puede dejar de preguntarse si este sistema del debate público sigue teniendo sentido.
¿O no es una pérdida de tiempo una maratón de exposiciones en la que todos saben que es lo que el otro va a decir y que tampoco existe posibilidad alguna que lo cambie, aún que le demuestren su error?
Esta duda acerca del “debate” público alcanza también a la barra.
¿Es “el pueblo” el que allí está o son grupos organizados por los diferentes partidos para hostilizar o apoyar lo que allí se diga?. La respuesta es más que obvia.
Y cuando las cosas son así, amañadas y pre armadas, siempre aparece el diablo y mete la cola.
Y esta vez el diablo se llamó Carlos Pampillón -hay que reconocer que lo representa a la perfección- ese insólito dirigente de extrema derecha que se especializa en armar escándalos a cada paso, tal vez creyendo que como algún antecesor en el tiempo eso a la larga le traerá réditos de la mano de una sociedad atemorizada por la inseguridad y harta de la ineficiencia de la clase política que, como aquella de su numen lejano, pueda reclamar un liderazgo de “mano dura”…del que después por supuesto se arrepentirá.
Gritos, insultos, trompadas y dicen los testigos que hasta algún arma blanca se apropiaron del recinto obligando a suspender la sesión momentáneamente y a convocar a la policía y los paramédicos que al parecer son los que más trabajan en este tiempo democrático.
Tras el cuarto intermedio y con la tensión a flor de piel se reanudó el debate, que todos suponen maratónico, en el que cada uno dirá lo que venga a decir y -esperando que sin más trompadas mediante- volverá tranquilamente a su casa.
Hasta la próxima puesta en escena….perdón, sesión.