Los expertos llevan años avisando de los daños que esta droga legal suponen no sólo para quienes la consumen sino también para quienes les rodean.
La sentencia que se hizo pública este lunes que establecía que un padre de Córdoba se quedará sin la custodia compartida de sus hijos por fumar delante de ellos ha vuelto a poner sobre la mesa un problema sobre el que los expertos en tabaquismo llevan años alertando: los daños que esta droga hacen no sólo a quienes la consumen, sino a su descendencia.
Así, lo que ha dictado el juzgado de Córdoba podría teóricamente extrapolarse a un colectivo que, pese a los consejos de los médicos, no es pequeño: el de las madres gestantes fumadoras que continúan con su hábito pesé a su embarazo. Un estudio publicado en 2017 cifraba en casi un 13% el porcentaje de madres que seguían fumando embarazadas, aunque la cifra se refería a mujeres que habían dado a luz antes de 1966.
Según explica a EL ESPAÑOL el delegado del Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo Rodrigo Córdoba, se sabe “desde hace años” que el tabaco es peligroso para el niño “ya desde el momento de la concepción”, porque produce “cambios genéticos en el embrión”. Por supuesto, también es peligroso que fume el padre, y el riesgo se multiplicaría si son los dos fumadores.
De hecho, el experto subraya que en la consulta preconcepcional -cuando una pareja o una mujer consulta a su médico sobre la intención de convertirse en madre- ya se debería advertir lo malo que resulta el tabaquismo para el embrión y desaconsejar el abandono del hábito incluso antes del embarazo.
“Se han visto incluso casos extremos de hijos de madres fumadores que se han puesto a lamer ceniceros de bebés”, comenta. Y subraya que tener unos padres fumadores es el principal factor de riesgo para que un adolescente adquiera el hábito.
El mito de dejar de fumar y el estrés
Córdoba aprovecha para desmentir un mito que parece estar muy enquistado en la sociedad española: el que dice que para el feto de una mujer fumadora es mejor que su madre reduzca notablemente la cantidad de cigarrillos que consume que que lo deje del todo, debido al estrés que le produciría el abandono del hábito.
“No hay ninguna evidencia científica detrás de este consejo, algunos ginecólogos lo siguen diciendo pero por falta de formación o porque, al ser privados, tienen más interés en decir lo que la paciente que pagar quiere oír que la verdad”, especula.
Además, no tendría sentido reducir el número de cigarrillos ya que dicha disminución no se acompaña con una reducción proporcional de los efectos. “Por ejemplo, si reduces de 20 a 10 los pitillos, el riesgo no baja ni un 5%”, ejemplifica.
El experto señala que los hijos de madres fumadoras -no sólo durante la gestación, sino cuando el niño ya ha nacido- tienen una mayor tasa de asma infantil, de déficit de atención por hiperactividad y que incluso se ha visto asociación con algunos tipos de cáncer en la infancia, como ciertos tumores cerebrales.
Y entonces, ¿qué se puede hacer si una mujer fuma y es madre? La mejor opción, para Córdoba, es clara: dejarlo. Porque tampoco vale fumar en otra habitación: “La mayoría de los componentes son volátiles, gases que pasan por debajo de la puerta”.
Aunque el experto reconoce que la sentencia de Córdoba puede “considerarse exagerada”, le ve la parte positiva: “Permite a los padres reflexionar de un hecho que es muy grave”.
Desde luego, si esta sentencia se lleva a sus extremos se abren posibilidades infinitas. ¿Se podría quitar la custodia a cualquier padre o madre fumador? ¿qué sucede si son los dos los progenitores enganchados a la nicotina? Todo un mundo de incógnitas que quedan ahora por responder.