Beneficios de pertenecer

Asaltaron al fiscal Walter Martínez Soto y a su familia a punta de pistola. Se llevaron el auto, pero el mismo apareció enseguida apenas a 15 cuadras de donde ocurrió el robo.

«Los delincuentes han ganado las calles» dijo, a modo de verdad revelada, el fiscal Walter Martínez Soto al hablar del asalto que sufrió junto a su familia. Así describe el funcionario, casi como si fuera una novedad, lo que los marplatenses vivimos con angustia desde hace años sin que haya políticas serias que permitan avizorar un cambio de rumbo. La provincia está ausente mientras el municipio juega a atosigar a los «fisuras», como si eso solucionara algo.

La ciudad de la furia

La crónica policial de las últimas dos semanas recoge de todo: narcotráfico, entraderas, asaltos a comercios. La ciudad está sumergida en una ola delictual que no da tregua, sin que haya una respuesta seria por parte del gobierno provincial, que es quien debería hacerse cargo de bridarle seguridad a todos los bonaerenses.

Atrapado por su propia retórica, y pagando el precio de haberse vendido en campaña como la solución a un problema en el que el intendente en realidad no tiene ninguna injerencia significativa, Guillermo Montenegro trata de aparentar todo el tiempo que se está ocupando de que los vecinos de Mar del Plata puedan estar más tranquilos y así surgen las ridiculeces como los videos de la llamada Patrulla Municipal practicando con las armas no letales, o los sketchs para TikTok en los que los trapitos y «fisuras» —como los llama el Lord Mayor— se convierten en coprotagonistas involuntarios del acting de un empleado municipal que se hace el fiero delante de la cámara, como si con maltratar un rato a alguien se solucionara algún problema.

Pero la otra pata importante de este drama es el Poder Judicial, que vive en su propia burbuja de privilegios y que decide sobre la vida de todos desde un conjunto de creencias absurdas que no dejan de chocarse con la realidad. La teoría zaffaronista de que los delincuentes son víctimas incomprendidas que buscan, a través de la violencia, forzar la redistribución de la riqueza, pero porque no les queda otra, se muestra incompatible con la realidad de una ciudad que está atormentada por el accionar de verdaderos profesionales del delito, de gente que no sale a robar por desesperación, sino que ha encontrado en la violencia armada su forma de vida. Casi con jocundidad, las crónicas de las últimas semanas relatan el caso de un ladrón que, sorprendido por un cliente en pleno asalto, se hizo pasar por el empleado del negocio y se puso a atender. El trasfondo de la anécdota, sin embargo, es terrible: estamos hablando de una persona que está tan acostumbrada a robar, que ya se permite actuar de esta manera. Jorge Ernesto Granado cometió diez asaltos entre el 14 de agosto y el 2 de septiembre y estaba bajo libertad condicional luego de ser condenado a una pena de dos años y medio por el delito de robo. Como dijo Cristina allá por 2008: «La policía detiene y la Justicia libera y libera».

Pertenecer

Ante una ola de inseguridad tan grande, pareciera que ya nadie está a salvo. Sin embargo, pertenecer siempre tiene sus beneficios. La mayoría de los vecinos que se ven privados de lo suyo por delincuentes jamás reciben retribución ni justicia, sin que haya detenciones y mucho menos sin que se recupere aquello que les fue sustraído, pero hay algunos privilegiados que pareciera que nunca terminan teniendo que correr con esa suerte.

Hace poco menos de un mes, pasado el mediodía, en la esquina de Rawson y Alvear, una empleada judicial que trabaja en la Fiscalía de Delitos Económicos fue asaltada por dos delincuentes armados. Dice la crónica que los ladrones sorprendieron a la mujer, le apuntaron con un arma de fuego y que así fue que pudieron hacerse con su automóvil, con el que huyeron a toda velocidad.

La funcionaria pidió ayuda en el momento y, poco después, se hizo presente en la sede de la DDI para hacer la denuncia. Sin embargo, mientras estaban en pleno trámite, y apenas 40 minutos después de ocurrido el asalto, el vehículo apareció en la zona de Caraza y Goñi, a metros de un establecimiento educativo.

Cuando menos, curioso.

Asalto al fiscal

Hace pocos días, la ciudad se conmocionó al publicarse la noticia de que el fiscal Walter Martínez Soto, del Fuero de Responsabilidad Penal Juvenil, había sido asaltado junto a su familia cuando estaban por ingresar a su vivienda. Dos motochorros armados los sorprendieron y le apuntaron a la cabeza al hijo del funcionario para que éste les entregara el auto. Segundos más tarde, los delincuentes se alejaron del lugar habiéndose apropiado de dos celulares, algunos objetos personales y del vehículo.

En este caso, el fiscal no debió acercarse a ningún lado a hacer la denuncia para que el rodado apareciera: luego de un llamado al 911, y pasados apenas 15 minutos, el auto fue hallado en la zona de Ayacucho al 5100, es decir, a menos de un kilómetro y medio de donde había ocurrido el robo.

Beneficios de pertenecer…