Estafa internacional | Una empresa canadiense pretendía trabajar financiando operaciones de exportación de langostino. Los embaucaron, y ahora le empujan el juicio hacia adelante, porque la idea es que no cobren ni siquiera la garantía.
La cámara de apelaciones en lo Civil y Comercial integrada por los jueces Roberto Loustaunau y Ricardo Monerisi intervino para decidir al respecto de la competencia de un fallo que provenía del tribunal Civil 13 de esta ciudad, emitido en diciembre pasado. Allí, el juez Maximiliano Colangelo debía dar lugar a la ejecución de una hipoteca, que oficiaba como garantía para resarcir a una empresa extranjera que reclama haber sido perjudicado por varias firmas locales, operación en la que perdió un millón y medio de dólares. Las cosas acontecieron de una manera que puede reseñarse más o menos así.
Seapass Trading Inc. es una empresa canadiense con sede en Montreal, que se dedica a la comercialización de alimentos procesados y las materias primas correspondientes. En la primavera de 2016, Ignacio Rombalskile propuso a Seapass Trading trabajar con ciertas empresas en Argentina. La operación consistiría en financiar la exportación de langostinos y otras especies ictícolas hacia diversos destinos. Ellos le creyeron.
Pero quien proponía el negocio, Rombalski, a su vez ostentaba una excelente relación con Fabián Otero, y con Juan De Rosa, ambos con apellidos conocidos por la actividad portuaria local en diversos rubros.
Así fue que el acuerdo se puso en marcha desde finales del año 2016, y entonces la firma Seapass —siempre a través de Rombalski— comenzó a financiar la exportación de empresas argentinas: Coomarpes Ltda, Estremar S.A. e Insert S.A. La intervención de la empresa extranjera consistía en lo siguiente: Seapass adelantaba el 30% del total del monto de la operación de exportación a facturar. Una vez que se hubiera concretado la venta, los canadienses cobraban el 100% del monto comprometido, para luego girar el 70% a las empresas exportadoras, que era lo que le faltaba cobrar.
Por supuesto que a ese monto se le restaba una comisión, que era la ganancia de Seapass Trading por su intervención en la financiación. Estarían más que conformes, porque hasta ese momento la firma canadiense desconocía que Insert S.A. ya se encontraba en concurso de acreedores. Es decir, que no era de mucha garantía.
Las cosas comenzaron a complicarse claramente entre marzo y abril de 2017: un temporal afectó seriamente toda la zona, desde Comodoro Rivadavia hasta Mar del Plata, por lo que la empresa Insert informó que no podía cumplir con lo pactado porque había sufrido la pérdida total de varios contenedores.
La firma explicó que se abastecía de materia prima a través de barcos armadores que provenían de Comodoro Rivadavia, y que por eso habían perdido 200 toneladas de langostino por el temporal, lo cual ponía en jaque las ventas ya pactadas.
La empresa Seapass estaba lejos, y solicitó varias veces que se enviaran las fotos de lo acontecido, así como el informe de la empresa aseguradora, lo cual hubiera sido prueba suficiente de un evento meteorológico que produce pérdidas, pero esto no pasó. Nunca pudieron comprobar que esos contenedores de langostino realmente existían, y que se habían perdido como consecuencia del temporal.
Las acciones comerciales
La empresa extranjera aun no sabía qué pasaba, y aceptó participar de un plan para recuperar los adelantos dados, a través una nueva inversión por parte de Seapass. De esa manera, se haría una nueva compra de materia prima, siempre y cuando los canadienses le dieran a la empresa Insert SA el dinero necesario. Necesitaban financiar su reprocesamiento en Mar del Plata, para lograr con éxito la exportación.
El acuerdo era compartir las ganancias por la exportación para que fuera posible devolver la inversión anterior, e ir pagando la deuda que se había generado. Pero justamente fue, en este momento, que Seapass se enteró que Insert ya estaba en concurso de acreedores, y entonces solicitó una garantía para continuar con el curso de la operación. A falta de más aval, consiguió que se pusiera en juego una hipoteca en segundo grado sobre la planta en Mar del Plata, que en realidad era propiedad de otra empresa: Guacars.
Stuart Anderson es el representante de la empresa Seapass Trading Inc. en nuestro país. En entrevista con la 99.9, relató la forma en la que se fue construyendo un proceso complejo que hoy está en manos de la justicia. “Al principio fue muy bien, tuvimos muchos negocios con Alemania, Irlanda y empresas con las que seguimos trabajando como Coomarpes”, explicó.
La empresa canadiense, que antes de estos eventos se había dedicado con más énfasis al comercio con carnes, se asomaba al negocio del langostino, e inmediatamente recibía las noticas del temporal que azotaba al fin del mundo, cuyas consecuencias realmente desconocía. Agregaba Anderson: “Rombalski representó a muchas empresas para hacer negocios en Argentina. Con algunos de ellos seguimos trabajando, y cuando comenzamos a hacerlo con Insert, había datos que no nos cerraban. A partir de esa inundación y pérdida de productos que estaban pagados, empezó a haber problemas porque pedían más inversión para comprar el langostino que se perdió”.
No obstante, la empresa volvió a apostar por el negocio: armaron un plan para tratar de salir adelante y traer la materia prima necesaria a Mar del Plata para que la operación de exportación finalmente se produjera. Pero claro, los canadienses pedían fotos de los nuevos contenedores antes de enviar más adelantos de dinero: son honestos, pero no querían seguir perdiendo.
Explica Anderson: “Después de varios envíos, de un contenedor no llegaron los documentos. Nos empezaron a decir que tenían demoras; pero cuando empezamos a averiguar qué pasaba, se había vendido”.
La empresa canadiense comenzó a investigar, y allí se enteró de que había un todo un entramado de empresas que desembocaban en el servicio que Insert S.A. brindaba, pero que era difícil encontrar a los verdaderos responsables: la empresa ya estaba en concurso.
“En Canadá, la gente está dispuesta a hacer negocios, es gente honesta. La idea siempre fue seguir trabajando para que la gente no se quede sin trabajo. La mano de obra y los sindicatos en Argentina son complicados. Pero detrás de Insert había una estructura atrás manejada por Otero y De Rosa que era muy complicada”, explica el gerente de la empresa extranjera que seguramente no puede creer el lío en el que se metieron.
El juicio
“Sentimos que fue una estafa, un engaño, no hay otra forma de expresarlo”, dice el gerente cuando relata que se encuentran en medio de un juicio por el cual quieren reclamar casi un millón y medio de dólares. Sucede que las empresas han apelado ante la Cámara pidiendo la nulidad de lo actuado, y que el proceso se inicie nuevamente en Buenos Aires.
La única garantía es una hipoteca de un bien inmueble. Pero, la planta de procesamiento se encuentra en un local a nombre de Guacars, que es formalmente el dueño del lugar. Insert era la exportadora pero, a su vez, la mano de obra necesaria para esta producción de langostino fue aportada por una cooperativa de trabajo. El personal permanente de administración y control de calidad fue proporcionado por otra cuarta empresa, que se llamaba Superior Service, que ya no existe porque fue rápidamente dada de baja. Es decir ni Guacars, ni Insert, tienen su propio personal a cargo.
Quizá sea posible pensar —sin ser demasiado perspicaz— que Guacars, Insert, Superior Service y la empresa Nuncio De Rosa hayan sido administrados por un mismo equipo contable, el que se desempeñaba en las oficinas del inmueble de Nuncio de Rosa de la calle 12 de Octubre. Claro, en Mar del Plata, donde ahora se niegan a que se lleve adelante el juicio. Aunque también había personal administrativo en las oficinas de la empresa Guacars, todos los reportes por ellos generados eran enviados a la empresa Nuncio De Rosa.
Claro que una seria pericia puede asegurar el curso que tuvieron los documentos administrativos necesarios para toda la operación. Por ejemplo, podría verificar emails enviados desde el correo electrónico del contador Daniel Bengoa a Seapass, en el cual se detalla un stock inexistente, porque desaparecieron 40 toneladas de pescado. Hay proformas enviadas que fueron firmadas por Fabián Otero, cuyo objeto era acreditar una producción que en realidad no existía.
Ahora restará saber el curso legal de los hechos. Si las chicanas técnicas de los abogados logran definitivamente la nulidad del juicio, confirmaremos que se puede ser tan impune en este país, que por supuesto, los inversores nos tienen terror. Más claro…