Mientras la ciudad recibe inversiones para cuatro proyectos urbanos importantes, un sector de la dirigencia pretende direccionar el recurso y usarlo para arreglar las escaleras del Centenario.
El barrio Centenario se creó en el año 1978, y las primeras viviendas fueron entregadas a sus ocupantes en 1981. No se terminó de habitar hasta finales de la década del ochenta, cuando se hizo entrega y posesión de las últimas unidades habitacionales. Mientras, la obra estuvo en marcha con sus idas y vueltas y con sus debates acerca de la calidad de los materiales y la gran duda argentina: ¿cuánto dinero requirió la obra completa?
Muy lejos quedaron aquellos primeros años de la década del ochenta, donde 1.600 familias cumplieron el noble sueño de la casa propia. Había alegría entre los vecinos. Intentaban mejoras para el lugar. Caminar por los pasillos, era asistir a una competencia de ver quien tenía mejor cuidado el parque interno que acompañaba la urbanización.
Pero fueron pasando los años, los distintos ciclos críticos, la Argentina se empobreció, y la gente no estuvo al margen de eso. Y los gobiernos no prestaron la atención que correspondía porque, una vez encaminada la finalización de la obra, el FONAVI y el Instituto Nacional de la Vivienda delegaron su responsabilidad a la provincia de Buenos Aires. De allí en más, los vecinos asumieron la administración completa de los tres consorcios que componen el barrio.
El espinel
Con el paso del tiempo, las falencias fueron apareciendo, a pesar de que en las primeras etapas la política se mantenía vinculada al barrio por medio de los distintos referentes que tenían un trabajo territorial en la zona y en articulación con otras entidades como la Sociedad de Fomento de Bernardino Rivadavia, donde está emplazado el barrio.
Y, de cara a cada elección, los candidatos caminaban el Centenario: así pasaron Ángel Roig, Mario Russak, Juan Garivoto, Carlos Arroyo, y hasta Carlos Menem, quien recorrió en 1989 la calle interior que atraviesa el barrio saludando a la gente desde el «Menemovil».
Luego, los problemas se fueron haciendo más agudos y a los políticos se les fueron acortando los tentáculos y la influencia sobre las personas. La convivencia vecinal se hizo difícil de llevar por los disturbios y la delincuencia. Los reclamos empezaron a resonar con mayor frecuencia. Se puso una delegación de policía y destacaron a Prefectura, pero la tensión no bajó. Y, lo que antes era una oportunidad de votos, empezó a transformarse en una ocasión «piantavotos» desde la mirada electoralista.
En la última década, se multiplicaron aquellos conflictos de difícil solución que ya se vislumbraban con el cambio de siglo, entre ellos, los problemas de infraestructura, que empezaron a tener preponderancia. A propósito de esto, en la gestión del ex intendente Gustavo Pulti se eligió realizar un polideportivo barrial con natatorio incluido, y se miró para otro lado al pedido desesperado por mejorar las escaleras de los accesos a los departamentos o una mayor acción policial.
Por estos días ya hay escaleras que se derrumbaron de manera real y concreta porque no tuvieron el mantenimiento necesario con el paso de las cuatro décadas que tiene complejo habitacional. Y, aunque la responsabilidad no le atañe a la comuna, la gente siente que, como ciudadana, está desamparada y sin respuestas, sin ni siquiera una palabra de simple acompañamiento.
Alcanza con repasar el archivo de N&P para observar como muchas voces fueron advirtiendo de esta situación con el paso de los años: Jun Carlos Mesia, Viviana Aranda, o Virginia son sólo algunos de los testimonios recogidos a lo largo del tiempo.
Espejitos de colores
Uno de los tres Defensores del Pueblo de General Pueyrredon, Daniel Barragán, levantó la bandera en defensa de los vecinos, la misma que alguna vez estuvo, legítimamente, en manos del ex concejal del espacio de Margarita Stolbizer, el radical Guillermo Schutrump. Pero, esta vez, Barragán eligió ilusionar a los habitantes del barrio yendo por un camino que no será conducente, planteando que la Municipalidad se ponga el casco de reparador del problema de las escaleras, intentando que manotee el dinero que, en concepto de compensaciones urbanísticas, debería ingresar para ser invertido en mejoras para todos los marplatenses. Esa plata de las compensaciones urbanísticas llegará de los nuevos proyectos inmobiliarios especialmente pensados para reparar pasivos urbanos importantes que dejan un vacío enorme en la ciudad, como puede ser lo que alguna vez era el hueco que dejó el Hotel Hurlingam.
Ahora, el Defensor dice que con esa plata alcanzaría, aunque no están a la vista dos datos claves: cuál es el valor de las compensaciones, y cuánto dinero se requiere para solucionar el problema de las frágiles escaleras. Hasta logró el acompañamiento del obispo diocesano Gabriel Mestre quien, en la sede del Obispado, lo recibió junto con los vecinos del Centenario. Después de eso se emitió opinión desde la Pastoral de los Barrios y de Mestre mismo, la cual se publicó en medios locales y se interpretó como un apoyo explícito de la Iglesia —y de Mestre en particular— a la propuesta embanderada por Barragán.
Sin embargo, algunos todavía hacen uso del sentido común y no se sonrojan al decirle a la gente las cosas como son: el concejal radical Daniel Núñez recogió el tema y opinó en los micrófonos de la 99.9 acerca de cuáles deben ser los destinos de las compensaciones que el Defensor del Pueblo propone orientar hacia el Centenario.
«Se plantea una compensación a un lugar donde el municipio no puede hacer lo que se propone. Hemos dicho que las inversiones son por proyectos bienvenidos, porque servirán para resolver los problemas de pasivos urbanos y embellecer la ciudad. Y también planteamos que tiene que haber una compensación por esos emprendimientos y una zona que puede recibirlas es el distrito tecnológico», señaló Núñez.
En el mismo sentido explicó que la compensación que se plantean para el barrio Centenario es un engaño a la gente, porque es una responsabilidad ajena a la Municipalidad. Y dijo que en la reunión de la comisión de Legislación del Concejo Deliberante, donde recibió a los vecinos, se les aclaró que «esto le corresponde resolverlo al Instituto Provincial de la Vivienda». Además, comentó que el municipio no ha abandonado al barrio porque está presente con una sala de salud, servicios educativos y un polideportivo, pero si advirtió que «se está desviando la atención e ilusionando a los vecinos con algo que no corresponde».
Otra vez, el Centenario vuelve a ser el caballito de batalla de un sector de la dirigencia que hace política carroñera: buscan poner a los vecinos en contra de una gestión municipal, manipulando la opinión pública y diciéndole a la gente cosas que no son aplicables a una posible solución.
Como le sucediera al ex intendente Carlos Arroyo, al que le llevaron el problema hasta la puerta del despacho principal, ahora otro dispositivo para confundir está golpeando las puertas de la oficina que atiende el actual jefe comunal Guillermo Montenegro.
Y el presente es más complejo que el pasado, porque con las compensaciones urbanísticas como instrumento económico, se expone a la gestión a la disyuntiva política de elegir entre tomar un recurso y usarlo para algo que no está facultado, o asumir que, de no complacer la necesidad de los vecinos, se le achacarán a las actuales autoridades, por siempre, que teniendo la plata no quisieron llevarle una mejora a 1.600 familias al arreglar las escaleras. Muy desfachatado.