Cuentaporotos

La justicia dijo que Hernán Mourelle no injurió a Guillermo Costanzo, por lo que el derrotado contador municipal deberá asumir que su dignidad no fue afectada, y que los dichos del el ex secretario de Hacienda están en línea con la apreciación que tienen de él en Tribunales.

No le fue bien al contador municipal, Guillermo Costanzo, en su intento de lograr una resolución gravosa contra el ex secretario de Hacienda, Hernán Mourelle, en los tribunales de Mar del Plata. Costanzo había iniciado una demanda contra Mourelle por «daños y perjuicios por afectación a la dignidad», pero no logró una sentencia a su favor.

Allá por el mes de marzo, en primera instancia, había recibido la negativa de la Justicia cuando pretendía que se lo arrinconara judicialmente al entonces funcionario de la gestión del ex intendente Carlos Arroyo, aduciendo en un expediente judicial haber sido mancillado en su honor por los dichos que oportunamente había lanzado Mourelle.

¿Cuáles eran esos dichos? Mourelle hablaba de «mafias corporativas», de «mala praxis» en la gestión, y de intenciones de «desviar fondos», todas frases que el ex secretario de Hacienda expresaba en medios periodísticos y que constan en la sentencia judicial emanada de la Sala Tercera de la Cámara de Apelación en lo Civil y Comercial del Departamento Judicial Mar del Plata a la que tuvo acceso N&P.

Pero la justicia dijo lo suyo, y es que, lo que Mourelle decía, era en contexto de su defensa mediática, que se trataba de descripciones que hacía sobre situaciones de posible afectación de los recursos de los vecinos y que, en todo caso, estaba dando, libremente, y en ejercicio de su derecho de expresión, su punto de vista sobre hechos que se ventilaban en la opinión pública pero no en un expediente judicial. Ergo, si no había denuncia de aquello en la justicia, tampoco habría una afrenta al honor del quejoso.

Aquellos hechos

Durante la gestión del ex intendente Carlos Fernando Arroyo su secretario de Hacienda, Mourelle, se había propuesto reducir los gastos de la comuna, razón por la cual asumió que era necesario revisar varias cuentas. Entre ellas, estaban las bonificaciones que percibían los docentes municipales y que venían de acuerdos políticos que habían nacido varias décadas atrás, como una manera de reparar el salario docente.

No es un dato menor decir que las gestiones tanto radicales como pultistas habían sostenido un status quo respecto de no tocar las bonificaciones docentes, entendiendo que se trataba de acuerdos alcanzados entre la política y el sindicalismo, que habían llevado a una mejora salarial para los maestros, y que esa era una bandera que el Sindicato de Trabajadores Municipales no iba a resignar. De hecho, en ese tiempo hubo fuerte tensión, con huelgas de parte del STM contra la gestión de Arroyo, y acompañamiento político de los bloques de la oposición en el Concejo Deliberante, que militaban el conflicto impulsando convocatorias a los funcionarios al Concejo y hasta intentaban interpelaciones.

Entre los puntos cruciales de la batalla que se libró en la Administración Municipal, estaban las marchas y contramarchas que se advertían en la Contaduría: cuando el secretario de Hacienda daba alguna orden política, solía recibir cuestionamientos del contador municipal, que es quien tiene la lapicera en términos reales al amparo de la Ley Orgánica de las Municipalidades, ya que su cargo de ley le otorga una jerarquía mayor a la de los funcionarios políticos.

La efervescencia era alta. Aquellos desencuentros —motivados más desde la política que desde la praxis de la gestión— fueron abriendo una brecha profunda entre Mourelle y Costanzo, que fue alimentada por los bloques políticos del kirchnerismo y Acción Marplatense, y más tarde también el radicalismo, ya que en cada sesión donde hubo movilización de trabajadores afectados por las decisiones políticas de la gestión de Arroyo, los concejales exponían más la crisis para lograr una fugaz adhesión pasajera o alguna mejor ubicación personal en las crónicas de los portales informativos del día.

Entre todo ese ruido, hubo afectados: personal municipal que reportaba en las áreas en conflicto pueden atestiguar sobre la tensión que se sentía en el ala San Martín del Palacio Municipal, donde están ubicadas las oficinas del sector contable. Y hubo muchas críticas de ida y de vuelta, fundamentalmente con expresiones públicas que el ex secretario realizaba en los medios de comunicación.

Frente a eso, los jueces entendieron que «la libertad de expresarse no puede ser objeto de sanción cuando lo afirmado versa sobre cuestiones de interés público» y esto tiene que ver con las descripciones que Mourelle hacía sobre los hechos que transcurrían en aquellos días, que venían con una fuerte intención de demeritar su gestión, a la que ya había colocado en el centro de una operación de pinzas donde desde el sindicalismo municipal, por un lado, y los bloques políticos de la oposición, por el otro, lanzaban acusaciones para desprestigiar su trabajo y los resultados del gobierno de turno.

Dice la sentencia, además, que las expresiones de Mourelle en la prensa eran a modo de defensa y que «no revestían el carácter de manifestaciones injuriantes o vejatorios requerido para dar nacimiento al deber de reparar».

A contar porotos

Se puede advertir, a todas luces, que hubo una importante tensión entre los dichos de Mourelle para defenderse y la apreciación de Costanzo acerca del efecto que podría tener sobre su persona las palabras del demandado. Y así lo ven los jueces, también, aunque afirman que no alcanza para que haya un daño al honor porque, además, también existía un derecho en Mourelle de expresarse en libertad.

Sin embargo, no debe soslayarse que esa tensión que se reflejaba en esa disputa era el emergente de lo que pasaba en el circuito político institucional de la comuna, con un Ejecutivo intentando gestionar con una idea puntual, y un Deliberativo que intentaba obstaculizar aquellos intentos de gestión, recurriendo a la desacreditación de los funcionarios y la manipulación de los hechos para caricaturizarlos cuantas veces podía.

En síntesis, y acerca del controvertido en cuestión, Costanzo había iniciado su demanda contra Mourelle por daños y perjuicios por afectación a la dignidad. El primer revés lo tuvo cuando la jueza Gabriela de Sábato, titular del Juzgado Civil y Comercial N° 6 le sentenció en contra por no tener razón en el reclamo, exponiendo que «el vencido» debía afrontar las costas del proceso.

Ahora, con fecha 5 de julio, la Sala Tercera de la Cámara de Apelación en lo Civil y Comercial del Departamento Judicial Mar del Plata, a cargo de los jueces Alfredo Eduardo Méndez y Rodrigo Hernán Cataldo, confirmó la sentencia del 9 de marzo donde De Sábato ya le marcaba a Costanzo que estaba equivocado.

Lo que deja en claro la justicia es que la dignidad de Costanzo no ha sido afectada. Por lo menos así lo entiende en dos instancias muy precisas. En todo caso, será por imperio del Derecho que el dolido deberá asumir que esa es la dignidad que los estrados observan que él tiene, y no otra.