
Le llegó el turno de la llamada «generación Z» de protagonizar las muestras de descontento frente al poder alrededor del mundo. ¿Qué símbolos elige una generación que reniega de las estructuras e instituciones de sus mayores?
Nacidos entre los mediados de los 90 y principios de la década de 2010, la primera generación de «nativos digitales» que creció con acceso a internet, teléfonos inteligentes y redes sociales se encuentra ahora en la edad de la rebeldía. Son estos jóvenes los que, a lo ancho y largo del mundo, están protagonizando hoy en día las protestas contra el poder.
El desafío de enfrentar a quienes ejercen el monopolio de la violencia sin escalar el conflicto y encontrando formas de ganar la simpatía del público en general —que es la única manera de lograr pacíficamente que se produzcan cambios— no es nuevo: desde Mahatma Gandhi, los hippies en Estados Unidos y las silenciosas marchas de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, la historia ha sido testigo de un sinfín de estrategias distintas, algunas más exitosas que otras, algunas con legados más probos que otros. Hoy, los protestantes de la generación Z parecen haber abrazado con fuerza el viejo concepto de la llamada «frivolidad táctica», un concepto que nació con los bufones de la edad media y que consiste, básicamente, en ridiculizar al poder: ¿cuán serio puede ser el conflicto, si los manifestantes están disfrazados de ranas, o enarbolan la bandera de un personaje pirata salido de un animé?
Portland y las ranas
Hace algunas semanas se hizo viral un video en el que se ve a un agente rociar gas pimienta en la válvula de aire de un traje inflable de rana que vestía uno de los manifestantes que en Portland, Óregon, protestaban en contra de las acciones llevadas adelante por ICE, la fuerza antimigrantes de Estados Unidos.
La escena tuvo un especial impacto porque se ve claramente lo desmedido de la acción represiva, ya que una persona vestida con un traje inflable de rana difícilmente pueda representar una amenaza para nadie.
Casi inmediatamente la presencia de estos trajes en las manifestaciones se multiplicaron y, en otras ciudades de Estados Unidos, empezaron a aparecer afiches con mensajes anti ICE ilustrados con estas mismas ranas. Así se disparó, casi espontáneamente, lo que en redes se dio en llamar Operation Inflation, una iniciativa que busca participar de estas protestas vistiendo este tipo de disfraces. A las ranas se sumaron ahora patos, unicornios, hongos, etc. Cuando más estrafalario y ridículo el disfraz, mejor.
Luffy, el One Piece y la bandera pirata
En 1997 se comenzó a publicar en Japón uno de los mangas más exitosos de todos los tiempos, One Piece, del autor Eiichiro Oda, el cual se convirtió en uno de los mayores éxitos de la historia de la plataforma de streaming Netflix luego del estreno de su adaptación en modalidad live action.
Si bien el disparador de la historia del manga es el inicio de la gran era pirata luego de que, al momento de ser ejecutado públicamente, el Rey de los Piratas, Gold Roger, anuncia que el mayor tesoro de todos, el One Piece permanece oculto en algún rincón del mundo, esta compleja historia habla de muchos otros temas: está la cuestión de la familia por elección, el perseguir los sueños a pesar de todos los desafíos y, por supuesto, el desafío a la autoridad y la búsqueda de justicia.
En los últimos meses, en lugares tan diversos como Nepal, Perú o Marruecos, los manifestantes pertenecientes a la generación Z han tomado como emblema la calavera sonriente con sombrero de paja que es la que identifica a los protagonistas de esta serie para identificarse. Ante el fracaso de los símbolos y emblemas de la revolución que enarbolaron otras generaciones, los zoomers buscan en trabajos de ficción sus propias formas de identificarse.
¿Y por casa?
Mientras en Nepal la gente copa las calles para protestar por un bloqueo masivo de las redes sociales con la excusa de proteger así la seguridad nacional, en Marruecos se ven las protestas más masivas en años luego de que ocho mujeres embarazadas murieran en la misma noche por falta de insumos y de médicos, y en Perú los manifestantes resisten fuertemente los cambios que se quieren impulsar en el sistema previsional, en Argentina la generación Z encontró otro símbolo que promete ese cambio que buscan: Javier Milei.
A pesar del denodado esfuerzo de los medios metropolitanos de instalar un clima de crispación social a raíz del escándalo de Libra, las manifestaciones por los sueldos de Garraham, las sospechas de corrupción relacionadas con las prestaciones a discapacitados o la resucitada polémica en torno al monto de las jubilaciones, es claro que la juventud del país apoya al actual gobierno y, más específicamente, al presidente Javier Milei.
Milei se presenta aún como un antisitema, como un anticasta, y ese relato parece convencer a quienes quieren ver un cambio. También, la condena a Cristina Fernández —a pesar del fútil intento de instalarlo como una proscripción política— le demuestra a los jóvenes que nuestro país está frente a una nueva era, donde la Justicia sí responde ante los casos de corrupción.
Hay muchos que aún no entienden que los medios tradicionales ya perdieron su capacidad de moldear la opinión pública. La realidad es que, si hoy estuviera al aire 678, los zoomers no lo verían. Los intentos de instalar escándalos que afecten la imagen del gobierno nacional permanecen ignorados por una generación que no le presta oídos a esas viejas voces.
El futuro será moldeado por fuerzas distintas, que no estaban en juego hasta hace muy poco tiempo. Hay muchos que todavía no la ven mientras que hay otros que ya se subieron a ese mismo tren hace largo rato.
