Dominó

Cayó Segovia y ahora se desploman otras fichas: el Comisario Mayor Pontoriero, Dirección General de Drogas, y el Comisario Alejandro Lencina, jefe del Comando de Prevención Rural de Rauch. Les perdieron el miedo, y ahora llueven las denuncias.

La caída de José Luis Segovia parece haber fracturado finalmente el blindaje de impunidad del que disfrutaban varios jefes de la Policía Bonaerense: ahora, los subalternos se animan a denunciar. En esta semana se dieron dos casos emblemáticos que muestran cómo esta rancia estructura de corrupción y protección empieza a desmoronarse.

Allanamientos y horas CORES

La causa que culminó con la detención del Comisario Mayor Claudio Damián Pontoriero se inició a través de una denuncia anónima, en donde se exponían dos situaciones gravosas: sustracción de dinero en efectivo en el marco de los allanamientos que realizaba la Dirección General de Investigaciones del Tráfico de Drogas Ilícitas de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, y la asignación irregular y apropiación indebida de «horas CORES».

En la denuncia anónima se adjuntan dos audios en donde queda expuesto el mecanismo para la apropiación de dinero durante los allanamientos: la mecánica era que, en algún momento, se creaba algún tipo de distracción para que los testigos no se percataran de la sustracción de parte de las sumas secuestradas. En este caso, el oficial que relata los procedimientos se queja por la manera en que se comportaron sus superiores, diciendo que apenas habían podido «rescatar» $50.000 para cada uno de los participantes en el esquema delictivo.

La transcipción del primero de los audios dice: «Pero yo ya hablé con JONY y bueno pudimos rescatar algo en definitiva nos quedó 50.000 pesos a cada uno… nos iba a quedar más pero bueno como te digo el BATI en primera instancia se llamó, porque le hice escribir dos actas viste una a mí y una DURAN… DURAN al final fue al domicilio a cargo del domicilio con JONY y BARREIRO y el buche del JEFE con el JEFE y yo fui a cargo de lo que era la plaza así que bueno después me llama después que hicimos todo el secuestro todo el obviamente el JEFE estaba adelante el secuestro y le hizo sacar a JONY la plata y ponerla arriba de un escritorio para sacarle la foto o sea que vieron cuánta plata había y cuando sale, me dice, le dice a JONY que cargue todo y que después si quiere hacer alguna movida, que la haga en la delegación… cuando yo llego me dice lo mismo el JEFE a mí, decile al pibe este que no vaya solo a la habitación, que no se desespere por la plata en la habitación, que lo tiene que hacer bien y lo tiene que hacer en la delegación y que no iba a haber problema… yo cuando dijo así yo dije este me va a venir a pedir plata, dicho y hecho me llama el BATI en la delegación me llama a mí, la llama a MARIANA y nos cierra la puerta y nos dice, me dice a mí delante MARIANA, Leo bueno ahí el JEFE dijo que estaba todo bien, fíjate que podes rescatar… digo BATI no puedo rescatar mucho porque estábamos delante de los testigos y el JEFE nos hizo sacar toda la plata y ponerla arriba del escritorio o sea un estupidez y así que los fajos no se pueden bajar mucho tampoco… y bueno me dijo, bueno de lo que pueda rescatar tené en cuenta que MARIANA estuvo a cargo el domicilio para y escribir el acta también, así que y bueno y también le va a tener que tirar algo al JEFE porque el la autoriza hacer esto, pero hay que dejarle algo».

Pero la denuncia anónima también exhibe el mecanismo por el cual los oficiales superiores obligan a los agentes a rendirle en efectivo parte de lo que perciben por la asignación de «horas CORES». Esto se condice con la hipótesis del fiscal Marcos Pagella, que es que existe una estructura de corrupción que atraviesa a toda la Policía de la Provincia de Buenos Aires.

«Dicho mecanismo funcionaría de la siguiente manera: el titular de cada dependencia selecciona a una determinada cantidad de efectivos a quienes se les asigna, por lo general, un cupo mensual de “horas CORES”. De los emolumentos percibidos en tal concepto, los cuales se cobran conjuntamente con el sueldo el primer día hábil de cada mes, los beneficiarios de las mismas deben “devolver” entre el 50 y el 70% de lo cobrado, en dinero efectivo constante y sonante. Esta “devolución”, o sea la entrega material del dinero, se realiza prácticamente al momento del cobro del salario directamente al Jefe de la dependencia o bien a un funcionario de su confianza designado por aquél. Luego, el dinero recaudado de esa manera, previo descuento de las sumas que le corresponden al primer eslabón de esta ilegal cadena de recaudación, sería entregado a las máximas autoridades departamentales y/o a la Superintendencia respectiva, para finalmente ser elevado a la Jefatura provincial», dice el Fiscal General.

Durante los allanamientos de la Dirección General de Investigaciones del Tráfico de Drogas Ilícitas de la Policía de la Provincia de Buenos Aires se encontró en el despacho de Pontoriero un bolso con $650.000, lo que motivó la detención del Comisario Mayor.

Acosador, ¿y violador?

Pero aún más indignante es el caso del Comisario Alejandro Lencina, a quien ya se le han probado situaciones muy claras de acoso sexual contra sus subalternas, pero que también está señalado —por ahora, sólo a través de posteos en redes sociales— como un presunto violador serial.

La remoción se efectivizó en los últimos días de la semana pasada, pero la denuncia fue presentada hace ya algunas semanas, cuando una agente de la policía se animó a presentarse ante la justicia. Se trata de una mujer que no es oriunda de Rauch y que egresó recientemente de la Escuela de Policía Juan Vucetich. Primero, se presentó ante el área de Seguridad del municipio y luego radicó su denuncia en la Justicia. Inmediatamente, otras subalternas de Lencina se animaron a denunciarlo, algunas de ellas a través de redes sociales.

Una de las situaciones de abuso sucedió en el container adaptado que funciona como sede del Comando de Prevención Rural Rauch. Cuenta la víctima: «estaba con la puerta abierta del container, porque estaba el solcito justo. Yo sentada […] y él dando vueltas por ahí, y veo que cierra la puerta. Y le digo: ¿qué onda? Si se está ventilando, ¿por qué cierra? Y se me acerca lentamente, hablándome de cualquier otra cosa y yo en eso me paro, porque ya me sentía incómoda. Y ahí es donde me arrincona, y me intenta dar un beso. Obviamente, digo “intenta” porque yo lo saqué, yo misma hice fuerza para atrás con mi cabeza para salir de esa situación. Ahí mismo, con las dos manos me empieza a manosear: una mano en mis partes íntimas y con la otra me toca las tetas. Y ahí es donde me dice que él tenía muchas ganas, que eso me pasaba por bonita, y que por favor le deje tocarme el culo».

La situación no terminó allí. Unos días más tarde, la agente vuelve a encontrarse con su jefe mientras estaba de ayudante de guardia: «Me dice “¿Qué te pasa? ¿Estás deprimida? Pegate un tiro, tomá el arma”. Ahí el loco me da el arma de él, donde yo le respondo “no me parece nada gracioso, tampoco nada agradable que esté jugando con el arma” y él me dice “Pero la mía está descargada, uno conoce su arma, ¿o no?” y empezó a reírse».

Parte de los elementos de prueba con los que cuenta la Justicia es una grabación de varios minutos en los que Lencina habla con una de sus subalternas. El contenido de su discurso es netamente de índole sexual, hablando de los atributos físicos que le gustan de las mujeres, las posiciones sexuales que prefiere, y cómo —según él— todos sus subalternos mantienen relaciones sexuales entre ellos. Un enfermo.

Pero el elemento más grave de esta historia, es una denuncia contra Lencina que se publicó a través de redes sociales. El posteo dice: «Justicia por mí, y por todas. Merecés que te saquen de la policía por todas esas veces que nos acosaste verbalmente, donde nos manoseabas, donde abusabas de tu poder amenazándonos con que si hablábamos, nos trasladabas. Que sabías dónde vivíamos. Que no nos enojemos, porque nuestro trabajo y destino dependía de vos. Por todas esas veces que nos dejabas en la guardia para acosarnos. Por todos a los que trasladaste porque creías que eran un obstáculo para estar con nosotras».

El posteo cierra con una denuncia brutal: «Cuando confirmaste que violabas mujeres. Que entrabas a la casa. Las golpeabas. Las violabas y que les acababas una vez que estaban tiradas en el piso porque no merecían tu semen. Sos un hijo de puta».

Los subalternos ya no tienen miedo, y se están animando a denunciar. La caída de Segovia puede ser la primera ficha de un dominó que termine por derribar de punta a punta una de las estructuras de corrupción más grandes de la historia de nuestro país.