El loco de la fiscalía

Central982

Judicial Mar del Plata | Es el momento del reciclaje. Los funcionarios políticos transforman su pasado a la velocidad del rayo, y los popes judiciales los siguen de cerca. Pero no todo es reciclable: hay pasados y pasados. Prostitución y muerte en el pasado de “la Feliz”.

Algo habrán hecho” eran las palabras con las que Marisa, la madama más poderosa de los privados de La Perla, intimidaba a las chicas que tenía cautivas en su casa ejerciendo la prostitución, por más que hubieran llegado hasta allí respondiendo un aviso clasificado que pedía recepcionista. Eso era lo que decía cada vez que alguna mujer aparecía muerta, u otra compañera desaparecía de su casa. Su verdadero nombre era Pilar de las Mercedes Zamora Peralta, y se fugó con una parte importante de la verdad. Ella era la que les decía a las chicas que si hacían algo por escapar o no le hacían caso, las iba a hacer desaparecer con sus amigos policías, y que ellas ya sabían que tenía muchos contactos: “va a salir un recuadrito chiquito en el diario diciendo que desapareció otra prostituta”, les decía.

Estos hechos ya forman parte de la historia de la ciudad, que en un momento tuvo el tristísimo récord que la llevó a ocupar las primeras planas de los diarios del país. Parecía imparable la ola de asesinatos y desapariciones forzadas de mujeres, la mayoría de ellas vinculadas con el ejercicio la prostitución. En determinado momento fue tan inmanejable, que una de las organizaciones no gubernamentales que se ocupaba de recoger información sobre cada caso vinculado llegó a afirmar que las víctimas eran 28. Fue un escándalo del que esta ciudad no querría haber participado jamás.

Pero así fueron las cosas, y cuando la justicia comenzó a indagar en la vida que rodeaba a las desaparecidas, sus clientes y modo de desempeñar su labor, se enteró de que la red que controlaba la prostitución en la ciudad estaba liderada por funcionarios policiales, municipales y hasta judiciales. Quecada policía cobraba una tasa por cada una de las mujeres que ocupara un sitio en la llamada Zona Roja a cambio de protección. Y que los policías que pasaban a recoger el dinero eran plenamente identificables, así como el sector de la policía para el cual recaudaban.

Se supo que la mujer que se resistía a aportar era detenida y golpeada por los policías en cuestión, y que en las fiestas a las cuales eran llevadas, había personalidades de todo orden. Muchos coches oficiales y personas que no había que nombrar.

Pero a la hora de la verdad, siempre hay alguien que habla para mejorar su situación, y uno de los poderosos que apareció nombrado numerosas veces en elcaso de las prostitutasdesaparecidas fue el fiscal Marcelo García Berro, a quien, lejos de detenerlo, se lo premió con un  ascenso, a pesar de haber reconocido en su declaración que era un consumidor habitual de prostitutas. No había forma de que lo negara: todos los testigos hablaban de él y de su coche, y de las llamadas telefónicas a una de las desaparecidas a la que se decía le había regalado un anillo.

Marcelo García Berro -quien oportunamente fuera separado de su cargo de fiscal federal de Mar del Plata por decisión de la Procuración General de la Nación- fue sobreseído en 2006, una vez que la causa que se le seguía por encubrimiento prescribió, porque sus cófrades hicieron todo lo posible para que así sucediera: guardaron la carpetita y nunca lo llamaron a declarar después de los hechos de 2002.

El cliente

García Berro no podía negar su vinculación con al menos una de las prostitutas desaparecidas a finales de los noventa, por lo cual aparece nombrado en el expediente de la causa en infinitas oportunidades. En la agenda personal de Verónica Andrea Chávez, fue hallada la leyenda “Marcelo (oficina abogado) Chevrolet Corsa 5187 (Poder Judicial)”.

En el momento de la investigación, el Poder Judicial había solicitado que se enviaran a la ciudad agentes judiciales que colaboraran en la confección del expediente, que en un primer momento había sido instruida por la policía ya que así lo permitía e antiguo código hoy reformado. La novedad del momento era la utilización del sistema Excalibur, a través del cual la justicia pudo establecer que el fiscal García Berro telefoneaba asiduamente a cabarets del barrio La Perla.

Pero no sólo fue eso lo que lo comprometió: testigos diversos, aun sin conocerlo, mencionaron un vehículo como el suyo en cercanías de la vivienda de Chávez. A partir de allí fue que el entonces juez penal Pedro Federico Hooft consignó que el fiscal utilizaba coches oficiales para frecuentar la Zona Roja marplatense, y también teléfonos de su trabajo para los mismos fines. La pregunta era: ¿se trataba sólo de un cliente, o estaba vinculado con el negocio? ¿Qué tenía que ver el fiscal con las muertes? Si algunas de las chicas muertas habían estado en problemas con la policía por negarse a pagar el canon o por cobrar a los clientes menos de lo establecido para esa esquina, ¿por qué había un fiscal relacionado con eso? ¿Por qué su Corsa había sido visto tantas veces, y su nombre vinculado a las víctimas?

Según cuentan las crónicas de la época, fue precisamente la Cámara de Apelaciones la quedeclaró la incompetencia de la justicia provincial, y girólas actuaciones a la justicia federal. De esa manera permitió que el fiscal federal Marcelo García Berro fuera juzgado por sus compañeros de fuero en la causa 3891 en el Juzgado Federal Nº 3, Secretaría nº 8.
En agosto de 2004, Facundo Capparelli, como juez transitorio, resuelve declararse competente, en contra deldictamen fiscal de Alejandra Perroud, quien luego fue separada de la causa. El fiscal que la reemplazó no apeló la declaración de competencia. Todo en contra de seguir investigando, todo impedía averiguar más allá de lo recomendable. Durante más de 8 años, Capparelli y el imputado por encubrimiento Marcelo García Berro habían compartido funciones en el Tribunal Oral Federal de Mar del Plata.

Los testigos

En esta causa declaró Alejandra, que relató haber salido con García Berro porque era fiscal, y que en esas salidas el funcionario ponía música “hitlerista” en el auto, le hablaba de drogas, y que en una oportunidad la amenazó con que le pasaría algo a sus hijos si no accedía a sus requerimientos.

También en la causa apareceel testimonio de Claudia, que reconoce a García Berro como el cliente que le pidió dos prostitutas y “dos travestis” para una fiesta privada.

Como los marplatenses recuerdan, cuando todo comenzó se creyó que los homicidios de mujeres y las desapariciones eran obra de un supuesto asesino serial, bautizado como “El loco de la ruta”, en virtud del sitio donde eran abandonados ciertos cadáveres mutilados. Luego, avanzada la investigación, se descubrió la existencia de toda una banda integrada por policías y civiles, incluyendo madamas y rufianes.

En definitiva, en aquella sentencia del juez Pedro Hooft se estableció que los policías Lines Ayala y Oscar Lizarraga serían condenados por el delito de asociación ilícita, en cuyo marco se habría producido la desaparición forzada de Ana María Nores, Silvana Caraballo y Verónica Chávez, ya que la red policial y civil habría explotado a las mujeres en el ejercicio de la prostitución, quienes estaban obligadas aentregar dinero a tres unidadesdiferentes de la policía a cambio de no ser detenidas, o bajo amenazas aún peores.

En sus declaraciones, los policías condenados dieron ante el juez detalles de la cadena de mandos a la cual pertenecían, y ambos apuntaron a Alberto Iturburu, el policía que no “rendía a nadie” porque trabajaba directamente con la jefatura de la Departamental. Iturburu, decían, consumía gran cantidad de estupefacientes, vivía apostando en el casino, y disfrutaba de golpear a las prostitutas de la calle.Él habría sido el novio de Verónica Chávez, mujer que compartía ni más ni menos que con el fiscal García Berro, al decir de los acusados.

Todos rememoraron la participación del policía Daniel Iglesias -apodado Toti-, que era uno de los que las golpeaba si se resistían a pagar,y también de RobertoOmar Shiarkey. Todos concurrían al privado de calle Salta 1337, allanado por orden del juez, que era regenteado por la prófuga Pilar de las Mercedes Peralta Zamora, verdadero terror para las prostitutas cautivas, que eran allí golpeadas salvajemente con conocimiento del personal policial. Ella fue defendida por al abogado Cristian Moix, quien la protegía en el momento de los allanamientos, cuando la madama no cesaba de presionar a las prostitutas para que hablaran en su favor. Más de una vez, dijeron, alguna cautiva se fugó tirándose por las ventanas al patio trasero, desde donde pedían ayuda al vecino.

En este marco de crueldad apareció mencionado el fiscal Marcelo García Berro. En medio de esta calamidad se veía permanentemente el Corsa con patente oficial. Uno de los policías dijo, en medio de su relato, cuando daba a conocer dichos y rumores: “a esa la mató un fiscal”.