Una empresaria denuncia la venta fraudulenta de una empresa de la que es accionista. Encima, se encuentra con que los denunciados son defendidos por el presidente del Concejo Deliberante, Ariel Ciano. Pobre gente la de esta ciudad. La realidad judicial y política no solamente está mal, sino que huele peor.
“Usted vio cómo son las cosas en el puerto”, dijo Graciela Espósito en la entrevista que diera para la 99.9 el último lunes 23: “todo parece como de mal olor”. Y la metáfora parece literal cuando se tiene en cuenta el enorme descuido ambiental de la zona, que hace que huela como huele.
Pero ella se refería a otra cosa. Hablaba precisamente de un ámbito comercial y empresario muy cerrado, donde las familias se conocen mucho, y los corrillos se hacen sentir en los bares de la calle 12 de Octubre antes de que se conozcan en los escritorios de tribunales.
El mal olor en sentido figurado venía de que la persona a la que ella denunciaba por administración fraudulenta y vaciamiento de empresa ante la Fiscalía de Delitos Económicos N° 10 de esta ciudad iba a ser defendida, ni más ni menos, que por Ariel Ciano, hoy presidente del Honorable Concejo Deliberante, quien además supo ser jefe de los fiscales en ese mismo fuero, es decir de aquellos que hoy entenderán en la causa en cuestión.
La incompatibilidad parece manifiesta, pero la impunidad imperante en este partido hace que Ciano ni siquiera haya recurrido a la vieja artimaña de participar en la causa con la firma de otro letrado. Es él mismo el que rubrica y sella. Si los papeles se lo permiten, parece que la ética también.
Y el mal olor del que habla Espósito llega al punto de delinear cifras, unas con muchos ceros que son las que se mencionan en los bares del puerto, como posible recompensa al ex fiscal por hacerse cargo de defender este chanchullo. ¿Será posible? ¿Qué cifra verde es lo suficientemente generosa como para justificar este incendio?
Como si esto fuera poco, Ciano también viene de ser secretario de Gobierno, es decir que se ha entendido con el delegado de la zona Puerto, que seguramente tendrá participación en el asunto. De hecho, y según asegura Espósito, los fiscales David Bruna y Marcos Pagella, que entienden en la causa, han consultado a la comuna acerca de la situación de su empresa Salfish S.A. ante la administración de esta municipalidad, y a pesar de que la nota se envió el 13 de junio, aún no han respondido nada.
La venta trucha
Graciela Espósito y Marcos Jesús Rodríguez denunciaron a Diego Salvatore por administración fraudulenta, vaciamiento de empresa y autorización de actos indebidos. Sucede que el tal Diego Salvatore es sobrino de Espósito, y su socio en la titularidad de la empresa Salfish SA. Por cuestiones administrativas, la firma suscribió un fideicomiso con el nombre de Buena Pesca: se trata de la planta procesadora de pescados frescos y congelados ubicada en Ortiz de Zárate 3237 del puerto de Mar del Plata.
Dicho frigorífico había sido noticia reiterada en los últimos dos años, luego de que estuviese tomado por unos 90 trabajadores en 2011, quienes reclamaron indemnización cuando la planta dejó de funcionar. Las demandas continuaron ante el nuevo propietario, Leonardo Espósito (un homónimo de la denunciante, con el que no guarda relación familiar) y su firma Ichibán. En los últimos días, la protesta cesó, luego que el empresario pagara 4.000 pesos en tres cuotas a un tercio de los obreros que continuaban reclamando sus derechos.
La cuestión era más o menos así: Diego Salvatore – el denunciado- reunía el 50% del fideicomiso de Salfish S.A., Graciela Espósito el 25%, y su pareja Marcos Rodríguez, el otro 25%. Los dos últimos hoy denuncian la venta trucha.
El 8 de julio de 2011 se celebró entre Salfish S.A. como fiduciante, y Chiara Mare SA, como fiduciaria, el contrato de fideicomiso denominado Buena Pesca. Pero Salvatore no firmó, sino que en su representación figuraba, como presidenta del directorio de Chiara Mare, su prima hermana, Eugenia Nadie Berman.
Ella se fue a Mendoza, y allí vendió -en nombre de Chiara Mare- el frigorífico. Y se lo vendió a Débora Carolina Grohmann, la novia del presidente real de la firma compradora, Ichibán SA, llamado Leonardo Espósito. Pero esta operación la llevó a cabo a espaldas del resto de los socios, es decir, Graciela Espósito y Rodríguez. Por eso hoy denuncian la operación.
El contrato de venta se celebró el 31 de octubre de 2012, por escritura ante la notaria Estela Maris Carrizo de la ciudad de Mendoza. Allí, Chiara Mare, en su carácter de fiduciaria, vendió la planta pesquera constitutiva del patrimonio fideicomitido, que consiste en cuatro inmuebles que se individualizan en la escritura respectiva, a favor de Ichibán SA.
La primera pregunta es por qué irse a Mendoza a vender una planta marplatense de pescado marplatense, cuando la firma compradora también es local. Según la denuncia, la novia de Salvatore vive en esa ciudad, y lleva adelante parte del programa llamado Pescado Popular, junto con las autoridades de gobierno.
Pero lo peor del caso es el proceso de vaciamiento: los damnificados denunciaron que la venta se realizó sin que se pagara un solo peso. Parece que la firma compradora se comprometió a pagar 42 cuotas, la primera con vencimiento el 31 de julio de 2013, por un precio total de medio millón de dólares. Es decir que, aunque esas cuotas realmente se pagaran en los plazos establecidos, el precio total es irrisorio frente al real valor del inmueble. Una trampa de manual.
¿Y ahora qué?
Por supuesto que el comprador, Leonardo Espósito, niega toda vinculación con el vendedor Salvatore. Pero las pruebas dicen lo contrario, y su vínculo con Salvatore se estrecha. Hasta parece que se criaron en la misma casa, porque resulta que el domicilio legal de Ichibán SA –la firma compradora- es Don Orione 73, sitio donde vive la madre de Diego Salvatore, Olga Ana Álvarez, y donde vivió Diego hasta que se mudó al Bosque Peralta Ramos. Es el mismo domicilio que brindó Diego Salvatore en la IPP 160.939 “Salvatore Diego José s/Defraudación, Fiscalía Nº 9 del Departamento Judicial Mar del Plata”, que impulsó un empresario español. ¿Viven juntos y no se conocen?
Por eso la socia hoy denunciante está tan indignada. Sobre todo porque ella se vio venir la estafa y presentó una medida cautelar que no prosperó: solicitaba que no se permitiera a Salvatore realizar ninguna operación sin el aval del resto de los socios, o al menos su efectiva notificación previa. A los 30 días de que se solicitara la medida se concretó la venta.
“No voy a parar aunque me llamen a indagatoria, aunque tenga que pagar, igual lo voy a hacer”, dice Graciela Espósito, que sabe que lleva las de perder en una causa en la que el estafador es defendido por el ex fiscal de Delitos Económicos que ahora se enfrenta a quienes fueron sus subordinados. “Obviamente que hay mucho dinero en juego”, dice; “acá en el puerto, todo se sabe”.
Contradiciendo cualquier argumentación, Salvatore afirma en su presentación de defensa, que el fideicomiso se celebró con el fin de que el patrimonio pudiera resguardarse a través de una firma completamente diferente de Salfish S.A., para administrarla e incluso venderla. Es decir que considera no se ha cometido delito alguno, y hasta ve impropio que se haya acudido al fuero penal para dirimir estas cuestiones. No era posible esperar menos, ya que incluso niega cualquier vinculación de su prima, la que suscribe la venta, con la empresa en cuestión.
“Acá el ambiente es muy pesado”, dijo la empresaria hablando del ámbito portuario en el que se desempeña habitualmente. Y no queda más que darle la razón. Sobre todo cuando la visión nostálgica que los habitantes de la ciudad tienen del trabajo portuario, aquella de la postal de las familias trabajadoras que provenían de la inmigración italiana y construían su pequeño patrimonio con esfuerzo y sudor, se ve ahora opacada con tanto negocio fraudulento. Porque la pesca aparece en las noticias porque la cocaína se despacha dentro del pescado, o porque los aportes jubilatorios de los obreros son dilapidados por un empresario turbio. El puerto guarda un nicho de grandes negocios, unos blancos y esforzados, y otros como éste, que huelen a diablos.