Pandemia mundial | En la semana de los falsos positivos, la población teme más por su salud. Nadie sabe bien qué es verdad y qué no, porque se perdió la certeza en los testeos. Encima, los enfermos de patologías comunes empeoran por desatención: ni se acercan a las clínicas.
Tras los primeros casos de SARS-CoV-2, el mundo sufrió la rápida propagación en el primer trimestre de 2020: a principios de marzo se declaraba la pandemia mundial. En diferentes regiones del mundo, el sistema de salud colapsaba, por lo que el resto de la población proponía medidas preventivas ante el temor de arribar a la misma situación.
En la Argentina, el aislamiento social preventivo y obligatorio fue efectivo para reducir la propagación del virus, aunque también trajo consigo que muchos enfermos cancelaran consultas y procedimientos médicos lo que hoy podría estar agravando las enfermedades preexistentes. Hablamos de las afecciones cardiovasculares, por ejemplo, primera causa de muerte a nivel global, ya que representa el 31% del total.
El efecto del COVID-19 tiene distintas aristas de análisis. Uno de ellos, es el impacto que ha tenido en el desarrollo del sistema de salud asociado a otras patologías graves en Argentina. Hoy, el miedo de los pacientes a consultar sería el mayor causante de la disminución de la asistencia a los centros de salud y de diagnóstico, lo cual inevitablemente empeorará nuestras cifras. La calidad y el acceso a la salud son la base de la reducción de enfermedades, como las cardiovasculares, tal como se había podido observar en las últimas décadas.
Recientemente, Gerardo Bozovich —coordinador de la Dirección Médica en ADECRA— alertó en su entrevista para la 99.9 sobre los alcances de la desatención de tratamientos en patologías graves, lo que puede determinar muertes y discapacidades a futuro. ADECRA es una asociación que reúne clínicas y hospitales privados, y son sus integrantes los que están alertando sobre la disminución de estudios de diagnóstico e intervenciones terapéuticas para enfermedades no transmisibles.
Decía Bozovich: “hay enfermedades —que son las principales en causas de discapacidad y muerte— que continúan presentes, y es necesario prestarles atención sostenida. Tenemos todas las enfermedades habituales, más el coronavirus”.
Miedo y más miedo
Lo cierto es que los pacientes no quieren acercarse a un nosocomio para prácticas habituales por miedo al contagio, pero las consultas no están prohibidas ni mucho menos: “aquí nos preparamos para una rápida diseminación del virus y se suspendieron atenciones de consultorios y estudios programados. Afortunadamente, eso no ocurrió, y se produjo un escenario no anticipado y paradójico. Hay instalaciones que tienen un 50% de ocupación pero con ausencia de tratamiento para el resto de las patologías. Hay una desatención no anticipada”.
Hay que hacer hincapié en la necesidad de continuar los tratamientos: “todos optaron por centrar atención en el coronavirus que no es lo único que existe. No contamos el daño por desatención de otras enfermedades, los sanatorios y hospitales son los que han tomado mayores medidas contra el coronavirus, no son un lugar de contagio masivo”.
Ahora sabemos que la falta de atención en ciertas patologías puede provocar muchas muertes absolutamente innecesarias. Recientemente ha caído un 60% la cantidad de ingresos por infartos en emergencia, y el médico explica que un infarto cursado en la casa tiene un 30% de posibilidades de muerte, cuando en una clínica es del 3%, pero el bombardeo de cifras constantes en los medios hizo que se perdieran las prioridades. El tratamiento de quimioterapia cayó también un 16%, lo cual se va a pagar más con muertes.
Pero convengamos que todo parece ser parte de la gran confusión a la que nos ha llevado una epidemia inédita para el mundo moderno. Esta semana, la novedad han sido los llamados falsos positivos, es decir las personas a las que se les ha diagnosticado el virus, y sin embargo un segundo hisopado no les confirmó la enfermedad. ¿Cómo es posible?
Peligrosa impericia
La investigadora del CONICET Luciana Barbini explicó para la 99.9 que el análisis PCR es lo suficientemente sensible como para que no arroje resultados erróneos, ya que incluso puede detectar una pequeña cantidad de carga viral, como la que pueden presentar los llamados pacientes asintomáticos. El análisis es muy sensible: los casos de falsos positivos, a su criterio, deben provenir de ciertos errores de procedimiento. Pueden ser cometidos a la hora de tomar la muestra del hisopado, o de procesarla en el laboratorio.
Explicaba la científica que la técnica de PCR detecta el genoma viral y es altamente sensible y específica, pero aclaró que no es una técnica sencilla ya que tiene cierta complejidad para ser realizada en los laboratorios. Necesita de un entrenamiento del personal que lo va a realizar, y la utilización de kits comerciales que estén realmente revalidados para el procedimiento. Los laboratorios que lo realicen tienen que estar preparados y en condiciones de hacerlo, es decir, autorizados.
Barbini explicaba los detalles de la labor de precisión profesional que implica el testeo: “Si uno sabe de biología molecular, puede estudiar cuáles son las características de ese kit comercial está utilizando. Y sabe si lo que está detectando se lo puede adjudicar al COVID 19, y no a otro virus. Tenemos que tener criterio para criticar cuán bueno es el kit, porque el que te lo está vendiendo siempre te va a decir que es el mejor. Además, los estudios se tienen que hacer realmente cuando corresponde: para confirmar un caso sospechoso o en los contactos de los casos confirmados”.
Especificó que las muestras que no están bien tomadas o bien conservadas pueden arrojar un resultado falso, y la alta sensibilidad del test hace que tenga mucho riesgo de contaminación en el laboratorio. Por eso, detallaba que es necesario que el espacio físico donde se realiza la pre-amplificación de la cadena del virus no se utilice ningún instrumental que se haya usado en otras partes del laboratorio, porque podrían contaminar la muestra.
Finalmente, la profesional concluyó que la solución sería revisar todos los protocolos: “porque cada uno debe pensar que está haciendo las cosas bien”, pero según explicó, la ciencia prevé controles que permiten verificar los resultados. Así, los resultados se hacen confiables.
El mundo ha cambiado. Los ciudadanos comunes aparecemos cada vez más desamparados, y más obligados a aprender de todo para lograr defender nuestra vida. Ahora, de la enfermedad. De los malos análisis. De las drogas inútiles que promueve un presidente.
Para agosto de 2020, en el mundo se estima una mortalidad acumulada por ECV cercana a los 12 millones. Un manejo imperfecto de los pacientes cardiovasculares puede tener una consecuencia de gran magnitud en la calidad y expectativa de vida de nuestra población. Los informes especializados indican que el posible impacto colateral de la pandemia en la salud cardiovascular puede ser enorme. Para evitar más complicaciones, la población debería ser educada sobre estos riesgos y cómo manejarse, ya que los pacientes cardiovasculares deberían continuar realizando sus controles médicos y procedimientos, tomando todos los recaudos para no contagiarse o diseminar SARS-CoV-2 en la población. A juzgar por el colapso de los sistemas de salud observado en países como Italia y España, en Argentina podríamos estar enfrentando un escenario mucho peor de incremento de muertes no relacionadas a COVID-19 por desatención de enfermedades. Si a esto se suma la crisis de credibilidad en los testeos, la información contradictoria acerca de la efectividad de las medidas de cuidado, así como la desidia que siempre pone su cuota de gravedad a cualquier situación simple, Latinoamérica entera enfrentará un escenario más complicados que el que ha afectado al resto de los continentes. La información es la clave, pero también la información fidedigna, de calidad, prudente y sostenida en la ciencia.