Cambio de nombre | Una resolución administrativa le dice a Florencio Aldrey Iglesias que debe cambiar el nombre del shopping. El edificio del Estado nunca debió modificar su denominación, ya que la concesión sólo le permite explotar la Estación Terminal Sur, que, por supuesto, no es suya.
Como en una novela de García Márquez, el monarca desea con fruición impensada que todo en el pueblo tenga su nombre. El empresario local, de menos monta que un soberano, sin duda tiene aspiraciones homólogas: licitó un predio del Estado para su reciclado y refuncionalización, y en menos de lo que canta un gallo le había puesto su propio nombre. Nadie pensaba que se iba a atrever, cuando aún las dos manzanas históricas estaban pobladas de excavadoras y obreros de la empresa constructora más grande de la ciudad. Pero sí, se atrevió.
Y se atrevió porque podía, porque nadie le iba a decir que no, ni iba a cuestionar su decisión, que durante años ha sido inapelable en la comarca, como dueño de una serie de emprendimientos imperiales que le han asegurado los amigos apropiados, que canjea por favores de manera también adecuada.
Cómo logró importar una escultura de Botero sin pagar los impuestos que implicaría traer al país una obra de arte de semejante valor, es una pregunta que se responde fácilmente teniendo en cuenta todo lo antedicho: dijo que se la regalaba a la ciudad de Mar del Plata, para que fuera emplazada en la Plaza del Milenio. Era un donativo al Estado comunal, que terminó adornando el patio central de un emprendimiento que Florencio bautizaría en su honor. Es decir, tiene su propio shopping, que debió ser centro cultural, con la escultura de Botero en el patio, que debió estar en una plaza. Y encima con su propio nombre, cundo debió llamarse como siempre se llamó: Estación Terminal Sur.
Ahora, el secretario de Legal y Técnica de la comuna, Gustavo Gil de Muro, explica que hay una resolución administrativa que intima a la firma licitante a cesar en el uso de ese nombre de fantasía sobre un bien que es propiedad del Estado, simplemente porque no corresponde. Y debe hacerlo en un plazo perentorio, porque ni en el pliego de licitación ni en el contrato de explotación se establece que se pueda llamar así. Es un bien público concesionado. Pero como el pliego de condiciones establece que ante un conflicto las partes se obligan a participar de un espacio de negociación previa a cualquier instancia judicial, se hace necesario imponer un sitio de mediación, que se llevará a cabo el 24 de mayo.
La historia
Nadie que haya vivido en esta ciudad desconoce el valor simbólico e histórico del predio de dos manzanas delimitadas por las calles Sarmiento, Las Heras, Alberti y Garay, en el que hasta hace pocos años funcionaba la Estación Terminal de ómnibus de la ciudad. Se trata de un espacio único, un sitio que perteneció históricamente al Estado nacional, que fue luego cedido a la provincia de Buenos Aires, y de allí a dominio del Estado comunal. Pero el lugar es único también por su afectación cultural y patrimonial, que nunca fue modificada, como lo establece el artículo 3 del pliego de licitación. Por esa razón, el aspecto fundamental de la licitación no puede ser modificado: la función cultural que se otorgaría al predio, y no la comercial.
Pero don Florencio se olvidó del pliego, y de lo que establecían los compromisos firmados. Hasta se olvidó del nombre del Centro Cultural Estación Terminal Sur, y del contrato de concesión 0926/12.
Ahora, el intendente de la ciudad -por el memorándum 46- requirió a la Subsecretaría Legal y Técnica un estudio e informe referido a la unidad licitada, y a la utilización del nombre de fantasía Paseo Aldrey Cultural y Comercial, que no guarda correspondencia con la denominación prevista durante todo el proceso comprendido desde la presentación de la iniciativa privada de la firma Emprendimientos Terminal S.A., hasta la adjudicación del uso y explotación de la unidad fiscal llamada Centro Cultural Estación Terminal Sur. Allí se estableció que fue la Ordenanza 20.657 -promulgada por el decreto 18/12- la que autorizó el llamado a licitación Pública, referido a un único inmueble. Se aclaró que ni en las ordenanzas 20.657 y 20.916, ni en los decretos 311/12 y 1824/12, ni en el contrato de concesión registrado bajo el número 0926/12 se alude a más de una Unidad Fiscal, ni tampoco se discrimina a la misma en una zona cultural y otra zona comercial con tratamiento particularizado. Ninguno de esos documentos autoriza el uso de un nombre de fantasía para la explotación de algún sector en particular.
El Pliego de Bases y Condiciones que rige el llamado a licitación pública 4/12 no contempla en ningún momento que la concesionaria Emprendimientos Terminal S.A. haya estado facultada para desarrollar actividades en el complejo Centro Cultural Estación Terminal Sur con una denominación distinta a la impuesta en las normas bajo análisis. Fin de la cuestión.
Para atrás
Como resultado de todo lo expuesto, la decisión será notificar a la firma concesionaria Emprendimientos Terminal S.A. para que, en plazo perentorio e improrrogable, simplemente le cambie el nombre indebido, y vuelva a usar el correcto, Centro Cultural Estación Terminal Sur.
Por cómo va la cosa, los funcionarios se la ven venir. Obviamente, no va a hacer caso: le indican que debe participar de una instancia administrativa de consenso, en la sede de la Secretaría de Obras y Planeamiento Urbano, el 24 de mayo de 2017, para firmar en un acta la fecha de cesación. La instancia aquí prevista tendrá un término de funcionamiento, perentorio e improrrogable, de 10 días hábiles contados desde la fecha fijada para su comienzo.
Si no saca los carteles que dicen Aldrey, la municipalidad los va a sacar, con la colaboración del Ente Municipal de Servicios Urbanos y el Ente Municipal de Vialidad y Alumbrado Público: “Ante el supuesto de verificarse el incumplimiento de lo previsto en el Artículo 4º, proceder a arbitrar los medios a sus alcances conducentes a hacer efectivo el retiro de los soportes publicitarios y promocionales, por sí o Administración, cuyas erogaciones quedarán a cargo de EMPRENDIMIENTOS TERMINAL S.A., y se reflejarán en el estado tributario de las cuentas que afectan a la Unidad Fiscal “Centro Cultural Estación Terminal Sur”.
El impacto de la resolución fue tal, que el mismísimo patrón llamó a todos sus contactos, amenazó y buscó interlocutores para conseguir reiniciar el diálogo y estirar los plazos, pero no tuvo demasiado éxito. Dicen las malas lenguas que, desesperado por semejante revés a su ego desbordado, llamó a Joaquín de la Torre, ministro de Gobierno de la provincia de Buenos Aires, para expresar su descontento. Y que el funcionario cometió el error de levantar su teléfono y quejarse de que no había sido consultado para la resolución definitiva. Le respondieron que nada tenían que consultarle, y que la resolución ajustada al pliego es irrevocable.
Pero además se dice que la posible llamada que hiciera De la Torre -intendente con licencia en San Miguel- tampoco era inocente ni desinteresada: el ministro no podía quedar fuera de las decisiones en estas cuestiones locales porque parece que, en realidad, sus ambiciones se dirigían a armar con Lucas Fiorini una línea propia en Cambiemos Mar del Plata, por supuesto si lograba el apoyo de La Capital. Pero no le salió. La jugada marplatense lo sorprendió a él, y sorprendió a otros, porque los funcionarios que llevaron a cabo la investigación de los recursos administrativos guardaron absoluto silencio por ocho meses, el tiempo que insumió el desarrollo de este trabajo técnico. Una vez que la decisión salió a la luz, los medios locales cerraron filas y nadie la dio a conocer.
De ahora en más, los días pasarán rápido porque los plazos son exiguos. Cumplidos los tiempos previstos, se preparan las cámaras para la foto del año, cuando los carteles pomposos estén en las veredas. Los tiempos cambian. Florencio debería saber que no hay nombre que permanezca para siempre en la cima de las marquesinas.