El entorno del poder | El fiscal llamó a declarar al empresario acusado de balear a dos jóvenes en la costa. Se trata de un amigo del vicepresidente Amado Boudou, y vinculado al poder por todos lados. Por supuesto, recién un año después van a escuchar su versión.
Anda a los tiros pero sigue en libertad. Como en una película del lejano oeste, un poderoso empresario, si vive en la Argentina, puede arreglar sus problemas de tránsito a golpe de balazo, y permanecer en libertad un año después, asegurándose de que el fiscal no pueda caratular la causa como intento de homicidio, y tenga que contentarse con la figura de lesiones graves.
En medio de la noche, dos autos estaban a la par en uno de los semáforos de la costa. Sus conductores pueden haber protagonizado una discusión de tránsito o no, eso da lo mismo. Da igual que el conductor del Toyota Corolla color champagne le haya dicho a los pibes “¿qué mirás?”, o no. Da lo mismo finalmente que los pibes manejen fatal, o que el menor que conducía el Renault Twingo haya o no haya hecho tal o cual maniobra. Nada justifica que el adulto haya iniciado una persecución que obligó a los pibes a remontar Falucho en contramano desde la costa, para huir de la amenaza del hombre armado. Ese adulto armado sería Rodolfo Usuna, amigo del Vicepresidente de la Nación y concuñado de su hermano menor, Juan Boudou.
El fiscal Fernando Castro está a cargo de la investigación, e intenta determinar qué sucedió. Gabriela Cabrera, madre del chico que conducía el auto aquella noche, relató en la emisora 99.9 lo siguiente: “Lo que ocurrió es que iban por la costa y más o menos en el semáforo de Mc Donalds, a las 10 de la noche, se les apareció un hombre en un Toyota Corolla de color gris que les hacía señas de luces. En ese semáforo se les para al lado, les baja el vidrio y les empieza a gritar. Ahí ven que el hombre se agacha y saca un arma”. Luego, continuó: “mi hijo se asustó y aceleró. En Falucho y la costa pensaron que los alcanzaban, y él dobló hacia arriba. Desde la costa, el señor del Toyota Corolla le apuntó al auto y le disparó. El tiro pegó en el apoyacabezas y el otro chico instintivamente se tiró sobre mi hijo, por lo que el disparo le dio en el brazo”. El conductor del Corolla había huido de la escena sin dejar rastros.
Pero también hubo allí otro coche. Un Fiat Uno conducido por un chico que conocía a los del Renaut, y llevaba a bordo a varias chicas. Todos vieron la locura que se había desatado, y también tomaron nota de la patente del Toyota. De ahí surge que el auto era conducido por Rodolfo Usuna, quien tiene una tarjeta azul que lo habilita, porque el rodado está patentado a nombre de su mujer.
Los chicos a bordo del Twingo baleado eran dos: a uno de ellos la bala le dio en el brazo y le fracturó el húmero. Debió ser intervenido quirúrgicamente por esa lesión, y fueron cuatro horas de quirófano, porque el balazo le había roto el brazo en tres partes.
Esa misma noche del 28 de junio de 2014, todos habían terminado en el sanatorio EMHSA, en medio de una enorme confusión, con familias asustadas que no entendían nada. “Da miedo mirar cómo quedó el auto”, dijo la madre.
Enojada, sin entender lo que sucedió y buscando que se aclaren las dudas, Gabriela seguirá adelante: “El allanamiento se hizo como 5 días después de que sucedió el hecho, y cuando ya se había dado a conocer por todos lados”.
El afortunado
“Rodolfo Usuna está siendo investigado, no está imputado”, había dicho en el marco de la causa el fiscal interviniente, Fernando Castro. En principio, anticipó que reclama al municipio el envío de las cámaras de seguridad de la zona, e incluso algunas cuadras más, para ver si es posible apreciar la circulación de estos dos vehículos. Todo lento y demorado.
Cuando allanaron la casa del amigo de Boudou, encontraron la tarjeta azul de ese vehículo: “Cuando hicimos el allanamiento en la casa de la calle Roca al 800, a los pocos minutos apareció esta persona con el vehículo y pudimos registrarlo. No tenemos ni arma, ni cápsula de proyectil”, dijo Castro.
La jueza Lucrecia Bustos autorizó el operativo que realizó personal policial de la provincia. Nada parecía demasiado sólido, hasta que las víctimas identificaron a aquel hombre de unos 55 años, de cabello ligeramente ondulado y lentes de leer sobre la cabeza: cuando se realizó la identificación en tribunales, dijeron que era él.
¿Pero quién es Usuna? Como recordarán todos quienes hayan estado aquí en los 90, Rubén “Chiquito” Venturino fue uno de los empresarios más florecientes de Mar del Plata. Monopolizó durante más de tres décadas la recolección de residuos de la ciudad, con un contrato municipal de más un millón de pesos mensuales. Tenía un hijo y cuatro hijas. Las jóvenes estaban en pareja con muchachos sin experiencia en los negocios: Claudia se casó con Juan Ignacio Letamendía, Rosana con Rodolfo Usuna, Verónica -la menor- con Juan Bautista Boudou. Cecilia Venturino tuvo un noviazgo con Amado Boudou.
En sus primeros pasos en la actividad empresarial, el actual vicepresidente escaló rápidamente en la firma recolectora, Venturino SA, y llegó a ser su gerente comercial. Pero en poco tiempo la sociedad terminó en la ruina, con enormes deudas: el resultado fue uno de los juicios más importantes que afrontó Mar del Plata.
En aquel momento, Venturino parecía imparable, así que decidió montar el complejo recreativo Waterland, recordado por sus juegos acuáticos, bungalows y piletas. El lugar, encima del relleno sanitario de la ruta 88, se convirtió en un éxito, y allí se abrió la discoteca Frisco Bay: la más convocante de la noche de la Ciudad Feliz.
Allí, un jovencísimo Amado Boudou se destacó como DJ y organizador de eventos. Se lo conocía como Emé, y aseguran que era el preferido del matrimonio Venturino.
El empresario Rodolfo Usuna había iniciado así su carrera de vinculación permanente con el poder económico. Luego se lo vinculó con Fernando Villaverde y el escándalo de la ONCAA, y hoy afirman que es representante de la firma Reef. Pero nunca dejó de ser el amigo de Boudou.
Bajo la alfombra
Cuando se lo identificó como el conductor del Toyota, y por lo tanto el autor de los disparos, dijo y remarcó que era inocente, que todo lo que estaba sucediendo formaba parte de una maniobra para atribuirle responsabilidad en un delito que no había cometido. En definitiva, dijo que no era él quien el 27 de junio había disparado contra un vehículo, ni herido a uno de sus jóvenes ocupantes, durante una discusión de tránsito.
Su versión se conoció cuando compareció en la fiscalía. Allí Usuna dijo que, al momento del hecho, se encontraba en su casa cenando junto a su esposa, su hija y una amiga de la familia.
Los elementos incriminatorios son decisivos: las declaraciones del joven herido de bala, Santiago Sevo, de veinte años, y su amigo Agustín Novoa, que ahora tiene 18, y era quien conducía el automóvil marca Renault. Ambos lo sindicaron como autor del hecho. Sin embargo, para la defensa del acusado, ejercida por el abogado Wenceslao Méndez, existen inconsistencias en la investigación. Tantas inconsistencias como decir que Usuna es muy poderoso, y protagoniza una causa VIP: no hay una foto que pruebe que fue él, ni fue sorprendido in fraganti.
Pero los chicos hablaron. Contaron de la corrida, de la detonación, y del dolor que sintió Santiago en el brazo a causa del impacto de una bala que había atravesado el baúl primero, y luego el asiento de acompañante. El proyectil continúa alojado en el brazo de Sevo.
Por otro lado está el testigo del Fiat, que asegura haber visto el fogonazo que salía del Toyota, dando a entender que el disparo no podía provenir de otro sitio. Pero nada alcanza. Tanto el acusado como su defensor dicen ahora que no es cierto que ellos lo hayan identificado, sino que el dato provino de un amigo de ellos, que se desempeñaba como repartidor de comida. Aseguran que él fue quien les dijo a los chicos que llevaba pizza a una casa en la que solía estar estacionado un vehículo con las mismas características. Por otra parte, agregaron que el tío de uno de ellos es gestor, y proporcionó el nombre del dueño de ese automóvil, en base a la patente.
Por supuesto que cuando se hizo el allanamiento, Usuna ya no tenía en su casa el arma ni las balas, ni ningún otro elemento que lo incriminara: la justicia le dio tiempo de sobra, y de ser el culpable podría hacer desaparecer cualquier prueba.
Es más, aunque el fiscal Castro pidió la detención de Usuna como imputado del delito de homicidio en grado de tentativa, agravado por el uso de arma de fuego, la jueza de garantías Lucrecia Bustos se la negó. Para la magistrada fue suficiente con una restricción de acercamiento de Usuna respecto a los denunciantes, y la causa se caratuló lesiones graves y abuso de armas.
El peritaje balístico en el lugar del ataque se hizo semanas después del ataque. Los peritos de la Policía Científica no podían confirmar que el trayecto del proyectil haya sido compatible con la versión de las víctimas. Sin embargo, el fiscal no descartó la posibilidad de que el proyectil haya golpeado contra el asfalto, luego perforado el automóvil y herido a Sevo. Para el defensor Wenceslao Méndez, la hipótesis del rebote tampoco es válida, ya que según él, la bala debería haberse deformado al golpear, primero contra el asfalto, y después contra el automóvil. El abogado remarcó que la bala está prácticamente intacta en las radiografías que le realizaron a Sevo, e insiste en que el proyectil sea extraído del cuerpo de la víctima para probar el efecto del rebote. Pero resulta que la operación solicitada no se puede realizar, por el peligro que representa para el chico, de acuerdo al informe médico.
Por otro lado está el abogado de Sevo, Maximiliano Orsini, que afirma, en cambio, que en la radiografía sólo puede verse un lado de la munición, por lo cual no se sabe si está o no deformada. Pero rápidamente, Méndez pedirá el sobreseimiento de su cliente, al considerar que no están probadas las circunstancias que fueron denunciadas en el expediente, y mucho menos la participación de Usuna.
Así son las cosas. Así funciona la justicia cuando el que empuña un arma de fuego es cercano al poder, o dueño de unos contactos que lo preceden en la presentación personal. Así se arma una causa VIP.