La Justicia y el pastor

Roberto Tagliabue, el pastor evangélico al que la fiscal Mazzaferri acusó por trata de personas y al que el juez Inchausti mandó preso por tres años, resultó absuelto. Otra más de este dúo nefasto.

En este medio cada tanto le tenemos que recordar al juez Santiago Inchausti que la prisión preventiva debe ser siempre un recurso extraordinario. Pareciera que al juez encarcelador serial este principio absolutamente fundamental de nuestro sistema legal se le olvida, así que nos tomamos —otra vez— un ratito para explicarlo: si no hay motivos para pensar que una persona pueda intentar burlar o estorbar las acciones del sistema de justicia, lo que corresponde es que no se le dicte prisión preventiva, ya que la aberrante experiencia de verse privado de la libertad, de conocer un penal por dentro, de ver la honra de uno afectada de manera irreparable, es un recurso del que la sociedad debería echar mano sólo cuando ello esté perfectamente justificado. Este principio no sólo sustenta toda la lógica de nuestro sistema judicial, sino también de todos los sistemas legales del mundo en donde ejercen el poder gobiernos democráticos: se llama «presunción de inocencia». Si habláramos de gobiernos teocráticos como el de Irán, o de dictadores despiadados como en Corea del Norte, la historia sería distinta, pero estamos en Argentina.

Pero tomar esa decisión en este caso, donde toda la acusación —según la propia Justicia— «se basó en datos aislados, con los que se construyó un relato», es absolutamente aberrante. Roberto Tagliabue pasó tres años preso porque la fiscal Laura Mazzaferri confundió el trabajo que éste realizaba para intentar alejar a gente vulnerable de la droga con una situación de trata de personas y porque Inchausti, de manera incomprensible, le dio la razón. La causa tuvo que llegar a juicio para que quedara claro lo que hubiera sido evidente desde el primer día si la fiscalía hubiera investigado como corresponde: todas las personas que eran señaladas como supuestas víctimas tenían la posibilidad de retirarse de la institución en cualquier momento y que las únicas restricciones a las que se veían sometidas, eran las que son lógicas en el contexto de cualquier tratamiento de rehabilitación.

Libertad condicional

Pareciera que con fiscales como Mazzaferri y jueces como Inchausti, todos estamos en libertad condicional hasta que a ellos se les ocurra revocarla. Tanto es así que, aún después de haber presenciado todas las audiencias del juicio y los testimonios a favor de la labor de Tagliabue, su propio abogado defensor no estaba del todo seguro de cuál iba a ser el resultado.

En una entrevista para la FM 99.9, el Dr. Mauricio Varela dijo: «Por suerte, en este caso se hizo justicia pero también se generó un grave daño porque esta justicia llegó recién cuando pudimos defendernos ante el Tribunal Oral Federal, o sea, luego de tres años y tres meses de que una persona inocente se encuentre privada de su libertad».

Continuó: «Se generó un daño muy, muy, muy grande a la imagen de él, muchísimo dolor para su familia, un proceso de tres años, tres meses privado de libertad sin poder creer en nada, particularmente en la Justicia. Roberto estaba muy emocionado, pero no sabía si esperar lo que finalmente se dictó. Durante el juicio, estuvo relajado porque se estuvo diciendo claramente todo lo que él era así que estaba muy confiado. Pero bueno, con este sabor amargo de no saber lo que va a pasar, porque la justicia a veces… Incluso la fiscalía, en los alegatos de clausura, básicamente repetía lo que venía diciendo en todo momento, fue un momento muy, muy difícil».

Es decir, que Mazzaferri, aún habiendo escuchado a los testigos y habiendo presenciado un juicio en el que quedó perfectamente claro que el trabajo del pastor Roberto Tagliabue era de carácter social y no tenía nada que ver con la trata de personas, lejos de retirar la acusación, se mantuvo firme en la misma hasta el extremo de pedir dieciocho años de prisión para una persona que terminó absuelta. Un despropósito.

Continuó el Dr. Varela: «El día de la clausura yo estaba muy preocupado, con un pensamiento extraño, porque realmente temía un fallo adverso, que por suerte no fue. Yo me fui muy preocupado ese día. Un día horrible, moralmente. Estando en mi casa, mi señora me preguntaba “¿qué te pasa?” porque yo estaba como en otra dimensión. Y yo le decía “tengo miedo, porque realmente pueden condenarlo”, básicamente porque escuché el mismo discurso de siempre, pensando que con lo que se produjo en el juicio y la Fiscalía pidiendo una pena mayor a 14 años… Pero después, en el análisis de esa noche, me di cuenta de que en realidad eso es parte de una postura dogmática que no se condice con la realidad de los hechos, que es un libreto, o mejor dicho, unos dichos que vienen repitiendo en muchas otras causas desde la acusación. En nuestro caso, cuando se elevó a juicio, el Fiscal General que pidió el juicio, evidentemente tuvo la sensación de que tampoco era delito y formuló internamente una disconformidad con la acusación. Pero no sabemos el contenido porque eso es un procedimiento interno, solamente sabemos que estaba el título de la disconformidad y eso se lo pasaron al Procurador General, que es el superior, y en este caso el Procurador decidió que el juicio continuara con la doctora Mazzaferri, y apartó al fiscal de juicio. Existen un montón de pronunciamientos anteriores de delito de trata de personas con fines de explotación laboral, donde otros fiscales, con sensatez, han retirado la acusación de causas que no eran tales. Así que bueno, en este caso tuvimos que enfrentar el debate, pero, por suerte, el tribunal, con lo producido en el proceso, dictó la absolución».

Daño tremendo

Los tres años y tres meses que Tagliabue pasó preso, no se los devuelve nadie. El trauma de verse sometido a las aberrantes condiciones que imperan en el interior de los penales de nuestro país, tampoco. Pero además, él perdió su trabajo de veinte años, que fue el tiempo que le tomó armar el hogar en donde alojaba a las personas a las que ayudaba, y que ahora no se va a poder recuperar.

Continuó el Dr. Varela: «Roberto hacía acción social. Y cuando pasan cosas así, algunos empiezan a descreer si realmente lo hacía de corazón o no. Entonces, si vos te comprometés con la gente, te pueden malinterpretar y terminar metiéndote preso. Así, cuando alguien te viene a pedir una mano, porque sos una persona solidaria, preferís mirar para el costado y hacer como que no lo estás viendo, ¿verdad? Y esta gente como Roberto se encarga de estar en los lugares donde el Estado no llega, y le da una mano por convicción, por pasión y porque es el camino que eligieron. De esta manera, con estas falsas acusaciones y estos procesos enormes, donde te sacan de circulación por un montón de tiempo, lo que se hace es criminalizar la ayuda y bajan ese ejemplo a la sociedad. Este es un caso similar, pero con otro recorrido, al del Teto Medina, que fue en Buenos Aires. Conociendo ese caso, era bastante similar, lo que pasa es que tuvo una reacción por parte de la justicia mucho más rápida, porque en cuanto advirtieron que en realidad no estaban en frente de un tratante, inmediatamente le devolvieron la libertad».

Agregó: «Acá realmente, pensar que Roberto era un tratante, era una locura. Un hombre con pocos recursos económicos, una persona a la que mucho no le interesaba evidentemente la plata. Lejos está de lo que es la figura de trata de personas con fines de explotación laboral, porque se supone que los explotadores se aprovechan de la gente para que trabajen para ellos y generar una ganancia, y acá era más lo que se perdía que lo que se lograba. Así que digamos, atacan el compromiso social de la manera más virulenta y con la herramienta más pesada del Estado. Porque se pueden controlar las cosas si uno tiene sospecha de que algo puede estar pasando. Hay un montón de herramientas del Estado para controlarlo y no venir, meterte preso y encima, por uno de los delitos más graves que tenemos en el Código Penal. Es un delito con un monto de pena en expectativa altísimo y el decomiso de todos los bienes que conlleva. En este caso no hubo decomiso de bienes, pero la Justicia se portó bastante mal porque los bienes que tenía, ahora están usurpados. Es decir, esos bienes que quedaron en poder del Estado de manera cautelar hasta que se resolviera la situación… También ahí falló, porque le habían usurpado la casa, y si bien eran dos propiedades bien modestas, ayer Roberto salió en libertad y obviamente a su casa, que ya no tiene, no pudo volver».

¿Alguna vez enfrentarán las consecuencias de arruinarle de semejante manera la vida a la gente de manera caprichosa e injustificada? Eso sí sería que se haga justicia.