La Liga de Compradores | La requisitoria del fiscal solicita que se enjuicie a los miembros de La Liga. A esta gente que se quedó con toda propiedad que se rematara judicialmente en la ciudad. Parecen invencibles: éste es su método de trabajo, el cual incluye “la tirada”, o segundo remate.
“Cuando salga de acá te rompo todo”, fue la frase que escuchó un comprador desde el fondo de la sala de subasta, antes de salir con asistencia policial. El testigo había pretendido pujar en el remate sin haber arreglado con los integrantes de La Liga, y terminó llamando al 911.
Ahora, el fiscal Alejandro Pellegrinelli es el responsable de la requisitoria de elevación a juicio de los integrantes de esta asociación ilegal de por lo menos 25 integrantes que ha dominado las subastas de bienes en la ciudad desde siempre. En una entrevista emitida en la 99.9 consideró que la prueba reunida es más que suficiente para probar la asociación ilícita. Decía: “El requerimiento no sólo leva innumerables pruebas que implican un manejo del Colegio de Martilleros y la sala de subasta, sino que, además, incluye una crítica al funcionamiento institucional de varias entidades”.
El trabajo de investigación abarca los remates realizados desde el 1 de enero de 2013 hasta octubre del 2016, más de 500 expedientes de subastas. Agregaba: “Incluye una crítica a la faz institucional e incluso del propio sistema de administración de justicia civil, que son los responsables del sistema que termina llevando al remate una casa por deudas hipotecarias. Ellos hacían la vista gorda”. Se supone que la intervención judicial comienza porque hay un crédito hipotecario que no se ha cumplido, se ordena el remate del bien, y el excedente del dinero generado en esa subasta debe ir para el deudor, para que no pierda su casa o su negocio en vano. Agrega el fiscal: “Los que mínimamente lograban llegar al remate y cubrir la deuda eran instituciones fuertes, como los bancos. Eran los únicos que de alguna forma pudieron llegar a compensar sus créditos. Pero solamente ellos. Hubo una actitud de las instituciones formales de mirar para otro lado, hicieron la vista gorda. Porque los videos del colegios de martilleros te muestran la elocuencia de la imagen. Lo que nosotros vimos estaba al alcance de cualquier operador de la justicia que estuviera involucrado en el proceso”.
Por supuesto que, más allá de la imputación de la asociación ilícita, está presentada la causa ante el tribunal federal del juez Santiago Inchausti a la espera de que, además, se impute a los responsables por lavado de activos u otro delito de carácter tributario, pero hasta el momento se desconoce el avance de esas actuaciones.
Los responsables
El citado fiscal a cargo de la UFI 5 indicó, ante el Juez de Garantías, que a su criterio hay suficientes elementos para acusar a Oscar Roberto Larluz, Luis Alberto Puga, Héctor Ricardo Monteros, Diego Alejandro Larluz, Fernando Roberto Larluz, Alejandro Javier Fernández, Sergio Alberto Puga, Juan Carlos Hugo Vacatello, José Luis Gallo, Raúl Simón Soria, Leandro Nahuel Soria, Gustavo Alfredo Cheppi, Horacio Jorge Panizzo, Julio César Consorte, Patricio Pablo Consorte, Roberto Daniel Andino, Leandro Andrés Marqués, Marcelo Phillipp y García, Pablo del Corazón de Jesús Quiroz, Sergio Tadeo Mazur, José Luis Violini, Carlos Héctor Abitante, Miriam Elizabeth Lamas, Marta Susana Meriano y María Luján Fernández. Veinticinco personas que ahora se defenderán de la acusación de asociación ilícita que pesa sobre ellos, porque —aunque con muy diferentes grados de responsabilidad— habrían formado parte de La Liga de los remates.
La organización delictiva habría estado liderada por Oscar Larluz, Luis Puga y Héctor Monteros, que son los que más se beneficiaron económicamente, porque dominaron las maniobras dentro y fuera de la sala de subastas.
Pero las acciones son más o menos las mismas: ellos buscan desalentar a eventuales postores interesados durante visita previa de la subasta. Así, consiguen favorecer a un comprador interesado en la propiedad subastada, sin que nadie puje con otra oferta, a cambio de una comisión pactada de antemano. Otras veces, si les conviene, la compran ellos mismos en representación. Cuando la base de la subasta de una propiedad es alta, los integrantes de La Liga logran que sea declarada desierta: se abstienen de ofertar para reconducir la subasta sin base logrando de esa manera llevar el remate al precio más favorable a sus intereses. A veces suben el precio con ofertas ridículas para tumbar el acto, para que el remate se realice de nuevo. Vale decir que siempre el valor del bien rematado sería acordado y fijado de antemano por la organización.
El perjudicado es, obviamente, el dueño original de la vivienda que no pudo pagar sus deudas: le rematan la casa a un precio miserable, no cubre lo que debe y tampoco le queda nada.
Dice la requisitoria: “en definitiva compran los bienes por poco dinero, o bien al menor precio posible, y luego los revenden a valores bastante más elevados y ajustados a los precios del mercado, los que —además— escaparían a todo tipo de controles impositivos del Estado. No sólo ello, sino que también, en esa zona negra, se podría convertir a las subastas judiciales en un ámbito propicio para el lavado de activos de origen ilícito”.
Pero no sólo eso: estas acciones también cuestionan la transparencia y seriedad de la actuación judicial, porque la subasta es un acto procesal, y así se deteriora la confianza pública: “la gran mayoría de los ciudadanos, ante semejante descrédito público, y si se quiere por temor fundado, se abstienen de participar en los remates judiciales, favoreciendo en consecuencia que la pretendida organización o sólo unos pocos, las monopolicen y puedan cumplir con sus designios a discreción”. Un simple vistazo a las actas de subastas celebradas en el Colegio de Martilleros durante el período relevado indica que en la gran mayoría de los remates, los nombres de los asistentes se repiten una y otra vez.
Un ejemplo basta
Entre los testimonios se encuentran quienes integran las cúpulas directivas de los Colegios de Martilleros y Corredores Públicos y de Abogados departamentales. También declararon los martilleros públicos que tuvieron mayor intervención en los remates realizados en el período abordado, el encargado de la sala de subastas, y el personal policial de la Provincia de Buenos Aires contratado para garantizar la seguridad en los remates.
Sumamente sugerente resulta el testimonio de Fernando Gabriel Muro, quien gerenció administrativamente la institución durante el período 2008-2016. Pudo verificarse que —al menos en dos oportunidades— requirió la presencia policial en el Colegio a través del 911 por incidentes producidos en subastas judiciales. En una de esas llamadas dijo que las personas que participaban de los disturbios eran de La Liga.
Sostuvo Muro: “Sucede que el Colegio tiene un café, y los martilleros judiciales si querían que esta gente estuvieran o se les permitieran tomar un café en la previa del remate, y por otra parte venían los Corredores y ellos planteaban que no querían compartir su espacio con ese grupo de personas. Por una parte, si esta gente estaba dentro del colegio era un problema, y por otra parte si los echaban se iban a la puerta y mostraban una imagen a la comunidad que no era querida”.
Al ser consultado por las personas que identifica como miembros de La Liga sostuvo que iban a los remates habitualmente Larluz y sus hijos, Soria, Puga padre e hijo, Panizzo. Dijo: “estas personas que le comento son los que iban siempre, estos entre un grupo más numeroso de personas que venían como de pesados, como de matones, uno los mira y se veía que los tipos intimidaban, sé que se peleaban entre ellos y como que estaban junto a los primeros que le nombré.”
Muro manifestó finalmente que existía una modalidad habitual, y que era la siguiente: “Sucede que era sabido por trascendidos —porque me lo decía Miguel, o algún martillero, o se hablaba en el consejo directivo— que entre los miembros de La Liga hacían la denominada ‘tirada’. Se trataba de una especie de segundo remate entre ellos mismos: el comentario es que —terminado el remate— uno de ellos, siendo el ganador, todos se ocupaban de contactar a gente telefónicamente y buscaban un candidato para la propiedad. Rápidamente hacían un pasamanos, se ganaban un dinero todos, se daban la mano y se veían al día siguiente”. Este es el gran secreto revelado casi sin querer: los señores de La Liga, los “hombres de negocios”, despojaban de su propiedad a un deudor venido en desgracia pagando un precio vil, asustaban a los compradores legítimos, revendían el inmueble en un nuevo remate generado a espaldas del Colegio y se quedaban con la pingue diferencia. Nadie los vio durante años y años. ¿Usted lo cree?