La trágica historia de nuestro país es una y otra vez utilizada con fines nefastos: desde cubrir un asesinato, a intentar ganar de manera mezquina una intrascendente discusión de la mediocre política local.
La Argentina tiene una historia dolorosa y trágica, cuyo punto más oscuro tuvo que ver con la decisión de responder al avance de las guerrillas de izquierda de una manera brutal e injustificada: implementando un estrategia sistemática de secuestros, torturas y ejecuciones sumarias de quienes eran marcados —con argumentos o no— como el enemigo. Estos crímenes son absolutamente innegables y fueron sobradamente demostrados, tanto gracias a la labor tanto de la CONADEP con su informe «Nunca más»; como a la de Strassera y su equipo, quienes, gracias a la voluntad política, la convicción y la valentía del entonces presidente Raúl Alfonsín, pudieron llevar a juicio a nueve de los diez integrantes de las Juntas Militares.
Hoy esta historia, que debería no sólo correctamente recordada, sino además respetada por todos, muchas veces se utiliza de manera baja y vil. En esta semana, sin ir más lejos, hubo dos tristes ejemplos de estas actitudes deplorables.
El matricida
Fernando Albareda es integrante de la asociación H.I.J.O.S. e hijo de un oficial de policía que fue detenido y desaparecido durante la última dictadura militar. En esta semana, fue arrestado por estar sospechado de haber participado en el asesinato de su propia madre, Susana Beatriz Montoya.
Albareda denunció que había encontrado el cuerpo sin vida junto a amenazas escritas, las cuales apuntaban a su condición de militante por los derechos humanos. Sin embargo, las pericias indicaron que había significativas similitudes entre los patrones de escritura de estas supuestas amenazas, y la forma de escribir del propio denunciante, por lo que éste fue finalmente detenido.
La hipótesis que persigue la Justicia es que Albareda fue quien asesinó a Montoya y escribió las amenazas para desviar la investigación, haciéndola pasar como un crimen con motivaciones políticas relacionadas con su labor como militante por los derechos humanos, mancillando la memoria de su padre y de muchas otras víctimas de la dictadura cuyo recuerdo se utiliza una y otra vez con fines espurios.
Según informa el sitio DW: «Susana Beatriz Montoya, de 74 años y madre de Albareda, fue asesinada en su casa de la ciudad de Córdoba el pasado 1 de agosto. Montoya era esposa del subcomisario de la Policía de Córdoba Ricardo Fermín Albareda, torturado y presumiblemente asesinado durante la dictadura».
Añade la crónica: «De acuerdo con un comunicado de la Fiscalía a cargo de la investigación —del que se hacen eco medios locales— hay “profusos y contundentes elementos probatorios” que “llevan a sostener que existen motivos bastantes para sospechar de la participación” de Albareda en el asesinato».
«Entre otras cosas, menciona que el Área de Grafo crítica de Policía Judicial ha podido “establecer preliminarmente” que los manuscritos hechos en la pared de la casa de la víctima y los mensajes amenazantes anónimos denunciados por el propio imputado en diciembre de 2023 presentan “características similares” a la forma de escribir de Albareda.» señala el informe.
Restinga
El otro lamentable y triste ejemplo, se vivió en los últimos días en el Honorable Concejo Deliberante del Partido de General Pueyrredon donde una oposición políticamente patética y adolescente de ideas pretendió intentar limar a la gestión de Guillermo Montenegro convirtiendo el intrascendente trámite de cesión de un predio para la instalación de un bar, en una discusión sobre el pasado, la memoria y los derechos humanos.
Que la oposición local no encuentre argumentos contemporáneos y reales para poder criticar a esta gestión, que no para de cometer errores ni pegarse tiros en los pies, parece increíble. O quizás de verdad creen que meter las palabras «verdad, memoria y justicia» en el medio de cualquier discusión, les suma algún voto. En vez de atacar a Guillermo Montenegro con argumentos ciertos y reales, como el estado de las calles, los semáforos que se caen literalmente a pedazos cada vez que sopla un poco de viento, las habilitaciones contrarias a la ley, o todo el desastre que rodea al tema de la llamada Tasa Vial, decidieron emperrarse con que ceder un predio que está más o menos cerca del faro a un emprendimiento gastronómico, era una afrenta contra la historia del país. Un disparate.
En una entrevista para la FM 99.9, el concejal Agustín Neme lo explicó de manera muy clara: «se llevó esto a una discusión ridícula. Este predio es una zona muy extensa donde en su momento funcionó un centro clandestino, o es lo que han denunciado al respecto, en la ex escuela EFIM, donde está el Faro de la Memoria también y hay una iniciativa privada muy grande de un emprendimiento ya hace varias décadas donde funciona un centro de fauna marina. Si seguimos para el lado del sur, ese predio continúa y el último gobierno de Alberto Fernández se construyeron unas canchas de hockey. Siguiendo para el lado del sur, hay un predio que es municipal, así lo demostramos, tal cual dice la ordenanza de su momento, donde a su vez participaron los organismos de derechos humanos con toda la cuestión de catastro. Se manifiesta sencillamente que ese predio no solamente es municipal, sino que no pertenece al predio que está identificado con un ex centro de detención y de tortura en la última dictadura».
Los concejales de Unión por la Patria muestran imágenes viejas como nuevas y generan la confusión en este tema, tratando de llevar los derechos humanos al centro de la escena como los han utilizado históricamente: «hay mapas muy viejos que han estado mostrando, que han manifestado que tienen que ver con la época militar. Lógicamente en ese momento la extensión era muy amplia, luego se fue loteando con distintas leyes nacionales, provinciales y municipales y eso queda en evidencia para quien pueda acercarse o pueda verlo directamente por la computadora, se ve muy sencillo de forma aérea con el Google Earth. Es un bosque donde hay una estructura abandonada. En el municipio tenemos infinidad de notas y pedidos de vecinos de la zona sur para ponerlo en valor. Realmente es un peligro, lo han incendiado, lo han vandalizado y lo único que tenemos con este expediente es ponerlo en valor».
Deplorable
En medio de toda esta discusión inútil y absurda, las figuritas de la política local parecen haberse lanzado a una competencia feroz para ver quién es el más patético y ridículo.
El bienintencionado Horacio Taccone, por ejemplo, lanzó la máxima: «hay que cultivar la memoria, no destilar gin», como si ambas cosas fueran excluyentes. Otro de los que buscó su medio minuto de notoriedad en estos días fue Sergio Salinas Porto, el presidente del Partido Frente Grande Mar del Plata/Batán, quien utilizó la red social X —Twitter para los nostálgicos— para atacar a Neme y acusarlo de ser un «quiosquero» del gobierno de Montenegro, basando toda su acusación en una supuesta charla que escuchó entre dos personas en un café. Mediocre y triste.
Pero estas actitudes patéticas no son exclusivas de la oposición, lamentablemente: el antiguo cazador de baches —habría que preguntarle hace cuánto que no sale a dar una vuelta en auto— y apropiador de proyectos ajenos —dicen que las medialunas son su debilidad—, Julián Busetti, el mismísimo «niño ñoqui», decidió en medio de una sesión chicanear a los ediles de Unión por la Patria mostrando una imagen de Cristina junto a Hugo Chávez. Más allá de la reacción de los concejales kirchneristas —¿qué se puede esperar de un burro, sino patadas?—, de los asesores y de todo el escándalo que se armó, que los políticos locales deban recurrir a este tipo de estrategias, en vez de plantear argumentos que formen parte de una discusión política civilizada y con altura, es lamentable y triste.
¿Se habrán convencido que es así como se ganan votos, comportándose como nenes, o mancillando la memoria para utilizarla como argumento en una discusión que no tiene nada que ver con la triste historia de nuestro país?
Mar del Plata necesita urgente un liderazgo político distinto, si es que alguna vez queremos asomar la cabeza por encima de las aguas de la eterna mediocridad de la que Russak se quejaba.