Neonazis en Mar del Plata | Informes de testigos indican que la denuncia contra fuerzas neonazis en Mar del Plata está falseada en algunos de sus hechos. Afirman que no son todos gatos de la misma bolsa, que hay peleadores y mascaritas sueltas. Será nomás.
En las paredes de Mar del Plata se han visto esvásticas desde siempre, para espanto de quienes se detienen a pensar en lo que significan. Pero desde octubre del año pasado, se multiplicaron las frases de intolerancia: las miradas se han dirigido al intendente, y a su posición frente al nuevo florecimiento de semejante tendencia, difícilmente encasillable en ideología.
Pero después se repitieron los hechos violentos. Hubo un joven golpeado en Plaza España, se dijo que en repudio a su orientación sexual; hubo agresiones al líder de AMADI, y pintadas en las puertas de casas de militantes.
Tanta casualidad llama la atención, y más aún cuesta pensar que el simple hecho de que un partido gane las elecciones alcance para habilitar a un sector social delictivo, que claramente realiza apología de un delito, y remite a la peor página de la historia mundial.
La investigación de la justicia no parece una genialidad. Las pintadas neonazis son en sí mismas un delito, y no un gesto de expresión: toda mención que defienda la comisión de un crimen es en sí misma un crimen. Aún más cuestionables son las agresiones físicas de una persona hacia cualquier otra, más aun si está enmarcada en un crimen de odio.
Pero si bien desde algunos meses antes de las elecciones, el fantasma del nazismo pareció rondar por las calles de esta ciudad, y, si como dicen varios periodistas de carácter nacional, fuera una cuestión política, sería motivo de investigación. Vincular el triunfo del actual intendente Carlos Arroyo con un posible recrudecimiento de los partidarios de tal ideología -ya que le atribuían tener a su favor ciertas fuerzas de choque que se identificarían detrás de las banderas de la intolerancia- es por lo menos audaz.
Recientemente trascendió el comentario de que se habría suspendido el juicio al líder Carlos Pampillón, hecho que los organismos de derechos humanos atribuyeron a un ardid del fiscal Pettigiani. Finalmente, un medio virtual que anunció la suspensión, rectificó la información al poco tiempo, indicando que se pretendía interrumpir el proceso, pero que esto aún no se habría concretado.
En una entrevista de prensa, Pampillón negó pertenecer a ninguna agrupación neonazi, y alegó que todas las denuncias en su contra son un cúmulo de falacias: “Niego rotundamente ser nazi. Todo eso es una fantasía que han hecho en Mar del Plata los que son antagónicos a mí”, sostuvo el acusado. Sobre su ideología, Pampillón explicó: “Yo soy de derecha nacionalista, o sea me odian porque en este país ser de derecha y nacional es ser facho y nazi. Te puede parecer asqueroso, pero no es nazismo”. Pampillón es católico, está recién divorciado tras 19 años de matrimonio y se autodefine como una “Lilita Carrió del nacionalismo”. Practica jiu jitsu y afirma que su única luz es Dios. Además, es integrante del Fonapa (Foro Patriótico Nacional). Sobre esa agrupación, el acusado detalló: “Somos pro fuerzas armadas, pro orden y no solamente nacos (nacionalista católico). A mí me pegan todos porque no me encasillo en ninguno”.
A Pampillón lo acusan de ser el líder ideológico de las bandas, entre otras razones, porque quien fue novio de su hija -Alan Olea- era considerado líder de la organización fascista marplatense Bandera Negra. Sus integrantes fueron acusados de cometer delitos de odio, y se dijo que intentaban reclutar menores en las puertas de las escuelas.
Despegar
El supuesto líder negó su relación con Olea, y dijo tener problemas con su hija de 16 años, precisamente por la relación que ella mantiene con el joven: “Yo estoy distanciado de ella por distintas cuestiones, justamente porque no estoy de acuerdo con el novio que tiene”, contó. Pero la vinculación entre Olea y los Bandera Negra es ahora puesta en duda en un informe que un ciudadano marplatense, Giovanni Naldi Gravigna, presenta ante el concejal de Cambiemos Juan Aicega. Allí se denuncia que la justicia sólo está considerando testimonios en contra de los acusados de integrar la banda neonazi, y que no está indagando a aquellos que niegan los hechos, ni ciertas pruebas que cuestionarían los dichos de los denunciantes.
Por eso afirma, por ejemplo, que no es posible incluir la figura de asociación ilícita, ya que “no había convivencia ni trato amistoso entre la mayoría de los detenidos”, Alan Olea, Gonzalo Paniagua, Nicolás Caputo y Marcos C. Dice además que ni los incidentes de Plaza España, cuando fue agredido un joven que terminó internado en el Hospital Interzonal, ni el incidente ocurrido en el bar Nevermind, pueden ser considerados crímenes de odio ya que los agredidos eran argentinos de apellido cristiano, y “no había ningún motivo religioso entre ellos (…) no fueron incidentes vinculados a cuestiones ideológicas sino a agresiones de parte de los querellantes, respondidas por los denunciados”.
Naldi Gravigna detalla además que considera “poco claro y sin ningún fundamento” unir los episodios ya mencionados con la agresión a una joven travesti, la pelea de Olea con un grupo punk, o las pintadas realizadas por el joven Levchenko, cuando, a su criterio, son episodios aislados sin ninguna vinculación entre sí. En síntesis, opina que se ha convertido en un supuesto ataque neonazi lo que es para él un enfrentamiento entre bandas rivales.
Considera irregular el procedimiento judicial, toda vez que se procesó a Franco Pozas como miembro del grupo Bandera Negra, aunque al momento de conformarse la agrupación referida, hacía dos años que el joven no se encontraba en Mar del Plata, y de hecho había pasado la mayor parte de ese tiempo en Bahía Blanca o embarcado. Afirma, además, que se ha imputado a Nicolás Caputo como autor de lesiones graves hacia Lucas Baina, cuando el informe médico citado en la resolución judicial habla de que el herido presentaba sólo “contusiones”.
El detallado informe narra que, tanto Caputo como Paniagua, fueron acusados de apología del nazismo, y que se justificó la acusación en base al material encontrado en los allanamientos y las publicaciones de Facebook, cuando fojas más adelante se aclaraba que en los allanamientos a sus domicilios y en sus Facebooks no se había encontrado nada vinculado al nazismo.
Una campana
De hecho, la mayor parte de este informe indica que la justicia estaría basándose exclusivamente en los dichos del denunciante Javier Moreno Iglesias, quien afirmó que los acusados habrían atentado contra él y su comercio en virtud de su condición de dirigente y referente de la comunidad homosexual marplatense, cuando algunos testigos afirman que los hechos fueron diferentes. Por ejemplo, una testigo llamada Julieta, que habría estado trabajando en Nevermind aquella noche del 14 de febrero, afirma que fue el personal de vigilancia del boliche quien golpeó al joven Braian G.
La denuncia penal firmada por el herido refiere que a las 5:30 de ese día, él había comprado una cerveza en el bar de Moreno entre San Luis y Mitre, cuando se dirigió a las escaleras del lugar. Allí se encontraba un empleado de seguridad que lo miró y le dijo: “que te pasa conmigo, qué mirás”, a propósito de que Braian G se había detenido a mirar su discusión con una mujer. Dice que inmediatamente comenzó a agredirlo con golpes de puño en el rostro y el cuerpo, que otros empleados acudieron prontamente y lo llevaron a la fuerza hasta la vereda del local. Dos días después ampliaba la denuncia, agregando que tres de sus amigos habían llegado al local tras una llamada suya, y que le habían pedido explicaciones al dueño. Dijo además que a los pocos minutos se presentó allí la policía, que arrestó a su amigo Nicolás Caputo. Recordemos que siempre se dijo que en el episodio violento, los detenidos habían exhibido armas.
En cuanto a los hechos de Plaza España, el firmante alega que los hechos no fueron como se denunciaron, es decir que no ocurrió que un grupo neonazi haya agredido a una pareja homosexual, ni a integrantes de una murga – lo que era la primera versión- en aquel octubre de 2015, casi coincidiendo con las elecciones. Relata que en realidad hubo sí una agresión contra la hija del dirigente Carlos Pampillón, a la que respondieron sus amigos, que al arribar al sitio fueron recibidos con más agresiones y gritos de “Facho milico nazi”. Al menos eso indicaría el detenido M, que dijo haber sido amenazado con una botella de vidrio rota, que lo lesionó en la mano izquierda, que inmediatamente le dieron un golpe en el rostro y varias patadas en el cuerpo, por lo que realizó la correspondiente exposición en la Comisaría Primera de esta ciudad, el mismo 24 de octubre de 2015. Dos días después, Nicolás Caputo denunciaba que había recibido una amenaza telefónica que le decía: “vos y todos los fachos amigos tuyos la van a pagar caro por lo que hicieron el otro día”, haciendo referencia a la confrontación mencionada en el párrafo anterior.
Pero con una justicia tan vulnerable como la local, con fiscales tan tendenciosos e influenciables como los que habitan los despachos de calle Brown, con empleados del Poder Judicial que han olvidado la imparcialidad, ya nadie cree nada. Nadie sabe a ciencia cierta si estamos o no en peligro, si hay o no algunos desfasados de la historia en pleno episodio de histeria, o si somos presa de cuatro locos que se agarran a palos en el medio de la plaza y se sienten protagonistas del movimiento ideológico argentino.
Nadie sabe nada, porque nuestra justicia es parcial e ineficiente. Estamos en las manos de versiones de cualquiera, porque así son aquí las cosas.