La tarea policial | Una denuncia contra la policía de la provincia habla no sólo de ineficiencia y desconocimiento, sino además de apremios ilegales, tortura y falsificación. ¿Tiene arreglo esto? Qué pocas esperanzas de recuperación nos quedan…
Un abogado local ha llegado al fin de su paciencia y, cansado de las trabas a su trabajo, ha decidido denunciar, no solamente el profundo desconocimiento que los funcionarios policiales ostentan respecto de los procedimientos que hacen a su tarea diaria, sino además el destrato y los modales absolutamente inadecuados a los que suelen someter, no ya a los acusados, no ya a los testigos, sino a los abogados que concurren a las dependencias marplatenses a realizar su labor. La presentación detalla torturas y apremios, que parecen ser parte de una metodología más que sospechosa.
¿Qué es lo que está pasando con la policía? ¿Tan poco es lo que se ha podido evolucionar en los numerosos intentos por mejorar la formación de los efectivos, oficiales, y hasta superiores? ¿A esta altura siguen tratando a las personas de esta manera?
El caso paradigmático realmente asusta. Se trata de una pareja integrada por una joven mendocina y un hombre venezolano residentes locales. Él, al frente de una empresa constructora que remodela dos edificios céntricos. Ella, gerenciando un pequeño hotel en la zona de La Perla. Son Vanesa Silva y Xavier Yáñez Capossiello.
Resulta que el 1 de abril pasado, llegaron al hotel dos hombres vestidos de civil reclamando el libro de pasajeros. Atendidos por Vanesa, insistieron en hablar con el marido. Ella se encuentra al frente del negocio, e intentó escamotear la información ya que los hombres ni siquiera se habían identificado como policías ni habían explicado que pertenecieran a ninguna repartición. Tampoco traían en su poder documentos oficiales que justificaran un operativo.
Uno de ellos dijo ser el «Inspector Montenegro», y que iba a clausurar porque no estaba el libro de pasajeros, que requiere una rúbrica policial como trámite de autorización. La dueña percibió inmediatamente el maltrato y la actitud de amedrentamiento, tras lo cual le dijo que hiciera lo que tuviera que hacer: un acta o una clausura.
Como los hombres permanecían en una actitud muy hostil, Vanesa llamó por teléfono al marido que explicó que no podía concurrir en ese momento porque estaba trabajando, lo cual los enfureció mucho más, pero se retiraron.
Como a las 14, la mujer fue a la obra donde Xavier trabajaba, sobre la calle 14 de julio, y él le pidió que se dirigiera a realizar un retiro de materiales en su camioneta Toyota Hylux modelo 2019. En inmediaciones del macrocentro, Vanesa fue interceptada por un móvil policial y un coche particular, y allí se encontró con el mismo Montenegro, que ironizó: “oh casualidad, me encuentro con usted de nuevo”. La mujer exhibió la documentación requerida, e incluso el título del auto y un formulario 08, pero no la tarjeta verde.
El infierno
Vanesa fue trasladada a la comisaría primera en un patrullero sin ninguna protección alguna contra la Covid-19, ya que los policías no usaban barbijos. Una vez allí, sólo se le permitió una llamada a su niñera para solicitar que permaneciera con sus hijos. A partir de allí, todo fue ilegal: le gritaban, la insultaban, la amenazaban, le retiraron una importante cantidad de dinero que llevaba en la cartera para hacer pagos. Cita la denuncia: “…mirá te voy a dar otra oportunidad, decile al dueño de la empresa que venga a buscar el dinero y la chequera…”, a lo que ella le respondió que el dueño era Xavier Yañez, su concubino, y allí comenzó a insultarla y le dijo: “…llámalo al maricón ese y que venga…”. En ningún momento le permitieron hablar con su abogado, ni firmarle la designación como abogado defensor.
A esto se sumó otro hombre, al que Vanesa identifica porque tenía barba candado, y lo llamaban “comisario”. Él le informó que la camioneta era robada, y desde ese momento todo el procedimiento fue la coacción para que ella firmara una acusación de encubrimiento, a lo que se negó hasta que no lo fuera revisado por su abogado: Martín Ferrá.
“…Ahora por viva te vamos a mandar al calabozo”, le dijo el comisario. Ella se asustó mucho, comenzó a tener palpitaciones, a sentirse mal. Los policías se burlaban de la situación y le decían que no le creían.
El sitio donde fue encerrada merece una cita textual tal como lo describió la detenida, que es la víctima: “…celda individual, de pequeñas dimensiones, que está al costado derecho de la cocina, saliendo de ésta, casi frente a la misma, tratándose de una especie de calabozo, que tiene una puerta de rejas con barrotes de hierro con un chapón de planchuela de acero, que cubre desde el piso hasta casi hasta 1,70 metro de alto, cerrada por fuera con pasador y candado, sin luz, sin agua, sin ventanas, ni ventiluces o respiraderos de aireación alguno, sin ventilación de ningún tipo, prácticamente no se podía respirar, no había sillas, no había camastro, no había baño, ni canilla, se encontraba todo el piso lleno de orina y materia fecal, siendo evidente que otros detenidos que estuvieron alojados anteriormente allí, defecaron en el sector trasero de la celda, que debe medir 1,50 metros de ancho por 2,50 de largo y todas las paredes también estaban enchastradas como si alguien se hubiera limpiado las manos, producto de que otros detenidos habrían hecho sus necesidades en el lugar”.
En el mismo sitio había otra detenida, una mujer joven acusada de ejercer la prostitución, que lloraba y pedía por favor que la sacaran de aquel sitio donde no se podía respirar ni sentarse sin hacerlo sobre la materia fecal. La joven estaba en corpiño porque le habían sacado la remera, y dijo llamarse Andrea. Los policías le gritaban: “cállate loca de mierda”.
Vanesa fue intimidada de todas las meras posibles: le sacaron fotos, la llevaron a la vereda esposada, desoyeron sus pedidos de ayuda y de un médico cuando sintió que se descomponía y que una de sus piernas se hinchaba y amorataba. Hasta que por fin tuvieron que llamar a la ambulancia, porque la mujer perdió el conocimiento. Cuando llegó la médica del SAME, la revisó y decidió llevarla al HIGA para realizar la atención de lo que parecía un preinfarto. Todos los policías insistían en que Vanesa firmara el acta de encubrimiento del robo.
Modus operandi
La metodología parece más delictiva que propia de una fuerza del Estado. Vanesa fue conducida al hospital y asistida por dos médicas a las que les narró lo que sucedía. Ni siquiera aceptaban retirarle las esposas para realizarse extracciones de sangre.
Cuando el abogado se dirigió a la comisaría al día siguiente, el acta de encubrimiento apareció firmada con un garabato ilegible que Vanesa no trazó, y una aclaración de su nombre con letra de imprenta. Luego, se dijo que no había podido firmar por el traslado. Entre los datos que consignaba, en ningún momento decía que la mujer circulaba con un formulario 08 firmado por el vendedor del vehículo.
Ahora bien, las víctimas tienen derecho a pensar que toda la operatoria fue planeada, porque unos días antes una policía fue al hotel a preguntar si las cámaras funcionaban. Y dijo que era por rutina.
Ahora el abogado Ferrá no solamente realiza la denuncia penal pertinente, sinoque además notifica al Colegio de Abogados de las diversas situaciones que se atraviesan cotidianamente en su interacción con agentes de diversas comisarías, que desconocen las normas elementales de procedimientos.
Se dirige por nota a Fabián Portillo, presidente de esa entidad, que debe estar en conocimiento de que los letrados al ingresar en las comisarías se enfrentan con cuestiones que en numerosas ocasiones le impiden llevar a cabo su tarea. Hay disfuncionalidades de la actuación policial y un avasallamiento de los derechos de los profesionales. Por ejemplo, en la comisaría 4ta, un agente no le permitió ingresar a una audiencia testimonial, ni acompañar a un acusado a notificarse, aduciendo medidas de protección de Covid. En la comisaría 2da no supieron cómo implementar un escrito de designación de defensor. En la comisaría sexta, quien se identificó como comisario jefe lo atendió vestido de pintor y rasqueteando una pared. Ante el más mínimo cuestionamiento replicó al abogado: “Ah, no quiere cumplir el protocolo”…
Ferrá dice en su presentación: “Los hechos antecedentes descriptos y las distintas disfuncionalidades padecidas por este letrado en el ejercicio profesional ante la instrucción policial en distintas dependencias policiales de la ciudad de Mar del Plata, demuestran claramente una deficiente formación y capacitación de los efectivos policiales actuantes, ante el desconocimiento grave de normas básicas y elementales de derecho procesal penal, constitucional y administrativo que deben cumplir en el desempeño de su función policial, en el trato funcional con los justiciables y para con los letrados que los asisten”.
La verdades que los habitantes de la ciudad tienen pocas esperanzas de que el trabajo policial mejore. Si ellos nos cuidan, Dios nos ampare.