Evasión fiscal | Una investigación de la fiscalía apuntó a verificar si la casita que se compró el intendente Gustavo Pulti costaba o no lo que declaró en la escritura. Alguien hizo roncha en el barrio del valor de venta de la propiedad, y otro alguien lo contó. Pero luego, claro, todos dicen que no recuerdan.
Si no hubiera contado a los vecinos lo que costaba la casa, quizá nadie hubiera sabido nada. Pero siempre hay alguien que habla de más, la información se filtra como el agua, y peores delitos se han dado a conocer por un simple comentario de peluquería.
La cuestión es que hubo un mensaje de texto que fue la punta del ovillo para un embrollo que terminó en los tribunales, y que se refería precisamente a los montos que invertía el intendente municipal para hacerse de una nueva casita. Y a la falta de correspondencia que habría entre tales montos y su sueldo de humilde servidor público.
El mensaje lo enviaba el fiscal Marcelo Blanco a Fabián Fernández Garello, y en él decía textualmente: “Pulti compró una casa frente a la mía en 450.000 dólares y no vendió el depto que tiene en Alvear y Gascón (…) ¿qué tal? ¡Está rozando el enriquecimiento ilícito!!! Alveolite alquila un depto en el Dumbledor de Santiago y Alberti, con amenities, etc, en 15.000 pesos más expensas!!! Les rinde bien el sueldo”. El mensaje alude a la adquisición por parte del intendente y de su pareja Lucila Branderiz de una casa sita en la calle Viamonte 3170, que comparten en un 50 y 50% indiviso. Según él mismo declara, este sería en la actualidad el único bien inmueble de su patrimonio. Aparentemente, le fue vendido el 25 de enero de 2013 por Eduardo Loustaunau y María Silvia Giangiobbe en $1.674 000. La escribana María Lidia Ruggeri fue quien escrituró, e hizo constar que el pago de la casa se hizo a través de un crédito del Banco Credicoop Cooperativo Limitado, y mediante la entrega de un inmueble de Alvear 2453: el departamento tan mentado. Es decir, daba cuenta de que la operación se había realizado en pesos, y no en dólares, como decía el mensaje de texto. Y de que se había pagado con el departamento de Alvear más el crédito, en un porcentaje aproximando de mitad y mitad.
Pero claro, tomando en cuenta la cotización del dólar de ese momento -entre $4,50 y $4,97-, la cifra no sería la correspondiente con la que decía el mensaje de texto que pretendía delatar una operación fraudulenta. A partir de allí, la investigación se dirigió a verificar los datos de la operación. O al menos, eso simulaba. La razón de peso para investigar era que en la declaración patrimonial de febrero de 2015, Pulti volvía a dejar constancia de que su único bien era el departamento de calle Alvear, y no su nueva casa de Viamonte, que duplicaba el valor de aquel. ¿Realmente lo había entregado como parte de pago?
El embrollo
Lo cierto es que el departamento de calle Alvear no figuraba a nombre del intendente, aunque él mantuvo su posesión desde el año 95. Se justificó diciendo que esta situación se debía a que, en virtud de las enormes deudas que debió contraer para hacerse del dinero necesario para enfrentar su campaña electoral, puso su departamento a nombre de Jonestur Crediticia, primero, y de la familia Santanna, después. Es decir que quienes figuran transfiriendo la propiedad en favor de los vendedores de calle Viamonte son Germán y Gabriela Santanna.
Esta última afirmó que, efectivamente, el departamento estaba a su nombre porque su padre era amigo del intendente, y en una situación de aprieto le había comprado su departamento, pero le había aclarado a sus hijos que la posesión seguiría siendo de Pulti. Años después, el padre le dijo que aquella deuda había sido saldada, y que si algo le sucedía, ese departamento no les pertenecía, sino que seguiría siendo del intendente y su familia.
Para empezar, hay aquí una escritura falsa, ya que en ella se hace constar que Gabriela y Germán Santanna pagaron en la escribanía un determinado dinero que en realidad ellos no pagaron: ese dinero había formado parte de un arreglo previo entre Santanna padre y Pulti. Pero más allá de todas estas confusiones, el fiscal da por hecho que el inmueble dejó de pertenecer a Pulti de una u otra manera recién el 25 de enero de 2015, y que fue entregado en parte de pago a Eduardo Loustaunau y su mujer, María Silvia Giangiobbe, que a esta altura estaban divorciados.
El martillero Horacio Ucci dijo que si bien la casa de Viamonte había estado años en venta y que el precio que se pedía era de alrededor de 450.000 dólares, como la plaza estaba muy difícil en ese momento, habían tenido que bajar el precio debido a que los vendedores estaban apremiados. Loustaunau estaba pagando alquiler desde su separación, y la idea era que con la venta, cada uno de ellos pudiera independizarse. Ucci dijo recordar que se bajó el precio, pero no pudo precisar cuánto.
Lo que los vendedores dicen es que las negociaciones por la compra comenzaron en junio de 2012, y que terminaron escriturando en enero de 2013, lo cual implicó una enorme dilación, razón por la cual le pidieron a Pulti un resarcimiento, que se concretó a través de un pagaré por $12.000 como compensación.
Pero ¿por qué se demoró tanto? Loustaunau dijo que la venta dependía de que se concretara un crédito bancario que debían otorgarle a los compradores, que inicialmente sería del Banco de la Nación Argentina, “pero finalmente vino un tasador del Credicoop”, citó. ¿No hubiera sido lo normal que el intendente de la ciudad tomara un crédito del Banco Nación, o Provincia? ¿Por qué razón termina con un crédito del Banco Credicoop? ¿Qué lazo une al intendente con esta entidad?
Más allá de su situación institucional de privilegio para la obtención del crédito, los compradores presentaron el recibo de sueldo de intendente, que en junio de 2012 cobraba $15.000, y el de su mujer, Lucila Branderiz, de $ 20.000 (nadie sabe por qué ella cobraría más que él, pero bueno). Con una cotización del dólar a $4,50, ellos obtuvieron con esos recibos un crédito por 188.000 dólares pagaderos en 120 cuotas. Independientemente de que haya una hipoteca sobre el bien, a nadie se lo hubieran concedido.
El paso siguiente fue convocar a Blanco, el autor del mensaje original, y preguntarle de dónde había sacado la versión de que la casa de Viamonte se hubiera comprado en dólares y a ese precio, y respondió que como es vecino del barrio, otros dos vecinos se lo habían comentado. Ellos resultaron ser Oscar Ferrari y Jorge Mason. Agregó también que la propia Giangiobbe refirió que había rechazado ofertas porque no alcanzaban el monto que ella pedía: luego ella misma les refirió que la operación rondaba los 450.000 dólares, y que con ese dinero ella se iba a comprar una casa y el ex marido otra.
Los dólares
En efecto, ella se compró una casa en Rivas y Castelli, pero la pagó en dólares: ¿de dónde los sacó? Si la venta de su casa se realizó en pesos, tuvo que haber quien los convirtiera rápidamente en moneda extranjera. ¿O ella ya tenía esa cantidad?
La justicia determinó que todo se trató nada más que de una conversación informal de vecinos, pero lo cierto es que nunca hubo un careo entre ellos y Giangiobbe. De todos modos, se debe originar aquí una causa federal por infracción a la ley cambiaria vigente. El careo, como se señaló, nunca se produjo, y es dable pensar que de haber sucedido, ella podría haber reconocido que el precio de la venta que consta en la escritura quizá no fuera verdadero.
Pero todo esto coincide con que la bióloga Giangiobbe pasó de ser empleada del Inidep a trabajar en el Ministerio de Medio Ambiente de la Nación en menos de dos meses. Y que por ese cargo sólo va a Capital Federal dos veces a la semana a fichar, y se vuelve a su casa. A la casa que compró en dólares. Sí, con dólares comprados, evidentemente, en el mercado paralelo.
Lo que falta aclarar es que, según se dice, Pulti y Lucila Branderiz nunca vivieron en esa casa tan costosa que supieron comprar. Hasta febrero de 2014 vivió Polo Branderiz, que se había separado. Y desde esa fecha vive allí la madre de Pulti, que padece una enfermedad que requiere tres cuidadoras al día. Tres acompañantes terapéuticas privadas implicarían un costo de unos $24.000, pagadas por el intendente para habitar la costosa casa de calle Viamonte. Nadie quiere pensar que en realidad se trate de empleadas municipales a quienes se les hayan derivado las funciones para una tarea de carácter privado, porque eso sería una flagrante malversación de caudales públicos.
Ahora bien, si la casa no era para vivir, ¿dónde vive la pareja formada por quien gobierna la ciudad?¿Tienen otra casa? No está declarada en donde corresponde, por más que uno mire con lupa la página municipal.¿Alquilan? ¿Dónde? Y lo que es peor, ¿de dónde sacan para tanto gasto?
En cuanto a la denuncia sobre el alquiler del lujoso departamento de Adrián Alveolite, el documento sólo expone que se ha verificado que existe un contrato de la calle Santiago el Estero casi Alberti, por $11.250, pero que los recibos de sueldo de sus ocupantes –que viene siendo el funcionario y su mujer, Virna Rondinella- dan cuenta de sumas que permiten pagarlo.
De aquí en más, la Justicia dispone archivar las actuaciones, porque no encuentran pruebas de que se haya cometido un delito de evasión. Lo que sí, van a recomendar al intendente que actualice su declaración patrimonial, porque se ve que se ha olvidado, y sólo van a informar que la señora Giangiobbe ha comprado una casa con unos dólares que no sabe de dónde los sacó. Eso es todo.
Y todo el mundo contento. Porque al fin de cuentas, no es tan grave que se complique explicar la compra de una casita en pleno Los Troncos. Si uno cualquiera de los ciudadanos quisiera hacer un manejo semejante, debería dar cuenta hasta de lo que desayunó a la mañana. Y más aún si lo que tiene es un departamento que hace años está a nombre de otro que se supone viene a firmar en un acta notarial.
La única bicha es la escribana, porque nunca dice que vio nada; su escritura reza: “los compradores manifiestan abonar (…) expresando los compradores que reciben de conformidad”, pero nunca dice que ella da fe de verlo. Sólo da fe de lo que escucha. Porque es escribana y sabe que el pez por la boca muere. Giangiobbe, que es bióloga, se ve que no lo sabe.