Ante la indiferencia y el abandono por parte de la gestión Kicillof, desde el Consejo Escolar advierten que no llegan a poner las escuelas en condiciones antes de que los chicos tengan que volver al aula.
A mitad del verano, pareciera que a nadie le importa el estado de los establecimientos educativos provinciales. Luego de que, con la excusa de la pandemia, los edificios estuvieran cerrados durante dos años, el deterioro en general de toda la infraestructura es severo y, durante la gestión anterior, poco se hizo para mejorarla. A esto se suman las situaciones de vandalismo: sólo en el último mes, hubo más de una docena de situaciones en las cuales las instalaciones de alguna escuela son violentadas, sólo para provocar destrozos. Ni siquiera es que se roban algo, entran sólo para romper.
Gritando en el desierto
En medio de esta situación, la plata que se debería girar desde la Dirección General de Cultura y Educación de la provincia de Buenos Aires no aparece: «Estamos a 17 de enero y todavía no recibimos ninguna de las partidas, ni tengo yo novedades acerca de cuándo van a venir. Generalmente llegan los primeros días de enero. Todavía eso no sucedió. Con eso, nosotros podemos trabajar en lo que es preventivo, que es súper importante para que puedan iniciar las clases», aseguró en una entrevista a la FM 99.9 la presidente del Consejo Escolar de General Pueyrredon, Mónica Lence.
«Estamos haciendo lo que podemos con el fondo que tenemos para emergencias, pero nos están pasando las necesidades por encima. El fondo de emergencia es acotado, y es lo único que tenemos hoy. Hay muchas situaciones de vandalismo, de roturas porque sí: escuelas a las que entran, y destruyen las cosas y arreglarlo a nosotros nos representa un porcentaje tan alto del fondo de emergencia que eso nos quita la posibilidad de luego hacer intervenciones chicas, o de emergencia», continuó. «Lo que nosotros pensamos es que estas situaciones vienen en aumento porque son las mismas comunidades, o comunidades vecinas que se pelean entre ellos».
Toda esta situación se ve, obviamente, afectada por el desastre de la macroeconomía argentina, que no da respiro: «Se dispararon mucho los precios, y no estamos pudiendo reponer las cosas porque está todo atado a los mismos fondos. Hay escuelas a las que tenemos que hacerles las pruebas de hermeticidad, o arreglos en los paneles eléctricos, situaciones que se van acumulando porque son muchos edificios y el fondo es poco. Para que tengan una idea: a mí se me imputó, a la presidencia, más o menos unos $10 millones para más o menos doscientas escuelas, doscientos edificios. Esto se da con precios que todos los días cambian, con proveedores que no saben qué cotizar. Estamos en una situación difícil, yo estoy muy preocupada. Ahora, como estamos todos de vacaciones, nadie se da cuenta, pero yo pido que por favor miren el sistema educativo porque está roto».
Este estado de las cosas sólo se comprende si se tiene en cuenta la falta de gestión que hubo durante la anterior presidencia del Consejo Escolar: «Durante la pandemia, con el cierre de dos años cae todo muchísimo en lo que es la calidad de la infraestructura. El año pasado hubo mucha bajada de plata, pero hoy yo no veo que esté todo como si hubieran invertido mucho».
La situación económica del país también lleva a que la presión sobre el sistema educativo público aumente, a medida que las cuotas de los colegios privados se vuelven menos accesibles: «También está aumentando la matrícula en las escuelas, porque está cayendo la de las privadas, y no vamos a tener lugar a donde poner tantos chicos».
Mónica Lence hace un claro llamado a las autoridades provinciales para que se ocupen de este tema y giren los fondos necesarios para poner las escuelas en condiciones: «Estamos pidiendo ayuda. Estamos pidiendo que por favor bajen los fondos, o que alguien haga algo al respecto de esta situación concreta. Ya no estoy hablando de la cuestión del adoctrinamiento, ni de cuestiones que tienen que ver con que si la Educación es esencial o no. Más allá de estas cuestiones teóricas, en la práctica son los chicos los que van a terminar pagando lo que está pasando».
Desde la provincia no se advierte ni interés, ni planificación: «Lo que yo siento, es que no hay un plan. No hay un plan. Y esto no es una cosa que podemos seguir manejando a la marchanta. El plan de infraestructura tiene que ir de la mano con cualquier cambio que quieran hacer los dirigentes o la gente que está más arriba y con poder de tomar decisiones. Nosotros acá, en el Consejo Escolar, estamos administrando la pobreza. Estamos eligiendo a qué chico vamos a afectar menos».
A pesar de lo dramático de la situación, la gestión encabezada por Kicillof permanece ausente e indiferente: «No veo un gran interés. No veo que sea un tema que esté en agenda, el de la situación edilicia de las escuelas. Y es ahí donde empieza el acto de aprendizaje. ¿De qué aprendizaje vamos a hablar, si estamos en riesgo de que haya algún chico electrocutado, o un escape de gas?».
Estudiar con hambre
Cecilia Adrogué es investigadora del CONICET e integrante del Observatorio Argentino por la Educación y autora del informe que revela el aumento en la cantidad de chicos que asisten a los comedores escolares en todo el país.
Lo primero que destaca la investigadora, en una entrevista bridada a la FM 99.9, es que este aumento en la cantidad de chicos que dependen de este servicio alimentario, no se debe a un aumento en la matrícula de los establecimientos educativos públicos: «La matrícula aumentó muchísimo menos de lo que aumentó la participación en los comedores escolares. Entre un 6 y un 8% es lo que aumentó la matrícula escolar, mientras que la asistencia a los comedores aumentó más del 20%».
La situación se da de similar manera en todo el país: «Son muy pocas las provincias que han reducido la participación. Inclusive, algunas la han reducido, por ejemplo, en el almuerzo, pero la han aumentado en el desayuno. Es una tendencia que se observa prácticamente en todas las jurisdicciones. Todas las jurisdicciones tuvieron un fuerte aumento de esta participación y, obviamente, esto tensiona al sistema. Pero, además, sigue llevándole e imponiéndole a la escuela una responsabilidad que no le es propia».
Adrogué también destaca la pérdida de calidad alimenticia en este servicio: «Muchas veces cuando un piensa el presupuesto educativo, una parte importante es lo que se destina a alimentación. Y en momentos en que se está aumentando la participación, el presupuesto muchas veces permanece fijo, entonces, en momentos de crisis, cuando aumenta la demanda, empeora la calidad por una cuestión básica: al haber más gente, hay que bajar los costos para poder llegar a alimentar a más chicos. Es un tema la calidad nutricional porque repercute también en el aprendizaje. En Argentina tenemos un problema, que es que los niños y jóvenes no terminan el colegio con el aprendizaje necesario. Hay que arrancar de chiquititos y, con un 60% de pobreza, esto representa que muchos niños tienen problemas para tener los nutrientes necesarios».
Pero la calidad alimentaria no depende únicamente de las cuestiones presupuestarias: «Hay un estudio de Jorge Britos que muestra que, en general, los comedores escolares replican la matriz alimenticia de los hogares, con las mismas carencias: la alimentación suele ser muy rica en hidratos de carbono y por ahí faltan proteínas».
El informe elaborado por Cecilia Adrogué destaca la situación dramática que se vive en nuestro país: «Casi uno de cada dos niños almuerza en la escuela, cuando hablamos de los sectores de menores ingresos. El 45% de los niños que pertenecen al primer quintil de ingresos —o sea, los que tienen menores ingresos— almuerzan en la escuela».
A medida que la presión sobre el sistema educativo —y, por lo tanto, del sistema alimentario brinda en las escuelas— aumenta a consecuencia de la crisis económica, la gestión del Axel Kicillof permanece indiferente. Las partidas no aparecen, los edificios se caen esperando y las comunidades educativas siguen esperando que alguien haga algo.