Derecho ambiental | La construcción de un barrio privado amenaza la integridad del tradicional Bosque Peralta Ramos. Sus dueños están haciendo una zanja a cielo abierto por la que correrán los líquidos de una planta de pretratamiento cloacal. Nadie habla del olor ni de la destrucción del entorno: llevan la topadora y se terminó. Quizá sea hora de sacar fotos para recordar lo que fue ese paraíso local.
El Bosque Peralta Ramos es una reserva forestal semiurbanizada de 450 hectáreas, que se ubica a 11 kilómetros al sur de Mar del Plata, y a pocos metros de la costa. Allí viven personas que coinciden en defender el culto de la vida natural.
Si bien no se autoriza allí la instalación de comercios, ni ninguna acción que pueda afectar el medio ambiente que de por sí es un ecosistema delicado, se han permitido algunas casas de té y heladerías. También ha prosperado la distribución de productos artesanales —dulce de leche, pastas y helados— que se venden a domicilio.
Los orígenes del bosque se remontan a 1862, cuando las tierras fueron compradas por Patricio Peralta Ramos. Un siglo después se fraccionó un predio de 60 hectáreas, y las construcciones comenzaron a verse entre los árboles. Entonces, a la forestación existente se le incorporó una variedad de coníferas que realzaron el atractivo de sus montes originales.
La tranquilidad que muchos habitantes consiguieron luego de edificar sus chalets pareció sucumbir en los últimos años con el crecimiento del delito. Sin embargo, la inseguridad no logró derribar un viejo mito: quienes vienen a vivir al bosque —dicen sus pobladores— no lo dejan nunca.
No obstante, últimamente las cosas no están como siempre. Dora Lamosa, la presidenta de la Asociación Vecinal de Fomento del Bosque Peralta Ramos, afirmó ante la 99.9 que el bosque está en completo estado de abandono: las viejas plazas que eran un atractivo turístico se han convertido en pantanos, porque ahora se inundan, la municipalidad les ha quitado los camiones almejeros para retirar los abundantes restos de poda, y hasta hay calles que debieron ser cerradas al paso por el permanente anegamiento. Los vecinos mismos las han cerrado con troncos, para evitar que ingrese algún desprevenido con un auto que no podrá salir de allí.
¿Qué es lo que cambió? No solamente la desidia de la comuna, que al parecer ya no participa de la suerte que corre el único bosque habitado que se registra, al menos en Latinoamérica, sino que además se ha comenzado a construir un barrio cerrado en terrenos aledaños. Se trata de un complejo llamado Las Prunas, cuyas calles hacen declive hacia el bosque y por lo tanto generan permanente inundación.
Pero eso no es todo: recientemente, los vecinos del bosque se han visto sorprendidos con que a 22 metros del cerco perimetral del Bosque Peralta Ramos se está construyendo una planta de pretratamiento de residuos cloacales, cuyo resultado será volcado hacia allí y correrá por una zanja a cielo abierto que se está haciendo dentro del bosque. La fosa, de importante profundidad, tendrá un recorrido de escasa cuadra y media, pasará por debajo de la calle Don Arturo, y se dirigirá hasta la intersección de las calles Yanquetruz y Calchaquíes. Desde allí, los residuos de la planta irán por la calle misma y sin control ni entubado hasta dar en el Arroyo Corrientes, que está adentro del bosque. Una completa aberración.
Los invasores
El Barrio Las Prunas se ha vendido como parte del Bosque Peralta Ramos, cuando en realidad no lo es: sólo se utilizó este latiguillo como argumento de venta. Pero desde que se comenzó la construcción, todas las acciones ejecutadas no hicieron más que deteriorar el ecosistema del bosque.
Los camiones de materiales de contrucción ingresaban por el bosque, precisamente por la calle central Don Arturo, que quedó completamente destrozada. El barrio nuevo, además, tiene una puerta abierta al bosque, lo cual está estrictamente prohibido.
Los constructores no midieron nada a su paso, y no hicieron más que romper. De hecho ahora los vecinos están reclamando que el EMVISUR se ocupe de reparar la calle Tres Marías, que según indican ha quedado con zanjas sin señalizar, donde ya se han caído dos coches y un camión de basura.
Pero claro que quienes se han ocupado de revisar el problema,saben que existe una Ley de Barrios Privados, que debió cumplirse, y allí se indica que la empresa contructora es quien debió prever cuál iba a ser el destino de los desagües pluviales de la nueva construcción, y ni hablar del volcado de los residuos cloacales, que no pueden tener como destino otro barrio.
Sin embargo ante las protestas públicas y los reclamos, los que se dicen responsables indican que el barrio Las Prunas tiene aprobada por la Autoridad del Agua (ADA) la realización de perforaciones para extraer agua. Obviamente Obras Sanitarias no lo autorizó, pero como existe una doble autoridad sobre el recurso, ADA está aprobando lo que OSSE le niega. Los constructores no tienen más que llevar el expediente denegado de una oficina a la otra.
Respecto de la cloaca, no hace falta ser un experto para saber que cuando la planta entre en operación, no sólo se va a ver, sino que también se va a oler, y el líquido resultante correrá por zanjas en la tierra junto a las casas habitadas. Pero además, las plantas de pretratamiento pueden tener fallas transitorias, por lo cual todo debe estar previsto; por ejemplo, que es fundamental que el lugar de vuelco tenga caudal para lograr dilusión, lo cual, en este caso, no sucederá.
El proyecto de desagües pluviales tiene sólo la aprobación de Hidráulica de la Provincia, y se tramitó por expediente 2406-8957. Fue formulado por la ingeniera civil Leda Tidone, vicepresidente del EMVIAL, y la autorización para hacer una obra semejante en vía pública la dio el ENOSUR.
Las protestas
En este momento, las obras están paralizadas por OSSE, pero el representante de los propietarios de Las Prunas, Julián Vespa, afirma que aquella empresa del Estado no tiene competencia en la zona. Por otro lado, Dora Lamosa relató la manera en la que los vecinos del bosque han recorrido todos los estamentos de reclamo para presentar su queja, frente al atropello estructural que su barrio está sufriendo. De todas maneras, no han logrado demasiados resultados. Han solictado reiteradas entrevistas con Mario Dell’Olio –titular de OSSE- y con Gustavo Pulti, pero sólo han recibido postergaciones y excusas.
Para la próxima semana hay una promesa concreta de que se realizará una reunión con las autoridades de OSSE, lo cual parece ser verosímil si consdieramos que el ex-vicepresidente de la entidad, Manuel Regidor, es vecino del Bosque Peralta Ramos. En este momento, las gestiones más formales están en manos de la Defensoría del Pueblo, ya que los vecinos del bosque consideran que debe haber una verdadera intervención ciudadana para exigir que se complan los pasos de la ley en la construcción del barrio privado. Para comenzar, parece bastante imposible que se haya cumplido con presentar el expediente de Impacto Ambiental ante las autoridades. Tan gestión debe ser previa a la construcción, y aun a la venta, y la obtención del informe requiere de una cantidad de factores que son evaluados a la hora de modificar un entorno natural. Pero claro, los poderosos se saltean el paso.
Consultado al respecto el abogado José Esaín, que ha intervenido en apoyo de vecinos en otros conflictos de carácter ambiental -como el del predio de la Reserva del Puerto o el de la llamada Canchita de los Bomberos- explicó: “En el expediente que se eleva para realizar la evaluación del impacto ambiental antes de la construcción del barrio, se debe de realizar una descripción del ambiente sobre el cual se va a operar, y luego un detalle de las acciones que llevará adelante el proyecto. De esa información cruzada se podrá deducir cuál será el impacto sobre el ambiente, el cual podrá o no ser aprobado por las autoridades pertinentes. Pero esta resolución definitiva siempre requiere una participación ciudadana, que es lo que aquí definitivamente no ha sucedido”. Es decir que tanto de dónde se obrendrá el agua, como dónde se volcarán los residuos, debe formar parte de ese expediente expuesto a aprobación previa.
Entonces, ¿cómo fue que se pudo llevar adelande semejante locura, que no puede ser aceptada ni siquiera por quien no tenga conocimientos sobre el tema y que símplemente procure defender el lugar donde vive, para que no termine sepultado en aguas servidas? Pues bien, se dice que el secretario de Descentralización y Mejora de la Administración de la municipalidad local, oficina de la que ahora depende también Legal y Técnica, estaría relacionado con la construcción de Las Prunas. Se llama Pablo García, y si es así, poco más habrá que preguntarse sobre las razones por las cuales este grupo empresario puede arrojar sus residuos al bosque más traidicional de Mar del Plata. Ese bosque añoso que ha traído turismo y generado tradición, sitio de paseos de vecinos y visitantes durante décadas; el mismo bosque protegido, del cual solamente ellos – los poderosos- pueden arrancar árboles y dejar otros con las raíces a la vista; donde sólo ellos pueden hacer desaguar la lluvia de los terrenos linderos sobre sus calles, aunque lo conviertan en un pantano en pocos años. Sólo ellos, porque el único lugar habilitado para destruir lo que se tiene, sin sufrir ninguna consecuencia, es el bien llamado negocio del poder.