Allá por 2019, cuando decidió que San Isidro ya no era su lugar en el mundo, Montenegro aseguró que iba a poner en marcha un «plan estratégico antidelito», además de mudar su despacho al COM. Pasaron cuatro años y dos meses, y Mar del Plata recibe sus 150 años —además de bajo el agua— atravesando una tremenda ola de inseguridad.
Se ve que a los delincuentes no los intimida mucho la mirada atenta del intendente de General Pueyrredón a través de las cámaras del COM. O, quizás, saben que el lord mayor está distraído, practicando toda una coreografía de genuflexiones diversas para cuando su camino se cruce de nuevo con el del ilustre vacunado VIP. O —lo más probable— es que la realidad se esté imponiendo ante el relato y, ante la ineptitud del gobernador Axel Kicillof, de su ministro de (in)Seguridad Javier Alonso y del jefe de la Departamental Mar del Plata, José Luis Segovia —quienes sí tienen responsabilidades reales a la hora de brindarle protección a los vecinos— los criminales en nuestra ciudad se manejan a su aire.
A los tiros
Marcela es vecina de nuestra ciudad y, también, hija de la concejal Mercedes Morro. En una entrevista para la FM 99.9, relató cómo fue el tremendo hecho de inseguridad en el que le sustrajeron su camioneta.
«Fui a cenar a la casa de mi mamá, dejé la camioneta arriba de la vereda en el pasto. Salimos con mi nieta para irnos, la puse en marcha y cuando me di vuelta tenía tres motos con seis personas, uno apuntando a mi nieta y otro a mí. Me decían que me baje, reaccioné mal y les dije que no. Uno me tiró un tiro al piso y me dijo callate porque tengo más y te voy a seguir tirando. Me agarró de los pelos, me sacó de la camioneta y tiró otro tiro al piso» contó.
«Le apuntaron a mi nieta que tenía 13 años del otro lado. Todo pasó a las 10 de la noche y lo ví después por la cámara de seguridad de la casa de mi madre porque en el momento no vi mucho. Cuando vi que mi nieta estaba bien, les pedí que me dejen bajar el perro que estaba adentro pero me dijo que no y se fueron», continuó su relato.
Lo que le interesaba a Marcela, luego de constatar que su nieta no había sufrido ningún tipo de problema, fue encontrar a su perro y pudo hacerlo finalmente: “comenzamos la búsqueda por el perro, la camioneta no nos importaba. Lo encontramos ayer gracias a la gente que fue súper solidaria, nos estuvieron llamando todo el día. Fue increíble la ayuda de la gente y si no lo hubieran hecho, no aparecía mi perro. Lo encontramos en Mario Bravo al fondo, súper lejos de donde sucedió el hecho”.
Lo que más molesta de toda la situación es la impunidad con la que se manejan estos delincuentes que saben que nadie los buscará: “son súper impunes y no les importa nada porque apuntaron a una adolescente de esa forma. El vehículo no aparece y no creo que aparezca. La policía decía que si agarraban por una avenida era más fácil encontrarlo, pero me dijeron que si siguieron por la calle Dolores que es donde estaba yo, hasta un desarmadero, no lo encontramos más”.
Invasores
Pero por desesperante que sea este relato, no se compara con lo que vivió Andrés, otro vecino de la ciudad, quien se despertó con los delincuentes ya en el interior de su casa.
En una entrevista a la FM 99.9, relató: «mi familia está bien por suerte, pero tristísimos. La inteligencia de estos delincuentes duró fácil dos horas en un auto que no tenía ninguna de las dos patentes. Mi casa está justo en la ochava y estuvieron estacionados en distintos lugares haciendo inteligencia. Dejamos una ventana abierta para que corra aire y cuando me despierto veo a una persona ingresando por la ventana. Me abalancé sobre esa persona, me pongo a pelear para sacarlo sin darme cuenta que había entrado otro».
Continuó: «siguió la pelea y entre los dos me reducen, me tiran al piso y me siguen pegando. A esto mi señora estaba a los gritos. Quedé tirado en el piso, trabado, hicieron bajar a mi mujer para que abra la puerta y entraron dos. Después apareció uno con el nene más chico mío que tiene 9 años y escucho al más grande forcejear con otro y lo traen del cuello. En ese momento aflojé la guardia y creí que no tenía que pelear más».
Había un grupo de personas dentro de su casa que actuaban con cierta preparación y además, venían de hacer un trabajo previo de inteligencia: «haciendo un recorrido mental de lo que nos pasó, esta gente sabía lo que hacía en cada momento. En uno de los gritos que se dan entre ellos uno le dice al otro “yo te dije que donde había chicos no trabajaba».
Por la manera de moverse y como hablaban, Andrés tiene la idea de que entre ellos al menos había un policía: «pienso que había un policía entre ellos. Debe hacer fácil 4 años que pedimos que haya cámaras en el barrio, por lo menos en la ochava por la gente que sale de los bancos y demás; pero no ocurre. Cuando te pasa algo te empezás a enterar que le pasa a todo el barrio, todos tuvieron experiencia con el delito».
No fue lo único que les pasó, sino que después que los mantuvieron atados, comenzaron a destrozar la casa en búsqueda de supuestos dólares: «nos ataron primero con los cordones de una zapatilla cuando nos redujeron y luego nos precintaron en la cocina a los cuatro. Había uno de ellos muy violento particularmente que me pedía dólares que no tengo. Le di la plata que tenía y había juntado para pagar la primera cuota de la escuela de los chicos, revisaron y rompieron toda la casa desde los contra marcos de las puertas, el cielorrazo, rompían los paquetes de yerba y azúcar para ver si teníamos dólares».
Si bien el momento terminó pasando, las secuelas de este tipo de hechos que son muy cotidianos en Mar del Plata, tampoco suelen tener un reflejo cuando se cuenta lo que sucede: «el más grande de mis hijos anoche se fue a dormir a lo de la abuela porque no quería dormir en casa. El más chico salimos a hacer mandados anoche y cuando estaba sacando la basura me dijo “pa tengo miedo”. Fuimos al almacén que está a una cuadra y lo notaba muy nervioso, cundo volvimos se largó a llorar porque tenía miedo. Se acostó con nosotros pero yo no pude dormir porque tenía la sensación de que me perdía cosas sonoras que estaban pasando y me levanté. Pasé toda la noche sentado en una silla en el comedor», finalizó Andrés.
La mirada del fiscal
Mariano Moyano es el fiscal a cargo de investigar este tipo de entraderas, que se multiplicaron en nuestra ciudad en los últimos meses.
En una entrevista para la FM 99.9, aseguró: «durante el mes de enero hemos tenido casos de este tipo. Hubo un incremento en los promedios de casos que venimos teniendo. Esto puede obedecer a la mayor afluencia de personas en la ciudad. Muchas vienen a la ciudad para delinquir. Tenemos personas detenidas oriundas del Conurbano con la modalidad de entraderas. Pudimos establecer que estas personas viajan en diciembre, se alojan en hoteles de la zona de la Vieja Terminal».
No es el único caso, sino que se trata de una tendencia habitual: «estamos en la investigación con un pedido de captura para una persona de nacionalidad chilena y todo esto marca que en esta etapa del año, no sólo vienen personas de veraneo, sino también a cometer delitos».
«También se desarticuló parte de una banda que estaba cometiendo delitos en la jurisdicción de la Comisaría 4. Hay tres personas con prisión preventiva y estamos investigando robos de características similares en esa fecha. Nos encontramos con personas jóvenes, apenas por encima de los 20 años. Hay un incremento en la violencia durante los robos», dijo.
«Otra circunstancia que no es menor es que el estado debe asumir que algo tiene que hacer con el hecho de haber autorizado en la pandemia que en las unidades carcelarias los internos puedan tener teléfonos móviles. Hubo investigaciones en la fiscalía donde constatamos que los equipos de telefonía eran usados desde dentro del penal por internos cumpliendo condenas por otros delitos y desde ahí llevaban adelante otros delitos contra la propiedad que dirigen desde allí», aseguró.
«En la mayoría de los casos, los detenidos tienen condenas anteriores por el mismo tipo de delito. Estamos hablando de un 70 u 80%. También un porcentaje muy alto de personas que comete estos delitos están con libertad condicional o asistida», finalizó.
Mientras estas situaciones se repiten y se agravan, la gestión Kicillof sigue sin reaccionar, Montenegro continúa con su relato poniéndose el traje de héroe para las Mabeles que lo votan, y Segovia sigue haciendo sus negocios. En otras circunstancias, uno podría llegar a decir que están esperando que haya un muerto, pero ni siquiera: las víctimas del delito siguen engordando la estadística, y a ellos no les importa.
Saben que, si muere alguien en alguno de estos hechos delictivos, apenas dos o tres días más tarde, la gente ya va a estar hablando de otra cosa.