Drogas en Mar del Plata | Luego de la polémica por las fiestas electrónicas, la venta de drogas en la ciudad nunca alcanza a instalarse como un tema prioritario. Ahora, hay un intento por poner límites al punto de distribución de Avenida Champagnat.
Justamente ahora, cuatro hombres fueron detenidos por personal de Drogas Ilícitas cuando trasladaban grandes cantidades de drogas por la Autovía 2. No las llevaban, las traían. Fue en el marco de los operativos que se intensifican en los fines de semana en los distintos accesos a la ciudad. Los cuatro eran de Buenos Aires, y tenían en su poder 100 pastillas de éxtasis y 40 de LSD. Pero eso no era todo: el personal policial incautó además diversos envoltorios de cocaína y marihuana.
Por supuesto, en esta causa interviene el nuevo fiscal de estupefacientes Leandro Favaro, que ha llegado al cargo prometiendo unos aires de novedad que sin embargo su jefe niega. Quizá no sea del todo cierto que algunas cosas se le han ocurrido a él, porque parece que el trabajo que hace, es el mismo que indican los manuales. Favaro fue quien, desde la fiscalía temática de Estupefacientes, respaldó la actuación policial cuando las fuerzas del orden descubrieron por causalidad un punto de venta al menudeo. En realidad, buscaban un prófugo. También fue él quien solicitó en las últimas horas la orden de allanamiento para dicho domicilio, después de que ese grupo de irrupción de la DDI se desplegó en la zona. Al ingresar al domicilio, se pudo verificar que se encontraban tres personas que presumiblemente se dedicaban a la venta de cocaína. Se trata de una pareja compuesta por un hombre de 46 años y una mujer de 36, más otro joven de 18. Los policías relataron que en un primer momento sólo descubrieron recortes de nailon, material de estiramiento y tijeras con restos de cocaína, pero ellos igual sospechaban que la droga para la venta estaba oculta en la casa. Revisaron mejor y la encontraron. Este relato es el que el fiscal tiene que apoyar. ¿Por qué? ¿Solo capaz que no se sostiene?
Sin novedad
Lo raro fue que los agentes encontraron, de casualidad, la droga en el interior de una caja de interruptores de luz. Era una bolsa con varios envoltorios de cocaína. El fiscal Favaro dijo que “en una nueva postura judicial” decidió detener a todas las personas que estaban en el interior de la casa, más allá de los roles que ocupen en la comercialización de estupefacientes.
Ahora bien, ¿nueva postura de qué?¿Qué está inaugurando el fiscal? Brevemente, en el barrio Jorge Newbery funcionaba un punto de venta de drogas que la policía encontró de casualidad. Los que la habitaban fueron detenidos. Dicen que la investigación se inició meses atrás, pero lo que buscaban era a un prófugo de la justicia de ejecución que no había cumplido el régimen de prisión impuesto. Tanto lo buscaron que hasta consiguieron escuchas telefónicas, y de allí se supo que en una casa de Bailey al 2400 se comercializaba droga.
Pero Favaro tiene un jefe, que ahora es Oscar Deniro. Deniro es el encargado de la Fiscalía General, ya que Fabián Uriel Fernández Garello está afuera de su cargo porque enfrenta juicio político el próximo 7 de febrero. Deniro habló ante los micrófonos de la 99.9, y justamente se refirió a los operativos antidrogas que se realizaron recientemente. Desde su espacio de autoridad, negó absolutamente que las detenciones se hubieran dado por un cambio en las disposiciones de intervención. “No ha cambiado nada. Si se habla de una nueva postura, ignoro por qué razón lo han hecho. La detención la resuelve el fiscal que interviene en cada caso”, explicó para poner un límite a la evidente búsqueda de protagonismo de Favaro en relación con estas cuestiones.
Pero más allá de estos hechos puntuales, para Deniro es innegable la proliferación de la droga en las calles de la ciudad, y detalla la manera en la que están accionando para evitar que esto suceda: “cualquiera que sale a caminar por la costa ve frecuentemente a gente fumar lo que aparenta ser marihuana, gente que se junta en las playas y tiene hasta sus propios proveedores. Estuvimos hablando con la policía de narcocriminalidad para incentivar ese tipo de procedimientos para detectar a quienes venden y consumen”. Incluso remarcó: “el consumo en la vía pública es perfectamente punible y la policía tiene órdenes de actuar”.
También fue consultado específicamente acerca de la controversia en torno de la regulación de las fiestas electrónicas, donde la droga se transforma en un tema central a la hora del control: “hubo una manifestación ante las autoridades municipales para intervenir con sus controles de salubridad, Inspección General y seguridad. Sabemos que esas fiestas generan un movimiento de personas adictas a las pastillas, pero como hay quienes consumen, hay quienes venden. Para ello queremos que haya controles dentro y fuera de la fiesta”, dijo Deniro.
El fiscal general señaló: “la zona de Luro y Champagnat dejó de ser zona roja para ser zona blanca”, porque según explicó, el ejercicio de la prostitución ha quedado atrás para dar lugar a la comercialización permanente de drogas, que amerita la intervención de la fiscalía temática casi a diario. Luego abundó: “hubo varios procedimientos con el fiscal Moure, al menos 4 tuvieron resultados positivos. Eso se seguirá intensificando, a pesar de que el personal policial manifiesta una escasez de recursos que es real”. Afirmó que mientras Rodolfo Moure estuvo subrogando en la fiscalía de estupefacientes, se avanzó en operativos en la zona mencionada. Lejos de lo que sucedía históricamente, cuando la zona de ingreso a Mar del Pata estaba marcada por la presencia de comercio sexual, ahora el sector se caracteriza casi únicamente por la compra venta de droga. Es un tema preocupante: “lo que uno ve es que ahí hay más comercialización de drogas que prostitución y es sabido por todo el mundo, no se puede ignorar”, concluyó.
Las dos puntas
El fiscal Moure, que subrogó la fiscalía de estupefacientes, es decir que sabe de qué habla, también coincide con llamar a la zona de Champagnat, antes vinculada con la prostitución trans, como “la zona blanca”. Ahora bien, toda la ciudadanía sabe que se venden drogas en ese sector. ¿Todos menos la policía? Toda la ciudad sabe que el negocio funciona con remises preparados para esa función, con autos elegantes, muchos de los cuales esperan los pedidos en la estación de servicio de Polonia y Magallanes. Todos los comentarios de la ciudad lo dicen. Pero la policía no se entera, ni siquiera cuando el patrullero pasa la noche a media cuadra de las operaciones de comercialización evidentes. Un extremo de la ciudad profunda, la que atraviesan quienes llegan por las rutas de acceso, dedicada fundamentalmente a la venta de cocaína.
En el otro extremo está el glamour de las fiestas electrónicas, con entradas costosas que convocan en general a asistentes de otro poder adquisitivo, a personajes de los medios, figuritas de moda, y demás atractivos. Allí se consumen otro tipo de sustancias: pastillas. Algunas pastillas que se han comprado en la oscuridad, sin blíster ni dato alguno de su contenido. Son pastillas, nada más que eso, que se distinguen por colores: las rojas, las azules. Y se mezclan entre sí y con alcohol.
El fiscal Rodolfo Moure habló ante la 99,9, y dio detalles acerca de la reunión que convocaron para tratar de establecer algún rasgo de cordura en la realización de las multitudinarias fiestas electrónicas de verano, que son verdaderos territorios de nadie, zonas liberadas, donde cada uno puede consumir lo que le venga en gana sin ser molestado por las normas. Pero el mercader puede hacer fortuna sin que tampoco lo moleste nadie.
Ingresar a una fiesta electrónica de las más costosas de la temporada en los balnearios del sur tiene esa connotación propia: muchos famosos, livings vip con canilla libre que se contratan con anterioridad y tienen precios altísimos, las ventajas de un entorno natural cerrado y de difícil acceso, entradas caras que garantizan que sólo ingrese el que puede gastar, y música hipnótica durante toda la noche. La policía está afuera, cortando la ruta, controlando la entrada, verificando que nadie genere problemas en el acceso, porque acá sólo entra el que tiene que entrar. Y los que tienen que entrar son muchos. A eso llama Moure “una actividad de altísimo riesgo”: como un partido de fútbol, dice él. Por eso dice que Mar del Plata tiene que decidir si es esta la actividad estival que quiere, si quiere que la gente venga acá con la expectativa de asistir a este tipo de evento, o si prefiere un turismo más familiar. Quizá los intereses económicos se opongan a los intereses de quienes piensan en la seguridad, porque estas personas gastan, y mucho. “Esta fiesta está casi pensada para drogarse”, dijo el fiscal, y agregó que poco importaba el argumento de que en otros países se hacía. “Nosotros no somos como los demás”, aseguraba.
El operativo de control para la realización de estas fiestas cuesta $300.000, que no debe ser pagados por los contribuyentes. Por esa razón, la reunión con los organizadores fundamentalmente apuntaba a que fueran ellos mismos quienes se hicieran cargo de los costos de vigilancia y servicios de salud, ya que son los que van a resultar favorecidos por los fabulosos negocios de verano.