La frase del presidente Mauricio Macri es determinante: “No podes arreglar en tres años setenta años de fiesta”. Es una afirmación clave que debe reiterarse, no como latiguillo o mantra político, sino como expresión del debido debate al respecto de lo que ocurre en y con la economía argentina, tanto en su propio desarrollo como con su vinculación con el mundo.
El fin de la era de la comodidad económica concluyó el 4 de junio de 1975 cuando el ministro de economía de Isabel Martínez, viuda de Perón, lanzó un programa de ordenamiento económico que disparó una crisis de proporciones homéricas. El embargo petrolero de 1973 —consecuencia de la derrota de los países árabes frente a Israel en la guerra de Yom Kipur—, llevó el barril de petróleo de US$2,9 a US$11,9 en sólo seis meses —una suba del 300%—.
El desquicio fue global, a punto tal que Estados Unidos debió poner límites para la circulación vehicular y en Inglaterra las fábricas de bicicletas no daban abasto para atender la demanda. La crisis en Argentina precipitó el golpe de estado de 1976, aunado a la crisis política surgida de la situación de guerra interna que promovían el ERP y Montoneros.
Lo que el presidente denomina “fiesta” aplica, obvio es, a grupos y personas que en esencia han utilizado el estado como palanca para negocios que promovieron su propio enriquecimiento personal. De más está decir que el sayo le cabe a su propia familia y a su propia historia; lo que hace más valioso su prédica y que haya tomado este eje de acción política como presidente. Macri señaló en declaraciones radios del interior desde Villa la Angostura que “heredamos un país con una economía muy desequilibrada, sin energía, gastando mucho más de lo que se tiene” y ratificó la importancia de que los tres niveles del Estado bajen el gasto y alcancen el equilibrio fiscal. Insistió en que “la crisis nos obligó a que todo el mundo se sentase a una mesa y aceptara, por primera vez en muchos años, tener un presupuesto equilibrado”.
La actual situación del valor promedio de las tarifas de energía es el fruto maligno de la fiesta que vivieron unos pocos, destruyendo la producción nacional y revirtiendo la condición de país exportador de energía a importador neto en condiciones de mercado complejas. En materia de energía si hubo una fiesta, de precios irrisorios para Capital Federal y Conurbano, de tarifas medias para las provincias y millones en el bolsillo de unos poquísimos. No se sale en tres años de tremendo desquicio.
En estos días, la justicia de Estados Unidos tiene una baza enorme en su poder: si abre el “discovery”, tal como plantea Argentina ante el reclamo de grupo Burford por la deuda originada en los reclamos del grupo Petersen, los músicos y los responsables de la partitura de la fiesta de los pasados doce años saldrán a la luz. Sera de ver.