El suicidio de una adolescente en el Colegio Nacional de La Plata trajo a la portada de los medios, brevemente, una vez más el delicado tema del suicidio. Interrogantes diversos se plantean recurrentemente, como la naturaleza del entorno, la familia, los amigos, los compañeros. Las estadísticas al respecto abruman y acongojan, pero no alcanzan a explicar el fenómeno, para que todos podamos comprender y atenuar, si no prevenir.
El suicidio se lleva la vida de 500 adolescentes cada año en la Argentina. Ya es la segunda causa de muerte por causas violentas en chicos de 10 a 19 años, y la problemática va en aumento. Desde los 90 hasta la actualidad, la tasa de suicidios en jóvenes se triplicó en el país (pasó de 2,5 por cada 100 mil habitantes, a 7,4 cada 100 mil), según advierte el reciente informe “Situación de la salud de los y las adolescentes en Argentina” elaborado por el Ministerio de Salud de la Nación y Unicef sobre la base de estadísticas de organismos del Estado. Datos recopilados por algunos medios nacionales revelaron que “el aumento significativo del suicidio en adolescentes es un tema preocupante: en 2013, 521 menores de 20 años se quitaron la vida, cuando en 2009 eran cerca de 300. El aumento en los últimos 15 años está en el 100%”. Disminuye a nivel global el suicido en la tercera edad, pero crece en la adolescencia. Estados Unidos y Japón han visto dispararse sus tasas de suicidio adolescente, y no hallan respuesta adecuada a lo que ya muchos citan como una auténtica epidemia.
Un relevamiento llevado a cabo por el Observatorio de Adicciones y Consumo Problemático de la Defensoría del Pueblo bonaerense señaló que un 70% de los adolescentes a partir de los 12 años consume alcohol con distinta frecuencia. El estudio, realizado en La Plata en base a una muestra de 500 casos, arrojó información cualitativa sobre la práctica conocida como “previa”, y reveló que el 40% de los adolescentes consume alcohol los fines de semana, y que cuando lo hace, mezcla diferentes bebidas. “Tenemos una situación preocupante marcada por la ingesta previa a las salidas nocturnas que se realiza en los propios hogares o en hogares de amigos, lo que debe de maximizar nuestro rol de padres, e involucrarnos”, expresó el Defensor del Pueblo Adjunto a cargo del área, Walter Martello. En esa línea, precisó que “la asociación entre alcohol y diversión es una propuesta a desmitificar, algo que vamos a trabajar en talleres en escuelas y organizaciones con un abordaje diferente desde el área de niñez y juventud”.
El informe también detalló que un 37% de los jóvenes consultados expresó que al menos una vez al mes consume cinco o más bebidas alcohólicas en un solo día, mientras que un 13% confirmó hacerlo todos los fines de semana. Estas cifras indican que no miden la ingesta y la mezcla de bebidas, ya que el 22% manifiesta no haber podido parar de beber, y mismo porcentaje manifiesta no recordar lo sucedido la noche anterior. En tanto, un 70% expresó que beber alcohol lo relaciona con celebraciones y festejos, de los cuales un 32% lo hace porque “es divertido”, mientras que un 25% por “la sensación que genera”.
Por otro lado, cuando se consultó sobre las bebidas que prefieren, ubicaron en primer lugar el fernet y el Campari, luego la cerveza y, en tercer lugar, al vodka, el ron y el tequila, lo que responde en gran medida a los estereotipos de las publicidades de bebidas alcohólicas. Un dato que se encuentra en consonancia con últimos estudios sitúa la edad de inicio de consumo de alcohol entre los 12 y 14 años, según lo respondieron un 69% de los encuestados.
Cuando se consultó si alguna otra persona había resultado herida porque el entrevistado había bebido, casi el 9% respondió que sí al menos una vez en el último año. Esto denota que no sólo se produce un deterioro a nivel cognitivo y físico producto del consumo sostenido, sino también un daño en los vínculos y relaciones sociales. En dicho diagnóstico coincide la Asociación Nacional de Pediatría, que señala que no hay seguimiento adecuado de los casos: se estima que hasta un treinta por ciento de los suicidas lo son por afectaciones psiquiátricas mal tratadas y la falta de ámbitos de contención y tratamiento adecuados.
Un abordaje integral que incluya un código publicitario estricto, uno que impida vincular alcohol y drogas con placer y éxito, contribuiría en gran manera a dar señales ciertas de una política para atemperar una situación que debe doler más allá del tiempo que una muerte por suicidio dura en la tapa de los medios.