
El segundo mandato de Donald Trump y su —por ahora— fiel escudero Elon Musk, está desatando un panorama global cuyas consecuencias son imposibles de prever.
Lo pueden vestir con bellas palabras, pero la deriva a favor de Vladimir Putin y su relato anti OTAN para justificar así la invasión a Ucrania y una guerra lanzada sobre una población civil, no resiste relato alguno.
El pueblo ucraniano desde que se dio el movimiento conocido como la «rebelión del Maidan» se ha posicionado por dejar atrás al dominio ruso sobre sus vidas. No se trata de las «tierras raras» presentadas como el botín que pretende la administración norteamericana para justificar la ayuda militar recibida por el gobierno de Volodomyr Zelinsky. Es otro el juego, aunque, por ahora, sólo sea en un escenario especulativo.
La credibilidad de Estados Unidos como socio mayor confiable frente a Rusia está destrozada y deja sin argumentos a los partidos de izquierda europeos que han sido el factor clave en el desarme del continente. Según revela Swiss Info sobre información de agencias europeas, en estos días se debatirá el contexto de la ayuda a Ucrania, recalcando que el refuerzo de la defensa europea empieza en dicho país, y apuesta por centrarse en tres áreas prioritarias: acelerar la ayuda militar y de otro tipo, asociar a Kiev en iniciativas comunitarias para desarrollar o licitar capacidades militares, e integrar a ese país en la industria comunitaria.
Por lo que respecta al apoyo militar, urge el suministro de munición de artillería de gran calibre con un objetivo mínimo de 1,5 millones de cartuchos, de sistemas de defensa aérea, drones, adiestramiento y equipamiento de las tropas ucranianas, y reforzar los servicios y activos espaciales comunitarios. Kiev está demostrando que, con flujo suficiente, es capaz de innovar en la crucial capacidad de hacer la guerra con lo que está a su alcance. Las operaciones masivas con drones comerciales adaptados han segado vidas rusas y de sus aliados así como preservado las propias.
En el plano interno, la deriva de Trump ya se cobra costos: es el caso de la afectación sobre el valor de TESLA en la bolsa de New York. Según cita DW: «En Alemania, donde Musk respaldó al partido de ultraderecha Alternativa para Alemania (AfD) antes de las elecciones pasadas, las matriculaciones de Tesla cayeron un 76% en febrero respecto al año anterior, mientras las matriculaciones de vehículos eléctricos en general aumentaban casi un tercio. Una tendencia similar se observa en otros lugares como Francia, Australia o California, el mayor mercado estadounidense de vehículos eléctricos».
Los consumidores parecen estar evitando la marca. Muchos propietarios les pusieron a sus Tesla pegatinas con mensajes como «Tesla clásico: edición pre-locura» o «Compré este coche antes de que Elon perdiera la cabeza». «Musk cree que puede decir lo que quiera sin que Tesla sufra consecuencias», declaró el analista de Morningstar, Seth Goldstein, a Associated Press la semana pasada. «Tesla estaba en una posición ventajosa, ahora tiene competencia».
La deriva, en muchos casos inexplicables, y la postura de ambos hombres fuertes hoy de Estados Unidos, parece un caldero de problemas y no de soluciones.