A diario —y con razón— se habla del deterioro de la educación en la Argentina. Es real, ocurre. Es el resultado de una sistemática política iniciada en la década de 1980 en las gobernaciones peronistas que ha llevado a extremos perversos a la educación en nuestro país. Pero aún a pesar de todo, nuestro país encuentra razones para sentir orgullo.
La decadencia de nuestra educación es el resultado de una sociedad perversa conformada por dirigentes políticos y sindicalistas que han hecho lo imposible por destruir el legado de Sarmiento: una nación señera en el continente en cuanto a la alfabetización e instrucción general. Han sido décadas de un ejercicio destructivo de la educación. Pero, a pesar de ello, la educación resiste: esto queda claro en dos ejemplos de estudiantes argentinos que, arropados en las instituciones educativas del país, han logrado resultados notables a nivel mundial.
Primero, fueron los estudiantes del ITBA que participaron en la Spaceport America Cup, realizada en junio en Estados Unidos, un certamen sobre el desarrollo de cohetes espaciales. En julio, otro grupo de jóvenes coronó tras su presentación en el mundial de robótica celebrado en Países Bajos.
El director del ITBA Rocketry Team, Juan Bautista Valero, habló sobre este trabajo en la 99.9: «comenzamos hace 2 años con un grupo de 10 personas que estábamos muy motivados por la ingeniería espacial y en la competencia canalizamos las ganas en un lanzador. El año pasado competimos en una versión más chica y nos fue bien, así que este año volvimos con un cohete más grande, más difícil y el esfuerzo dio sus frutos porque nos fue muy bien».
Eligieron competir en una categoría regida por altos estándares, pudieron lograr lo que buscaban: «dentro de la competencia hay distintas categorías por el tipo de propulsión y la altura a la que uno va. Este año en la parte propulsiva es la más desafiante donde construís tu propio motor de cohete y el objetivo de altura nuestro era 3 kilómetros […] parece que Argentina no tuviera una cultura aeroespacial, pero en este torneo y en el desarrollo esperábamos no encontrar respuesta del público. Tuvimos la grata sorpresa de que, en poco tiempo, luego de nuestros primeros cohetes, tuvimos apoyo de la Universidad, varias empresas, organismos públicos, el Ministerio de Defensa, la CONAE, fuimos a visitar ARSAT; entonces nos dimos cuenta que en nuestra medida hay mucho interés y mucha gente que sabe mucho al respecto».
En el caso del concurso mundial de robótica en Países Bajos, Martina Talamona, junto con Ian Molina, fueron los que representaron al resto del equipo compuesto por Zoe Casares, Milagros Lalli, Tania Arenas y Joaquín Bares.
Molina comentó como surgió esta posibilidad a través de la 99.9: «nosotros no nos conocíamos de nada, hace aproximadamente cuatro meses nos mandaron a llamar a todos por nuestros distintos colegios para participar sin que ninguno lo esté esperando. En mi caso, por ejemplo, me mandó a llamar mi directora y me comentó que había sido preseleccionado para formar parte del equipo que iba a representar a Argentina en el Mundial de Robótica o en la Robocup. Yo me emocioné porque claramente no lo esperaba y era una gigantesca noticia. Me dijo mañana tenés la entrevista con los que eligen todo para charlar con ellos y ver qué sucede. Tuve la entrevista, me fue muy bien y a partir de ahí empezó el desafío de estar tres meses seguidos, casi todos los días, trabajando en los robots, mejorándolos».
El proceso no era sencillo porque no se conocían y tenían que trabajar en este desarrollo: «como no nos conocíamos ninguno, también los conocimientos que teníamos eran distintos. El primer mes casi que estuvimos aprendiendo el lenguaje de programación que utilizamos para el robot, que se llama Python, que es el más utilizado en el mundo».
Así, contra todo pronóstico, la educación y los jóvenes argentinos brillan. Argentina, debes creer.