Es un caso de estudio la vinculación de Jorge Bergoglio con las dictaduras y con aquellos que —como en el caso del PJ— ocupan un lugar de privilegio en su consideración.
Recientemente recibió a la CGT y tuvo un gesto en particular para con Pablo Moyano. También, ha dejado en claro su vinculación y la protección que le brinda a Juan Grabois. Si una imagen vale mil palabras, las imágenes del titular del dicasterio, entregándole un texto, y las expresiones le ofrece al oído al Papa, lastiman cualquier buena conciencia.
No es baladí que haya tomado posición política ante el gobierno nacional con una frase de barricada «en vez de pagar justicia social, el Gobierno pagó el gas pimienta». Y no se quedo allí: denunció corrupción en el gobierno nacional hablando de algo que el gobierno ya había cortado de cuajo.
Hay un dato curioso: Francisco —así es su nombre papal— ha iniciado un ajuste económico en la iglesia como no se reconoce en la historia. En el diario ABC se señala: «El Papa prepara recortes en el Vaticano y pide a los cardenales que busquen recursos externos. El IOR, el banco vaticano, ha reducido sus ingresos a la mitad y la colecta del óbolo de San Pedro ha bajado en ocho millones desde 2011».
Continúa: «Tradicionalmente el Vaticano ha prestado especial atención a sus arcas, pues la autonomía financiera del Papa sostiene su libertad de decisión. Sin embargo, hoy las cuentas de la Santa Sede son uno de los problemas más graves que están sobre la mesa del Papa, y todas las posibles soluciones que ha aplicado hasta ahora no han resuelto la cuestión y han provocado malestar entre sus colaboradores. Por ejemplo, el aumento de los alquileres a eclesiásticos, o el traslado de departamentos a edificios no alquilables, para ofrecer esos espacios a embajadas o instituciones religiosas que paguen un alquiler». Ergo, la casta Vaticana está siendo puesta a dieta.
Según publica el diario italiano La Repubblica, el último balance de la Santa Sede recoge €1.236 millones de gastos y €1.152 millones de ingresos. Significa que ha cerrado sus cuentas de 2023 con un déficit de €83 millones, cifra que podría haber sido mucho mayor si no fuera por la buena marcha de las rentas inmobiliarias y los primeros efectos de los recortes internos. En 2021, el déficit fue milagrosamente de €3,3 millones de euros.
En un texto enviado a los cardenales, el papa señala: «una mayor conciencia de que los recursos económicos al servicio de la misión son limitados y deben ser gestionados con rigor y seriedad, de modo que no se desperdicien los esfuerzos de quienes han contribuido al patrimonio de la Santa Sede». Y por eso, solicita «un esfuerzo adicional para que el ‘déficit cero’ no sea sólo un objetivo teórico, sino una meta realmente alcanzable». «Es un deber de todos».
El texto es claro e impone una dura lex económica para llevar a la Iglesia a un punto de equilibrio razonable para que la actividad eclesial se sostenga en el mundo.