Los medios de Capital Federal agitan el riego país como si estuviéramos en el año 2000. Las circunstancias son absolutamente distintas y nada se cuece en el mismo caldero que aquel año infausto de traición política, saqueos, y desasosiego social luego de una década de convertibilidad.
En noviembre la balanza comercial argentina fue superavitaria en mil millones de dólares. La compra de dólares por parte de particulares cayó a mínimos rara vez vistos y en el cierre del mes —y del año— el dólar está al borde de la banda de intervención de precio mínimo determinada por el Banco Central de la República Argentina.
En el año 2000 la coalición política de dicho momento, “La Alianza”, sufrió la traición que implicó la renuncia de Carlos “Chacho” Álvarez a la vicepresidencia de la nación arguyendo razones de ética. Lo hizo, supuestamente, basado en el escándalo escenificado del supuesto reparto de dinero en efectivo para pagar los votos de una ley que afectaba cuestiones mínimas en la reglamentación de los contratos de trabajo.
La renuncia significó el fin de la carrera política de Álvarez, el fin de La Alianza, y el tañer de campanas que marcó el inicio de los saqueos que llevaron el día 20 de Diciembre a rodear la Casa Rosada y a dictar el estado de sitio, lo que a su vez llevó a la motorización de acciones concretas que provocaron enfrentamientos con un saldo triste de víctimas fatales.
Nada es igual, por más que se haya buscado establecer forzadamente similitudes. Diversos medios con editor responsable señalaban en agosto de este año: “analistas coinciden en el diagnóstico: estamos ante un escenario que hace prever el fin de la libre disponibilidad de dólares, al menos para el ciudadano de a pie. Es decir, la emergencia de un cepo o, peor aún, de un nuevo corralito”. Nada de ello ha ocurrido, ni existe posibilidad de que ocurra.
Setecientas mil personas vendieron divisas estadounidenses en noviembre, más del doble del de las trescientas mil que lo hicieron en octubre. El dato complementario es que cayó también la compra de dólares por individuos, bajando por tercer mes consecutivo.
La demolición de estos argumentos por el peso de los hechos lleva a que se traiga al centro de la escena dos temas: el riesgo país y el default en 2021.
En el primer caso, el riesgo país se cita ignorando lo que ocurre a escala global, como si el mundo no estuviera a los saltos por la política de Reserva Federal de Estados Unidos de subir los tipos de interés y enfrentar a Donald Trump, provocando una corrida global. En el segundo, se hacen estimaciones basadas en la hipótesis de que para 2021 habrá concluido el acuerdo con el FMI y sobre datos financieros del momento que en nada se parecen a los estimados que Argentina pude tener en función de la actual política económica, que no es sólo de tipo de cambio. La apertura del mercado Chino y el de Japón, más el mercado de carnes de Estados Unidos, sumados a la exportación de gas y litio, son una plataforma formidable que se agrega al mercado de las exportaciones de oleaginosas y granos, tradicional baluarte del comercio exterior del país. El cambio de escenario no es hipotético, es un dato de la realidad.