Es un dato cierto de la vida de los argentinos las recurrentes crisis que han impactado desde 1975, cuando se lanzó el plan económico de ajuste conocido como “Rodrigazo”, en atención al nombre del ministro de economía de Isabel Perón, Celestino Rodrigo. La debilidad fiscal de la economía argentina, en combinación con altísimos impuestos al consumo aplicados en toda la escala impositiva —nacional, provincial y municipal— son un combo que, sumado a la irresponsabilidad en el gasto, llevan a situaciones como las vividas en estas semanas pasadas; y que han tenido el corolario con el veto del presidente Mauricio Macri a la ley del congreso que, impulsada por el peronismo en todas su variantes, pretendía demoler la consistencia fiscal del Estado nacional.
El anuncio del BCRA que limitará los salarios de los choferes a disposición del directorio y gerentes de la institución es una muestra del gasto ocioso e innecesario que abunda en la gestión estatal. El presidente del banco, Adolfo Sturzeneguer, anunció que, de ahora en más, los choferes sólo estarán a disposición del presidente del banco —o sea el propio Sturzeneguer—, y del súper intendente. El resto de los funcionarios y del directorio deberán resolver su transportación por sí mismos. Se termina la jornada de siete días en servicio las veinticuatro horas, que era lo que llevaba los sueldos de los choferes a valores estrafalarios para dicha tarea. Y eso que no percibían por el convenio de camioneros.
El escándalo por lo percibido por los choferes del BCRA se inicio en las redes sociales. Christian Kreutzer —afamado cirujano cardiovascular pediátrico— reveló en su cuenta de Twitter el salario de los choferes del central —$200.000— y lo comparó con el salario del jefe de cirugía cardiovascular en un hospital público de la Provincia de Buenos Aires: $42.000. De dicha publicación en Twitter —sin editor responsable— saltó a los medios y, de allí, la reacción de Sturzeneguer; que bien debió corregir este dislate sin que la movida llegara a estos términos. El interrogante es: ¿lo único que hay que cambiar en la composición del gasto del BCRA es el salario de los choferes?
Seguramente no, y esto se repite en toda la escala del gasto público. El corte en veinte mil millones de pesos que anuncio el ministro Nicolás Dujovne en la conferencia de prensa que se realizó en Casa Rosada anunció varias medidas de austeridad. Entre ellas: se congelarán los ingresos al Estado, se terminarán los convenios técnicos, se limitarán los viajes y la cantidad de autos que forman parte de la flota oficial. Nada nuevo: algo así ocurrió cuando Eduardo Duhalde ocupo la presidencia de cuasi facto y en poco tiempo la estructura estadual volvió a las andadas, como se ve en el ejemplo del central.
Según publico Ámbito financiero en una columna que firma Ezequiel Passarelli, “Argentina es el país en donde más impuestos se pagan y, América Latina, la región en donde más impuestos se pagan. La comparación de la región con el resto del mundo es muy desalentadora. El “Total Tax and Contribution Rate” (índice de impuestos y contribuciones) de América Latina es del 52,60%, contra el 39,60% de Europa y 38,90% de Norteamérica. Pero la comparación de Argentina, en particular, es realmente desgarradora. El índice asciende a un sorprendente 106%, considerando todos los impuestos (nacionales, provinciales y municipales) y las cargas sociales de los empleados en relación de dependencia. Mientras que en Chile es del 33%, en Uruguay es del 41,80% y en Brasil del 68,40%. Somos, por lejos, el país en donde más impuestos se pagan en todo el mundo, obviamente explicado por la alta evasión que existe (somos el quinto país del mundo con mayor evasión). En consecuencia, los pocos que pagan, tienen que pagar tanto”. Gasto ocioso e improductivo: es clave para un cambio necesario el combatirlo, obstinadamente.