A diario se emplea como instrumento de diatriba política el nivel de ocupación laboral y la estadística de locales en uso como termómetro de la actividad de la economía en general. El cierre de Musimundo en Mar del Plata trajo una nueva ronda de dichos políticos con aseveraciones decimonónicas que atacan al actual plan económico. Toda esa pirotecnia verbal no advierte el cambio que llegó y está instalado en la sociedad, impulsando alteraciones profundas en nuestros usos y costumbres.
Es real que la tasa de empleo en Mar del Plata y el país ha crecido, y que la situación económica dada desde 2018 agravó la situación general. Se cuestiona sin advertir que la mentalidad dolarizadora de los agentes económicos tiende a complicar la situación exponencialmente. Las propiedades se construyen en pesos pero se piensan en valor dólar, e igual criterio corre para los alquileres. En un raid de deterioro de la moneda nacional frente al dólar como el que corre en este año, es imposible que valores expresados en moneda extranjera puedan acomodarse a una economía basada en moneda local.
No es el único factor. La economía digital es ya un realidad en Argentina y está provocado un desplazamiento de las costumbres de consumo. Un informe presentado por Minsait, una consultora de transformación digital del Grupo Indra, revela que Argentina es el país con mayor tasa de conocimiento de apps de pago en comercios (70%) y el que presenta la menor tasa de conocimiento de apps de pago entre particulares, tan sólo un 10%. En cambio, con respecto a las apps de pago en comercios, más de la mitad de los argentinos las han utilizado alguna vez.
Es un doble estándar que coloca un estrés adicional en los mercados de venta y que afecta la tasa de empleo con carácter consecuente: si cada vez más argentinos empelan métodos electrónicos de compra y pago, cada día menos argentinos harán sus compras por los métodos tradicionales, ergo, aumenta el tráfico de datos y cae el tráfico de personas trabajando en locales de venta.
Debe considerarse así mismo que la cuestión central de la venta tradicional tiene el impacto directo de la legislación laboral argentina. El día del sorpresivo cierre de Musimundo en Mar del Plata, el Sindicato de Empleados de Comercio hacía activismo frente a los locales cerrados y exhibía sus pancartas con el slogan de “comercios cerrados el 23 de septiembre, día del empleado de comercio”. Cerrar un día hábil es considerado un logro sindical reivindicativo de los derechos del trabajador… Algo está fuera de escala en esta idea.
El ex legislador Jorge Enríquez señalaba en el diario La Nación que el llamado “milagro Portugués” es un milagro falaz. ¿Por qué? Porque el ordenamiento de la economía se hizo con gremios que aceptaron de un gobierno de izquierda que, para lograrlo, suspendió provisoriamente los aguinaldos, que eran dos, lo que redujo los salarios en un 14%. Además, disminuyó los salarios de los empleados públicos entre un 5% y un 10%. Por otra parte, se flexibilizaron los despidos y aumentaron los impuestos. En Argentina, ante el creciente comercio electrónico y la presión impositiva al consumo, se celebra un cierre de comercios en día laboral como un triunfo de la clase asalariada. Una situación que requiere de nosotros para cambiar. No es sólo la tarea de un gobierno.