La explosión de interés por el club platense Gimnasia y Esgrima de La Plata al contratar a Diego Armando Maradona como director técnico de dicha institución para su equipo de futbol —que arrastra una triste y larga saga de derrotas— es una noticia dominante en el universo mediático de Argentina.
Generó atención periodística, la locura de cientos de personas que buscaban afiliarse al club en un registro que no tiene antecedentes y, una vez más, desata el interrogante de qué clase de sociedad es la argentina. No hace a merito aquí insistir en la grandeza deportiva de Maradona, su historia futbolística releva de toda disputa al respecto.
Lo espantoso es que esos lauros cubran el inmenso demérito de sus conductas personales que, lejos de constituir un ejemplo positivo, dan pábulo a la idea Discepoliana del mundo como un cambalache. Esa imagen en el espejo es brutal y maliciosa porque ocupa el centro de la escena mediática, formando un todo que no deja espacios para otra reflexión.
Lo debido, la Argentina que existe, esa Argentina que persevera ante todo y pese a todo lo que, década tras década, parece sumergirnos en el día de la marmota, decostruyendo lo logrado con saña brutal; esa Argentina, apareció de la mano de Luis Scola y la Selección Argentina de Básquet.
Cuando, ante la inminencia de una elección crucial, lo bizarro parecía imponerse sobre toda la sociedad como un manto brutal, a la hora de una bandera de unión de lo correcto por sobre lo incorrecto, la celeste y blanco brilla por todo lo alto en Beijing. Alegra y motiva al llanto fruto de la emoción positiva, y da ejemplo que hacer las cosas bien, paga.
La lectura deportiva está en la magnífica propuesta que es Marca Deportiva, ya sea en la red, o en la 99.9. Aquí valoramos el deporte como expresión de lo social, su reflejo e impacto en el conjunto como expresión del camino que vale la pena seguir en lo personal y en lo colectivo. Tal como quedó reflejado en los Panamericanos de Lima, hoy en China el básquet se desmarca de la lógica tribunera cooptada por la política viciada de impunidad y negociados para darnos otro espejo en el cual mirarse.
Quizá la exhibición más cruenta de esos mundos paralelos se dio en el propio canal que tramite el mundial, Torneos y Competencias, especialmente en boca de Horacio Pagani, quien buscó ningunear al básquet presuponiendo una superioridad técnica del balón pie por sobre el éste, y recibiendo una filípica del jugador Salem Safar y sus propios compañeros de programa.
Horacio Pagani es parte de un núcleo enviciado que por años ha vivido del futbol hablando de la nada misma, traficando influencias en la compra venta de jugadores y en la designación de árbitros y otras delicatesen que suelen pasar a la vista de una sociedad con tolerancia infinita. Es obvio que la virtuosidad deportiva y el amor a la bandera —expresado en el amor a la camiseta de la selección de básquet— le resulte extraño, ajeno, y poco interesante. No es una grieta: son dos visiones del bien y del mal en donde elegir bando significa la diferencia.