El equipo económico probó esta semana dos tácticas para ganar tiempo: un viaje a Europa para reunirse con la mesa central del Club de París, y el anuncio del fin del cepo al dólar, del que Mauricio Macri tuvo la extraordinaria lucidez de señalar que no puede finalizar algo que el Gobierno jamás aceptó que existiera.
Axel Kicillof habló más por sus gestos que por sus palabras en la conferencia de prensa que brindó junto al jefe de Gabinete Jorge Milton Capitanich. Se lo veía molesto, casi iracundo asistiendo al anuncio que pretendió el jueves 23 de enero “planchar” el dólar paralelo para ganar tiempo. Pero es difícil ganar tiempo para un equipo amateur que se justifica ante un mal anuncio, como lo fue aquel de que se importaría tomate, argumentando “Alfredo Coto nos dijo que había problemas con el precio (del tomate)”. ¿Será que Alfredo Coto es parte del equipo económico, y los ciudadanos lo ignoramos?
Aun existiendo el comentario del supermercadista más importante de la Argentina, un equipo económico solvente y con conciencia de rol debió verificar el rigor de tal comentario, y no correr a hacer un anuncio que lo dejó muy mal parado frente a la opinión pública, erosionando el único capital que un equipo económico debe aspirar a preservar: la credibilidad.
Qué puede ocurrir de aquí en adelante con las medidas, es un acertijo. No hay previsibilidad, porque no hay racionalidad en el comportamiento del equipo profesional económico del Gobierno. Por lo pronto, por citar un rubro, las grandes cadenas de electrodomésticos han paralizado las ventas on line, y salvo operaciones de estricto contado, no se vende nada. En las concesionarias, a quien pretenda adquirir un vehículo nuevo en este momento, le contestan que no hay entregas. No es que no estén los bienes; no hay precios de referencia.
El Gobierno sostiene que el tipo de cambio en este nivel es “más que satisfactorio”, según ha señalado en las últimas horas una alta fuente del Palacio de Hacienda. Es decir que para el Gobierno, un dólar oficial en torno a los 8 pesos cumple con los objetivos trazados para mantener la competitividad. Es más: comentan que algunas economías regionales, con un dólar a 6,50, “ya estaban bien”. Es decir que se puede inferir que el Banco Central intervendrá en el mercado para sostener el valor en torno a los 8 pesos, con las lógicas fluctuaciones.
El dar una certeza de que no habrá más devaluaciones diarias explica la imagen de confianza que pretende brindar el equipo económico, en el sentido de que comenzarán a ingresar divisas. De hecho, Kicillof ha subrayado que el alcance de estas medidas no se trasladará a precios o a salarios. Sin embargo, un interrogante de la hora es qué ocurrirá en paritarias con el gremialismo, en el actual escenario de ausencia de poder del Gobierno.
Para apalancar su análisis sobre el futuro inmediato del ingreso de divisas, Kicillof señaló a una radio metropolitana que el Gobierno estima la existencia de unos once millones de toneladas sin liquidar, es decir, de unos cuatro mil millones de dólares, en momentos en que ya se está ingresando en la cosecha nueva. Al decir del ministro, “también las cerealeras, las grandes exportadoras, suspendieron sus créditos internacionales por aproximadamente dos mil quinientos millones de dólares, así que ahí hay otros 6.500 millones de dólares -tomando un número aproximado-“.
Si el piso de reservas se cumple tal cual lo previsto, los números quizá tenderían a recomponerse, aunque quedaría por verse cómo se trasladaría la experiencia cambiaría de los últimos días a los precios de todos los días, más allá del deseo del Gobierno. En referencia a este punto, Kicillof indicó que “hay empresas que lo pueden soportar sin pasar a precios”, aunque reconoció que si bien una devaluación tiene impacto en los costos, se sabe en qué costos. “Por eso tendremos a la importación como una herramienta para disciplinar los precios”.
En fin: un ejercicio discreto de buena memoria indica que la disciplina de precios tiene en la Argentina una larga historia de fracasos. Y eso sí que nos pone a todos del tomate, y ya no es cuestión de la amabilidad ideológica con que se contemple la historia del país.