Donald, las Oreo and the fucking machines

edi998

El triunfo de Donald Trump trae una larga lista de interrogantes para los Estados Unidos y también para el mundo entero. La dimensión de su triunfo -no el voto popular, que daría ganadora a Hillary Clinton, sino en el sistema electoral de ese país, que impone delegados a la convención- revela hasta qué punto el recorte mediático de los hechos puede deformar todo análisis y pronóstico.

Las cuestiones personales dominaron la campaña e introdujeron notas tremendas sobre ambos candidatos, con acusaciones de violación, misoginia y operaciones con revelaciones destructivas semana a semana sobre uno y otro. Lo que llevó a Donald Trump a la consideración de casi 59 millones de estadounidenses que lo votaron en todo el país y le permitieron obtener 279 electores, fueron hechos concretos tales como su posición ante la compañía Mondelez International, fabricante de las galletitas Oreo, y el fabricante de las computadoras Apple.

En el caso de las galletitas Oreo, un producto global, Donald Trump señalaba en un evento en Alabama el pasado 22 de agosto: “Amo las Oreo. Nunca las volveré a comer de nuevo”.Y agregaba: “Nabisco cierra la planta en Chicago, y están moviendo la planta a México. ¿Por qué? Porque México es la nueva China. No culpo a China, yo los respeto, no estoy enojado con ellos, estoy molesto con nuestros líderes, por ser tan estúpidos”. La apertura de la fábrica en México reduce en 600 los puestos de trabajo de la planta en Chicago, que pasa a cumplir un rol menor en el esfuerzo productivo de la empresa para el mercado de la Unión.

En referencia a la marca más icónica del universo tech, Trump decía en campaña: “Todos los productos de Apple, incluyendo sus Mac Book, incluyen la leyenda: “Designed in California, Made in China”. Es decir, todos sus productos son diseñados en California, Estados Unidos, pero los fabrican en China. Se trata de un tema de costos, así de sencillo“. Donald Trump declaró el 18 de enero a la Liberty University, que Estados Unidos debería reclamar esos empleos. Pero no se quedó allí, sino que fue por más: “Tenemos gente increíble en este país: inteligente, intensa, energética, son sorprendentes. Estaba diciendo que hagamos a América grandiosa de nuevo, y realmente pienso y creo esto, vamos hacer que las cosas lleguen… vamos hacer que Apple empiece a construir sus malditas computadoras y demás cosas en este país, en lugar de otros países.”

Nada de todo esto llegó, en líneas generales, al gran público fuera de los Estados Enidos. Trump les hablaba a millones de sus compatriotas que veían otro canal, no el canal que veía el mundo, y se quedaron con lo que veían. Trump se dirigió en términos personales en su campaña al CEO de Ford para decirle que sus productos deben ser manufacturados en el país, o tendrán un impuesto de importación del 35%; exactamente el mismo monto que aplican nuestros países a los productos extra Mercosur en el mercado automotriz.

Ganador de la contienda, el auténtico interrogante es cuánto de lo señalado podrá ser efectivamente cumplido. Es una agenda popular, sin duda compleja de ser efectivamente cumplida, por el inmenso nivel de intereses afectados. Quizá como todos sus antecesores, Donald Trump aprenda la dura lección de que presidir los Estados Unidos de América no te hace exactamente dueño del mundo.