En tanto en Argentina los resultados de la prueba PISA agitan el debate sobre la calidad de la educación, y la extensión considerada ideal del año escolar de 180 días se desvanece entre paros y fallas estructurales, el mundo busca caminos que integren a la escuela al ritmo que ofrece hoy la omnipresente tecnología, que sin dudas ha llegado para cambiarlo todo. Y todo es todo, e incluye la educación.
Un encuentro realizado en Madrid revela elementos de lo que el mundo discute respecto del desafío de educar en el siglo XXI. Richard Gerber, uno de los más influyentes pensadores a nivel mundial en el área educativa, defiende que “los alumnos aprenden mejor si se sienten implicados”, al tiempo que arremete contra los deberes y contra los exámenes. Cuando era director de colegio, convirtió la Grange Primary School, una de las peores de Reino Unido, en un ejemplo de innovación. Fue asesor de política educativa de Tony Blair y Premio Nacional de Enseñanza en su país. Estos días ha estado en Madrid, participando en el Congreso de Mentes Brillantes. Allí señaló: “El sistema educativo español es uno de los más tradicionales del mundo y ocurre como con la educación durante la era industrial, en que se perseguía controlar la producción: se da a todos los alumnos el mismo mensaje y se les examina de la misma forma. Pero nuestros hijos son la generación más sofisticada de consumidores de la historia, sobre todo en tecnología. Conocen mucho más el mundo que nosotros a su edad. Ya no basta con atraparlos en clase, lo que necesitamos es un sistema que exprima lo mejor de cada uno. A pesar de que los niños tienen un instinto natural para aprender, el sistema actual hace aburrido el aprendizaje. Si creamos sistemas divertidos y estimulantes, los alumnos querrán seguir en las aulas”.
Obvio es que tanto el criterio como la crítica implícita caben también de este lado del Atlántico. Gerber avanza muy intensamente cuando cuestiona el modo en que los sistemas meritocráticos actuales califican el resultado de la enseñanza, al indicar que la mayoría de los países tiene estas pruebas, pero el problema es que miden sólo un tipo de inteligencia. “La sociedad aún cree que la forma en que haces el examen define lo inteligente que eres, pero muchos emprendedores de éxito tienen en común que suspendieron estas pruebas finales. Steve Jobs, cofundador de Apple, abandonó la universidad, mientras que Richard Branson, de Virgin, dejó de estudiar a los 16 años. Necesitamos un sistema educativo que sea capaz de medir las inteligencias múltiples, no sólo las habilidades para superar un examen”, subrayó.
En el lugar en el que Richard Gerber rompe con todas las convenciones es cuando se manifiesta sobre un tema crucial de la escolaridad: la tarea para el hogar. “Nunca he entendido el valor de los deberes. En mi opinión, se inventaron para que el niño tenga algo que hacer cuando llega a casa y para que los padres puedan ver qué es lo que hace en el colegio. Ninguna de estas razones beneficia a los niños. No he visto ningún informe serio que diga que son beneficiosos para el progreso de los niños. De hecho, en China están empezando a quitarlos en Primaria. No digo que los videojuegos sean buenos todo el rato, pero a mi hijo de 14 años le encanta jugar al FIFA en la consola, que tiene conectada a Internet. Ha empezado a decir frases en ruso, español y alemán porque habla con los chicos con los que juega, que son de otros países. Es un buen ejemplo de cómo aprenden por sí mismos. Confiemos en ellos y dejemos que hagan lo que les interesa en su tiempo libre. Quiero que jueguen en la calle y que tengan tiempo para estar con sus padres, para hablar entre ellos, para leer libros… y no pueden hacerlo con dos o tres horas de deberes al día”. Un puñado de ideas que van fuertemente en contra de todo lo que en nuestro país se consideran verdades consagradas y que sería bueno considerar, si es que se pretende desaburrir el proceso de escolarización del individuo y regresarlo a las aulas, aquí, allí y donde quiera que haya un sujeto escolarizable.