Fue un momento de borrachera política. Una euforia fenomenal que alimentó la media metropolitana con zalamerías como la expresada por el comentarista económico Willy Kohan en el espacio de Marcelo Longobardi, refiriéndose al candidato designado por Cristina Elizabeth Fernández como “presidente virtual”.
Una expresión de la alcahuetería más baja que dio por ganada la nada misma y contribuyó al estado de locura que derrapó la moneda argentina al desaforado valor de 62 pesos por cada dólar y llevó el llamado “riesgo país” a valores de la caída de la convertibilidad. Si bien lo negaron en público tanto el candidato de Cristina Elizabeth Fernández como los economistas del sector, fue el espanto a otro gobierno peronista lo que trajo estos vientos que le pegan tan duro a la sociedad argentina.
En el medio de la nada misma y en camino a la elección de octubre los compañeros de ruta de la corriente nacional y popular que calza zapatillas Niké y tiene al iPhone por dilecto instrumento para la comunicación, lanzaron por medio de Juan Grabois la consigna de que nadie puede poseer más de 5 mil hectáreas, proponiendo la reforma agraria. En su apoyo habló el dirigente del Movimiento Evita, Emilio Pérsico.
Nada ha dicho el candidato Alberto al respecto, dejando de lado el tema, quizá entendiendo que callar es lo mejor ante tamaña revelación. Dos grupos con representación en las listas del Frente de Todos ven en las expropiaciones una política posible de llevar adelante en Argentina. No ayuda que el anfitrión del candidato Alberto en España haya sido la facción política Podemos.
Los medios en España expusieron que la recepción a Alberto Fernández fue una estrategia de Podemos para engañar a las autoridades del parlamento y transformar una visita política en un mitin, algo que no debería extrañar en grupos que comparten la visión de que lo correcto es una falacia del poder al que dicen enfrentar. Tal como se dijo en una reciente interpelación al líder de Podemos, Pablo Iglesias, al respecto de la financiación ilegal que reciben los podemitas —en particular, la que se les acusa recibir de Irán y Venezuela—, que terminó en escándalo: “vinieron a cambiar el poder y solo cambiaron las casas”.
Esta acusación está fundada en la adquisición de viviendas por parte del propio Pablo Iglesias y de su esposa y co líder de Podemos, Irene Montero. Viviendas de lujo, lejos del discurso de austeridad que colocó a esta formación, en su momento, en la cima del debate político español.
Luego de su paso por España, el candidato Alberto se dirigió en forma exprés a Portugal. Allí se reunió con el premier de Portugal, una reunión de apenas algunos minutos, media hora máximo, de la cual se monta una operación de prensa que pone en boca del candidato ungido la frase “buscare imitar la disciplina fiscal de Portugal”. Es exactamente lo que todos los economistas vinculados al candidato Alberto dicen que no hay que hacer, ya que en su visión la economía no es una cuestión monetaria y sí de consumo interno, lo que requiere “poner plata en el bolsillo de la gente”. Lejos, muy lejos de Portugal.