Daban cátedra de moral, cuando menos pública. Crearon la fantasía de un reino (literal) de bondad política que sólo actuaba en beneficio del gobernado. Por años nos dieron el espectáculo –sobre todo a los hijos putativos- de los debates en las Cortes. “Que diga usted, señor González”, correctamente retrucado por un “mire usted, señor Aznar”. Todo un ejemplo a seguir, cómo dudarlo, con un dejo de envidia ante semejante despliegue de civilización política.
Pero resulta que, o no todo es lo que era, o lo que era y es no se parece a las apariencias. El Rey Juan Carlos de Borbón, por ejemplo, ya no es la figura egregia que siempre mostró ser: ahora asesina elefantes, tiene amantes escandalosas, y no está solo en esta caída libre, sino acompañado por la clase política española, que, en medio de la peor crisis desde el ingreso de España al euro, se encuentra sumergida en la peor corrupción a vista y paciencia de todos.
Las ramificaciones del «caso Bárcenas» y el supuesto cobro de sobresueldos en la cúpula del PP han puesto en jaque a la derecha española. Tras negar la existencia de los sobres con dinero negro e intentar distanciarse de su ex tesorero, el presidente español Mariano Rajoy promete ahora una auditoría externa y una investigación de puertas adentro. De este modo, la dirección del PP intenta lidiar con las progresivas noticias que apuntan a la corrupción en el seno de la formación, al tiempo que intenta mantener la cohesión interna. Tanto PSOE como IU insisten en que el Gobierno español debería dar la cara ante el Congreso, pero se trata de algo poco probable ya que la mayoría absoluta de la que disfruta el PP le permite dar carpetazo a la investigación parlamentaria bajo el argumento de que la cuestión está ya en manos de los jueces.
Pese a las promesas del fiscal general del Estado, que aseguró que sería «extremadamente beligerante con la corrupción», lo cierto es que, por el momento, la Fiscalía no ha movido ficha. Se ha limitado a seguir adelante con la investigación de la «trama Gürtel», caso por el que Luis Bárcenas ya está imputado, lo que deja fuera, hasta ahora, el caso de los sobres.
«Acerca del dinero negro, vuelvo a repetir, no he leído ninguna prueba. Sí que existe una cuenta en Suiza que ha develado una comisión rogatoria. De lo otro, pruebas no he visto. Ni yo, ni nadie». María Dolores de Cospedal, secretaria general del PP, se resguardaba así de las preguntas tras el Comité Ejecutivo Nacional que la formación que lidera Mariano Rajoy celebró en su sede de Génova.
Tras el escándalo sobre los 22 millones de euros que Bárcenas llegó a amasar en cuentas en Suiza y el de los sobresueldos revelados por el diario «El Mundo», ayer fue el turno de la confesión de Jorge Trías Sagnier, ex diputado en la legislatura entre 1996 y 2000. El antiguo parlamentario conservador aseguró que Bárcenas era el encargado de la contabilidad «B» del partido, y que entregaba sobres entre la cúpula del PP que podían llegar hasta los 10.000 millones de euros.
La historia, que difícilmente habría salido a la luz si no estuviera de por medio la crisis económica que afecta al 89% de los españoles, mantiene convenientemente callado -¿y preocupado?- en un rincón al PSOE, compañero de ruta en la rapiña de los recursos públicos españoles. La situación, que aún no tiene beneficiarios políticos, cuenta con algunos capítulos en la Argentina, ya que los responsables de esta predación orientaron desde tempranos los años ochenta recursos hacia nuestro país y al vecino Brasil.