Las próximas elecciones en Alemania son una prueba para la credibilidad de la Unión Europea, cada día más expuesta a la agenda 2030 que genera incontables conflictos internos y ante la asunción de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos.
Con Francia en una deriva institucional gravísima sin acuerdos políticos a la vista y España en el limbo de Sánchez Castejón aliado con quienes buscan hacerla desaparecer, la situación en el continente es sumamente endeble.
El sueño europeo de ser un amortiguador entre Estados Unidos y Rusia y un tercero entre partes con China y Norteamérica se deshace ante una realidad compleja atravesada por un islamismo creciente que hace manifestaciones de fuerza en las calles de todo el viejo continente.
Tal como ocurriera en la pos gran guerra, la situación en Europa puede alterar al mundo entero: los eventos en Siria, con la fuga de Al Assad, son un duro golpe para el régimen teocrático iraní y para el zarato ruso. Ante esta situación, los hechos pueden precipitarse.
No es demasiado visible para el mundo en general, pero el análisis de lo que ocurre en Georgia, república del Cáucaso, es seguido con atención en las capitales en pugna. Según señala el portal Euronews: «La actual presidenta de Georgia, Salomé Zurabishvili, se unió este sábado a miles de manifestantes en las calles de la capital, Tiflis, exactamente un mes después de que estallaran las protestas de la oposición. Zurabishvili ha dicho que desafiará los resultados de las elecciones legislativas de octubre y seguirá en el cargo después del lunes. Y ha pedido una nueva votación, alegando que las elecciones fueron manipuladas por la injerencia rusa. La Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), que supervisó las elecciones, también las puso en duda. “Numerosos problemas señalados en nuestro informe final afectaron negativamente a la integridad de estas elecciones y erosionaron la confianza pública en el proceso”, declaró el 20 de diciembre Eoghan Murphy, que dirigió su misión de observación electoral».
Con la guerra abierta en dos frentes —en Ucrania y la situación en Georgia— el derribo de un avión azerbaiyano por las defensas aéreas rusas suma preocupaciones a la creciente crítica situación de Vladimir Putin. Lejos de una visión optimista a sus intereses, las últimas operaciones del zar ruso hacen ver que evalúa desesperadamente un escenario para que callen las armas.
En una escena cuidadosamente planificada, el líder eslovaco Robert Fico se reunió de manera sorpresiva con Putin para abogar por el no cumplimiento de la advertencia de Zelinsky de cortar el flujo de gas ruso a la UE. Al tiempo, el propio Putin había expresado en conferencia de prensa que Europa debía abogar porque no se llevara a cabo el anticipo del mandatario ucraniano, en un claro indicativo de que, por debajo de la propaganda, el régimen está muy cerca de quedar exhausto en el esfuerzo económico que la guerra le propone.