Cada día más, los dirigentes del Frente de Todos hablan en términos personalísimos sobre la gestión de gobierno. Alberto Fernández se expresa en cada ocasión como si fuera él el dueño de la vida, honra, y patrimonio de los argentinos. Axel Kicillof —el vecino de parque Chas— lanzó el brulote: “ya vacune una ciudad y media de Buenos Aires”.
El lenguaje es siempre avasallador. Se usa para amedrentar con formas y modos que no contribuyen a dar espacio al desarrollo ciudadano. ¿A qué llamamos desarrollo ciudadano? A la voz del otro, la voz del que trabaja, tributa, e invierte. A ese, sólo le ofrecen obedecer.
No funciona, y de allí las expresiones de rebeldía cívica que están en alza. Con 80 mil fallecidos y contando, la palabra que alguna vez fue ponderada como la guía que nos llevaría hacia el final del túnel de la pandemia, hoy es motivo de cuestionamiento y burla en distintos niveles.
Amén de ello, aparecen voces que claramente no quieren quedar pegadas a los tremendos errores que nos han llevado a esta espantosa cifra de fallecidos. El diario Clarín publicó una entrevista que ilustra lo que hoy está en el centro de la escena.
El ex presidente de la Sociedad Argentina de Infectologia y médico del hospital Muñiz Lautaro De Vedia afirmó este sábado que “no me cabe duda que si hubiéramos tenido más vacunas en el tiempo que se dijo, hubiéramos tenido menos muertos ahora”. Así aludió a la cifra de más de 80 mil muertos por Covid-19 alcanzada el viernes.
“Cuántos no sé, es difícil de saber exactamente cuánta gente se hubiera salvado”, dijo, al respecto de si hubiesen llegado los 5 millones de dosis en marzo que prometió el presidente Alberto Fernández.
En la compra de vacunas por parte del gobierno “hubo muchos baches, muchos puntos oscuros, muchas promesas no fundamentadas y creo que si bien este mes de junio y julio se prevén que van a aumentar el número, que lo celebro sin duda, creo que tenemos que tener claro que hubo un déficit indudable y que eso tiene impacto en las tasas de mortalidad y en la ocupación de camas de terapia.”
Aunque Ginés González García diga que se fue aplaudido del Ministerio de Salud, una claque de adeptos no cambia los hechos. En campaña, los economistas kirchneristas hablaban de “ponerle dinero en el bolsillo a la gente”. Y lo hicieron: le pusieron plata en el bolsillo a Hugo Sigman. Sesenta millones de dólares para una vacuna que aún no llegó. El laboratorio Richmond recibió dos mil ochocientos millones de pesos para acceder ahora a envasar el excipiente de la vacuna Sputnik. Pusieron plata de la sociedad, pero no en el bolsillo de la gente, sino en el de los empresarios amigos.
Esa es la cuestión de fondo, más allá del manejo de las formas y el lenguaje que usan desde las poltronas del poder.