Como nunca, el año que fenece ha visto marcada la agenda de los países por el retorno de la disputa socioeconómica en términos de lucha callejera. Un informe reciente señala que Argentina, junto a otras naciones sudamericanas, encabeza un ranking de naciones con alto riesgo de inestabilidad política. Es un hecho que si se analizan las movidas de las fuerzas policiales y su impacto en la política, más la ausencia de la presidenta Cristina Fernández al frente del Ejecutivo, hay motivos para sostener algo así.
Sin embargo, la tensión se ha reinstalado fuertemente en no pocos sitios del planeta. En Alemania, la policía declaró el centro de Hamburgo como zona peligrosa, lo que permite a los policías registrar y detener a cualquier persona sin ninguna sospecha concreta. Ello es la consecuencia concreta del desalojo de un centro cultural de izquierda denominado “Rote Flora”, en Hamburgo, en el cual fueron heridos algo mas de más de un centenar de policías. La operación, llevada adelante por el municipio hamburgués, sacó a más de 7.000 personas a la calle, y fue una batalla descomunal.
Desde Asia, la tensión surge no ya del rearme nipón, la prepotencia china, o la locura en Corea del Norte, sino de unos de los centros que proveen textiles a precio vil al mundo, como es el caso de Camboya. Al menos un manifestante ha muerto y cinco más resultaron heridos tras la protesta de los trabajadores del sector el último martes. Además, 30 manifestantes y monjes fueron detenidos.
El retorno de la violencia se da de la mano de lo que ocurre en el mundo a partir de la crisis de 2008 iniciada en Estados Unidos y propagada globalmente desde las finanzas a la vida real de las personas, todo sazonado con diferencias étnicas, políticas y de corrupción a niveles nunca conocidos. No hay dudas de que la violencia llega de la mano de la inequidad provocada por malas políticas públicas. En la Argentina, la cuestión energética es un caso puntual. En Turquía, el gobierno se enfrenta a una crisis de corrupción que sacó a la gente a la calle reclamando renuncias y cambios, y que tiene como telón de fondo la compleja situación derivada de un principismo islamita que busca retrotraer a Turquía al estadio previo a la revolución de Kemal Ataturk.
La inequidad ya no separa a países periféricos de centrales. Así lo demuestran las manifestaciones en USA de los empleados de cadenas de comidas rápidas. A coro de “queremos justicia ahora”, centenares de trabajadores salieron por las calles para pedir un salario de 15 dólares la hora y el derecho a sindicalizarse. En tanto los dueños de las cadenas tornan híper millonarios, el estadounidense promedio se empobrece a niveles que no son propios de una nación de la relevancia económica de ese país.
El cóctel que se cocina a nivel global ya no puede esconderse detrás de los ropajes de la lucha capitalismo /anticapitalismo. Hoy está en disputa y debate la dignidad humana en toda su extensión, y todos los gobiernos deberán enfrentar esta situación buscando equidad distributiva y políticas públicas transparentes. 2014 se ofrece como un año bisagra en ese sentido.